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sábado, 17 de octubre de 2009

ESCAFANDRA


A veces me encaramo sobre brumas a los lóbregos promontorios del tiempo
para escuchar el rumor de corvas quillas
enfiladas al poniente mientras vuelves,
ahora que la madrugada pasa estéril entre páginas canela y tu silencio,
ahora que mantengo esta sed insomne
entre argólidos emboques de otro prieto vino viejo.
Qué hago aquí, tendido a la altura de las estrellas,
parapetado como siempre en mi propia inconsistencia.
Desde arriba se adivinan los ávidos temblores del puerto,
la madera aproximándose a los fondeaderos,
la carga de coral, de pulpos conquistados esta noche,
las visiones errabundas que la gente retoma en las tabernas.
Escogería escudriñar el velo, encenagarme,
vagar por las aceras como un loco,
doblarme en las esquinas como un ciego,
tal vez preferiría los instintos,
el ruido de sirenas tras el vidrio,
la vida condenada en la escafandra,
la voz de los poetas inconfesos.


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