Pages

martes, 31 de agosto de 2010

LA IMAGEN DEL VERANO (DOS)

© Fotografía de Luis Morales

Continuando con los rituales, renovando los tics, los ademanes que ponen a punto el engranaje de la retomada rutina, llega la hora de seleccionar una fotografía, de las muchas tomadas en este tiempo detenido, una imagen que valga por todo un verano, por el mío, para más señas, un instante captado por mi mirada que quiero compartir. Esta vez no hay playa sino ciudad. Y agua, y brillo y color verde. Aquella mañana de agosto había estado lloviendo intermitentemente en Munich (oh mi ciudad con nombre de monje, mi Baviera de cerveza y aspirinas). Cuando llegamos al Englischer Garten (a lo Central Park, Hyde Park, Retiro??...) el sol hacía jirones las nubes y calentaba la superficie perfecta del césped. Lo curioso es que la gente se sentara sin ningún problema en los bancos mojados, la hierba de esponja. En fin, que yo me calé los pies mientras le daba al botoncito, atraído por la composición y las repeticiones. Dos bicicletas, dos bancos, dos parejas que los ocupan mientras conversan y disfrutan de la vista: alfombra húmeda, sol, promontorio arbóreo y, al fondo, asomando como dos colmillos levantados hacia el cielo, las espadañas de las torres de la Ludwigs-kirche. Dos. ¿Qué os parece? Por fortuna tenía a mano otro par de chanclas.

viernes, 27 de agosto de 2010

RESISTENCIA


El letárgico ocaso y la lluvia se entrometen en el tedio atroz y ansiado, un giro audaz para el retrato escueto: sólo somos ojos frente a los muros que le crecen al mundo, y ahora más que nunca sus frisos se desmoronan como ríos cerúleos mientras las lenguas desbordan los puentes y las moscas se enjambran en los palacios al son de un trueno. Hay anáforas bajo la colina hecha de escombros, vida en los cascotes de Testaccio, más allá de las adustas fronteras de varios Líbanos, comedia en las escorias benaríes o encima de los promontorios encebollados y los paraguas esqueléticos que asombran la orfandad de Jartum. ¡Oh dédalos de Belfast, oh picaportes de Westfalia! Temblor de saris que flamean incautos más allá de nuestras sendas, al llegar la noche, apenas vislumbrados por los brujos que alardean entorno a las chalupas; viejos alfabéticos que cuentan sus historias deslustradas en plazas que no dejan de crecer, y Xemaa’s, y palenques acostumbrados al tibio desenfreno hespérico de los soportales; grandes conquistas de otros mares y luciérnagas de una ciudad dividida; devociones de orín, blancas líneas consistentes y cánticos espora, de agujas glaciales; lodo en los cagaderos opacos que ocultan sus trampas bajo el plástico; pura y decisiva mezcla; trapecistas pendientes de los semáforos, tiroleses uniformados, pícaros que acometen hurtos imposibles en nombre de Hegel, jardines colgantes que alguna vez demoramos, completamente borrachos, en las trenzas babilonias; y las Áfricas innombrables de los lores y los descomunales falos del Pudong o de Manhattan, y sus serpientes metálicas y bulliciosas, sus bibliotecas vehementes y adinteladas, sus alambiques nonatos, sus desfiles civilizados, la histérica disposición de sus mujeres, de ojos grandes y voces cósmicas que percuten en la espalda (extraídas de la misma tradición descrita en los dudosos catálogos de Fournier, mucho menos seductoras que una gota de agua sobre la piel templada), o la cortedad de sus hombres-rana, de sus ángeles negros, forzados durante siglos a respirar por la boca; pudines y lentejas, mantequillas, escarolas; deliciosos néctares y alfajores, panecillos orquestales; burbujas de otredad, idolatrías que nos llevan a la mesa absoluta. Cuando hiere el fin del día hay cuerpos reventados que se olvidan. El letárgico ocaso y la lluvia rebosan sobre el tedio atroz y ansiado que prometen los cátodos, su salmodia. El sofá está dormido. Sólo el sueño se resiste.

