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miércoles, 16 de marzo de 2011

FLECHA


Diosecillo desasosegador,
pequeño enemigo,
única piel desnuda perpetrada
en este cuadro barroco,
acaso olvidas el carcaj
después de atravesarnos
lo que queda
del único corazón nuestro.
Observa la divinidad casta
en cada caja metálica,
la luz incisa,
la mirada que precinta el ciclo.
Ella estornuda y yo me persigno
sin indulgencia:
así se nos presenta tal venablo.
Borra tu sonrisa hermética
donde los corderos se tatúan el signo.
En los gestos de Amor
hay un músculo cautivo del habla,
nota la herida abierta,
el no que certifico,
el muro en que salpican las sílabas,
los esclavos sembrados bajo el arco,
el triángulo,
la voluta,
el miembro.

En el prado se descuadran
los amantes, inolvidable carne viva,
sensación maravillosa en pos del
ARTE.

Más allá del lienzo la huella ajena,
la tiznada niebla,
el apenas sugerido infierno,
esa nada cotidiana.

Dos sombras a solas contemplan
la piel desnuda de los siglos.
La mirada que precinta el ciclo.
Sólo un paso.
Y tal vez.
En el polvo haya esperanza
.

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