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viernes, 19 de abril de 2013

DÓNDE LEER


Irreductibles lectores, ávidos devoradores de libros, seres siempre a un texto pegados, lo sé, no podéis dejarlo cuando la historia engancha verdaderamente. No podéis dejar de leer, lo sé. Pero cómo, dónde leer cuando la vida moderna os arrastra al movimiento continuo, cuando las pequeñas cosas del día a día (comer, trabajar, emborracharse) os obligan a interrumpir el curso natural de las cosas.
No siempre tenemos el tiempo libre necesario para sentarnos cómodamente en nuestra butaca de lectura, acariciados por la luz del sol, que penetra agradable y tamizada a través del amplio ventanal (ver la primera fotografía). Habitualmente tenemos demasiadas cosas que hacer, sí. Incluso estando en casa. Pero no os preocupéis, hay solución para todo. ¿Que toca darse un baño? No dudéis en llevaros vuestro libro a la bañera. Este práctico atril, acompañado de dos copitas de champaña, os ayudará a pasar el trance de la manera más sosegada.


Claro que hay otras muchas cosas que hacer en el baño. Que levante la mano el primero que no se haya llevado el Quijote al trono o que no haya olvidado, debido a su enfrascamiento lector, reponer el papel higiénico.


En la cocina el asunto se vuelve peliagudo, sobre todo si hablamos de esos absurdos libros de recetas. Por favor, recordad siempre que no hay que leer cerca del fuego. Luego pasa lo que pasa. Y tampoco vale adoptar ese método de iluminación cuando saltan los plomos. Os aseguro que el mensaje se autodestruirá rápidamente.


Pero la vida moderna nos obliga a abandonar nuestros confortables cubículos y salir a campo abierto, a las calles llenas de individuos que se acumulan en nuestras ciudades abarrotadas. Y aunque ir a trabajar leyendo a pie es una opción de lo más saludable, hay que reconocer que es poco operativa para distancias largas. 
Sed partidarios del servicio público, la forma más adecuada para viajar y leer al mismo tiempo. Nada como darle a Rimbaud o a Kierkegaard en el Metro, haciéndonos los intelectuales. Eso sí, tal comportamiento tiene sus pros y sus contras. Ocultos tras las páginas podréis disimular cuando entre una embarazada en el vagón repleto, pero a menudo tendréis que soportar a los que se aprovechan de vuestro ejemplar de Una estación en el Infierno por encima del hombro.


Otra iniciativa más individualista y ecológica puede pasar por el uso de la bicicleta. Me diréis que no es compatible la lectura con la conducción de vehículos peligrosos, y menos si los mismos sólo disponen de dos ruedas. Y os equivocaréis. Hoy en día el que no lee es porque no quiere. Fijaos en el impresionante kit de lectura instalado en el manillar de esta bicicleta, con un atril preparado tanto para libros convencionales como para Ipad y libro electrónico.


En fin, también cabe hacer carrera durante toda la vida para acabar experimentando qué se siente al leer en gravedad cero. Así se entretenía Collins mientras que sus compañeros daban botes en la Luna.


Tampoco descuidéis la lectura en los espectáculos públicos. Los campos de fútbol están llenos de lectores empedernidos. Algunos porteros se aburren tanto de leer el partido que se llevan alguna novelita fresca para dejarla junto al poste. Lo malo es que ataque de improviso el equipo contrario y te toque meter la pierna a destiempo. Los periodistas siempre dirán que os habréis merecido la expulsión, que ha sido un penalti de libro.


La vida es corta e intensa, así que si os morís de ganas de seguir leyendo siempre podréis acudir a estos ataúdes exclusivos. 


En cualquier caso no hay que obsesionarse demasiado. ¿Que queréis leer y no sabéis dónde? Os recomiendo unos sitios muy interesantes y tranquilos donde no resulta difícil concentrarse al máximo. Me parece que se llaman bibliotecas, o algo así.


Os aseguro que al volver a casa os encontraréis más que rendidos tras todo un día de lectura absorbente. Aún así, si todavía queréis más, os recomiendo llevaros la lectura a la cama, o mejor, que alguien os cuente un cuento. ¿No os pesan los ojos? Felices sueños.


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