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jueves, 6 de mayo de 2010

GEORGE CLOONEY O EL EXTRAÑO EFECTO DE LAS CÁPSULAS DE COLORES

What else? ¿Qué más se puede pedir a la vida después de una delicada y humeante taza de café?
George Clooney tiene claro que su imagen pública (aunque no siempre) suele ir asociada al lujo y la sofisticación, un poco de Dolce Vita por aquí, un poco de la Riviera Francesa por allá, algún que otro vermú embotellado y también, siguiendo con los placeres, un ristretto secular y elegante de los que se pueden tomar de pie en cualquier esquina de Roma. Obviaremos su lado outsider, de gimnasio en deshuso, barba de ocho días y camiseta sin mangas de color indefinido. Obviaremos también su parte comprometida, porque lo que nos interesa, no nos engañemos, es el brillo de la estrella.
What else? ¿Qué más se puede pedir a la vida después de que George Clooney ponga su imagen al servicio de esas cápsulas de colores rellenas de café que tanto prestigio han adquirido entre los soñadores europeos? La fórmula ha funcionado. Tener una cafetera con una bonita ranura ergonómica que permita insertar estas cápsulas pseudoespaciales se ha convertido en signo de prosperidad y status social. Los Reyes Magos han alucinado las dos últimas navidades ante el número de pedidos y sus camellos empiezan a organizarse sindicalmente ante la que se avecina. Hasta yo tengo una cafetera de esas. Gracias, George, el café es bueno. Y todo te lo debemos a ti.
La cuestión es que una tarea aparentemente fácil como la de ser la imagen de una determinada marca tiene sus inconvenientes. Al bueno de Clooney nadie le había dicho lo que tendría que soportar: que una mujer (UNA MUJER) lo rechazara por el cafelito de marras, que otra mujer (OTRA MUJER) lo tomara por el aparcacoches, que el hielo (EL HIELO) de su vermú italiano dejara un ligero sabor en los labios, algo así como a huevos de toro, que un piano (UN PIANO) decidiera aterrizar sobre su cabeza y, sobre todo, que dios y/o San Pedro (DIOS Y/O SAN PEDRO) también quisieran ser John Malkovich.
En fin, que algo bueno deben de tener las cápsulas de colores para que el mundo ande tan alborotado. Clooney admite que también le gustan. Por lo demás suele encogerse de hombros y decir: What else? ¿Qué más se puede pedir a la vida después de una delicada y humeante taza de café?
Aquí lo vemos, disfrutando de uno de esos momentos placenteros, de contenido y continente obviamente reservados.


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