miércoles, 4 de agosto de 2010

COLECCIÓN METRÓPOLI EN EL IED MADRID


Aunque nunca fui lector de El Mundo siempre me llamó la atención su suplemento. No sé por qué extraña razón encontraba casi todas las semanas un ejemplar de Metrópoli danzando entre los papeles de casa (y eso que mis padres no compraban ese periódico) y sí, aunque estuviera desactualizado (a menudo era una revista de la semana anterior), lo más normal es que acabara en mis manos. Por aquel entonces yo no tenía ni idea de maquetaciones, artes finales y demás zarandajas, pero recuerdo que Metrópoli me gustaba porque entraba por los ojos, y la primera correa de transmisión hacia el interior de aquellas páginas era sin duda cada una de sus atractivas e imaginativas portadas.

Por eso celebro la muestra que se está llevando acabo ahora en el Istituto Europeo di Design de Madrid desde el 28 de julio y hasta el 11 de septiembre, en la que se expone una selección de las mejores portadas de este suplemento, nacidas de la mano y la cabeza de su artefinalista Rodrigo Sánchez.

Adoradores de la imprenta, diseñadores gráficos consagrados o en ciernes, ciudadanos que compartís el tedio de las tardes de agosto en Madrid, no os la perdáis, que además es gratuita.

La exposición Colección Metrópoli tiene lugar en la sede del IED Master Madrid y Fundación Diario Madrid (c/Larra, 14, MADRID).

Horarios de visita:
De martes a sábados: De 17:30 a 22:00 horas.

lunes, 2 de agosto de 2010

COMO DIJO BERNARDO SOARES, SOMOS QUIEN NO SOMOS


Así lo dijo en su momento Bernardo Soares (mientras parapetado tras su espalda heterónima asentía con el gesto un tal Pessoa):

Somos quem não somos, e a vida é pronta e triste, O som das ondas à noite é um som da noite; e quantos o ouviram na própria alma, como a esperança constante que se desfaz no escuro com um som surdo de espuma funda! Que lágrimas choraram os que obtiveram, que lágrimas perderam os que conseguiram! E tudo isto, no passeio à beira-mar, se me tornou o segredo da noite e da confidência do abismo. Quantos somos! Quantos nos enganamos! Que mares soam em nós, na noite de sermos, pelas praias que nos sentimos nos alagamentos da emoção! Aquilo que se perdeu, aquilo que se deveria ter querido, aquilo que se obteve e satisfez por erro, o que amámos e perdemos e, depois de perder, vimos, amando por tê-lo perdido, que o não havíamos amado; o que julgávamos que pensávamos quando sentíamos; o que era uma memória e críamos que era uma emoção; e o mar todo, vindo lá, rumoroso e fresco, do grande fundo de toda a noite, a estuar fino na praia, no decurso nocturno do meu passeio à beira-mar...

PESSOA, Fernando, Livro do Desassossego, (frag.95).


Y en nuestra lengua...

Somos quien no somos, y la vida es veloz y triste. El ruido de las olas por la noche es un ruido de la noche; ¡y cuántos lo han oído en su propia alma, como la esperanza constante que se deshace en la oscuridad como un ruido sordo de espuma profunda! ¡Qué lágrimas lloraron los que obtuvieron, qué lágrimas perdieron los que consiguieron! Y todo esto, durante el paseo en la orilla del mar, se me tornó el secreto de la noche y la confidencia del abismo. ¡Cuántos somos! ¡Cuántos nos engañamos! ¡Qué mares suenan en nosotros, en la noche de ser nosotros, por las playas que nos sentimos en los encharcamientos de la emoción! Lo que se ha perdido, lo que se debería haber perdido, lo que se ha conseguido y ha satisfecho por error, lo que amamos y perdimos y, después de perderlo, vimos, amándolo por haberlo tenido, que no lo habíamos amado; lo que creíamos que pensábamos cuando sentíamos; lo que era un recuerdo y creíamos que era una emoción; y el mar en todo, llegando allá, rumoroso y fresco, del gran fondo de toda la noche, a agitarse fino en la playa, en el decurso nocturno de mi paseo a la orilla del mar…


PESSOA, Fernando, Libro del Desasosiego, (frag. 95).