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lunes, 30 de septiembre de 2013

HIJOS DE CAÍN


Vamos a ver si lo he entendido. Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso y tuvieron dos hijos, Abel, el buen pastor, y Caín, el agricultor fratricida. Caín mató a Abel. Después fue señalado y protegido por una marca y fundó la primera ciudad. Por así decirlo, es el padre de la civilización. La agricultura triunfó sobre el pastoreo, el sedentarismo sobre la trashumancia. Así que Dios quiso que fuéramos hijos de un asesino y no de un santo. Pues vaya mierda, casi que prefiero descender del mono.
Pero cómo se reprodujo el tal Caín. Los intérpretes y exégetas de los textos sagrados se inventaron una tercera hermana para solucionar la papeleta y cerrar el triángulo necesario en todo melodrama. El asesino se quedó con la chica y santas pascuas. Lo dicho, prefiero el mono.
Toda religión tiene sus fábulas para embaucar al pueblo. Sus leyendas sobre la creación y el origen, sus metáforas, si se quiere, para explicar, extender e imponer una ideología particular sobre las demás.
Y así deberían ser entendidos la Biblia, El Corán, la Torá, como historias, no como Historia.
Y sin embargo hay gente que se devana los sesos buscando la ubicación geográfica del Edén, científicos que taladran el hielo del Polo Norte para encontrar pruebas de un Diluvio Universal. Los textos sagrados de las principales religiones han servido (y aún sirven) para identificar el mal con la mujer, menospreciándola y sometiéndola. Y las serpientes tampoco han salido bien paradas. Ni los pueblos, claro está. Con el asunto de la marca de Caín se ha estigmatizado a los que había que dominar. Los devotos negreros cristianos aludían a esa marca para justificar la esclavitud y otras tropelías cometidas en África. La misma idea idiota emponzoñaba (y emponzoña) los débiles cerebros de los miembros del Ku Klux Klan y de numerosas organizaciones racistas. Y qué decir de los propios judíos, estigmatizados, marcados desde siempre por esos cristianos viejos europeos, condenados al éxodo, al ghetto, al pogrom y finalmente al exterminio nazi. Hijos de Caín asesinándose como hermanos. Dicen que hubo tres hijos de Abel, defensores a ultranza de la no violencia: Jesucristo, Gandhi y Martin Luther King. Ya sabemos cómo acabo su sueño. Lo dicho, sí, prefiero descender del mono.
En cuanto a lo de que Caín mató a Abel con la quijada de un asno, resulta que ese objeto no aparece por ninguna parte. Los textos sagrados no lo nombran en absoluto. ¿Una nueva interpretación, otra mistificación hecha a medida?
Me temo que el creer o no creer seguirá siendo una cuestión de fe.
La quijada fue utilizada en África, de donde pasó a Perú, como instrumento de percusión. Su sonido particular se produce por la vibración de los molares sobre el hueso al ser golpeados. Qué queréis que os diga, prefiero ese uso al otro. Ahora me voy, como buen hijo de Caín, con la música a otra parte.

martes, 24 de septiembre de 2013

VALIENTE INVERSO 2013


Este fin de semana vuelve a Madrid una de las grandes citas poéticas y editoriales independientes de los últimos tiempos, Valiente Inverso, que en esta edición de 2013 se va a desarrollar a lo largo de dos días y en dos frentes. 
El viernes 27 de septiembre, entre las 20:00 y las 23:00 horas tendrá lugar el Poesía Festival en la Sala Clamores (c/ Alburquerque, 14, Metro Bilbao, MADRID), en el que participarán autores de la talla de Luis Ramiro, Carlos Salem, Escandar Algeet, Karmelo C. Iribarren, Sergio C. Fanjul, Mario Tardón, Olaia Pazos o Daniel Orviz. Además, para aliviar la resaca de poesía podríais continuar la sesión en la Fiesta Outverso que se desarrollará a continuación en los Diablos Azules (c/ Apodaca, 6, Metro Tribunal, MADRID).
El epicentro se trasladará la mañana del sábado 28 de septiembre al Centro Cultural Casa del Reloj (Paseo de la Chopera, 6-10, Metro Legazpi MADRID), en la que, a partir de las 12.00 horas se llevará a cabo la Feria de Publicaciones, un encuentro de más de cincuenta editoriales, con talleres, recitales de poesía, actividades para niños, coloquios, mesas redondas y firmas de autores, además de un interesante encuentro con ilustradores.
Allí estaré yo también, a partir de las 16:00 horas, firmando ejemplares de Realidad, (mi primer poemario en solitario publicado por LVR[ediciones (a la venta en La Clandestina Online y en Palimpsesto 2.0), al lado de otros autores de la editorial como Néstor Villazón, Nacho Aldeguer o Leire Olmeda, bajo la atenta mirada de nuestro editor (y también escritor) José Naveiras. Y de muchos otros más. Pinchad en el enlace para ver la nómina de autores.
Miles de gracias a Marcus Versus y Rodrigo Córdoba, organizadores de Valiente Inverso, por seguir luchando por la poesía y la edición independiente de este modo tan rotundo y admirable.
Será un placer estar allí. Os espero.
Toda la info en http://www.valienteinverso.es/

lunes, 23 de septiembre de 2013

SIN


Sin ZERO
sin agua
sin sed
sin sal
sin sol
sin aire
sin luz
sin ley
sin love
sin tierra
sin don
sin dar
sin dios
sin fuego
sin ti
sin mí
sin yo
sin pausa
sin paz
sin pan
sin por
sin vida
sin nada
sin ZERO
sin ser
sin voz

miércoles, 18 de septiembre de 2013

HARÉ UN VERSO SOBRE ABSOLUTAMENTE NADA


Ha muerto el maestro que me mostró la hermosa lengua de Oc, el hombre con el que me aproximé al Quijote, el mismo, asomado a la carreta, que volvió a contar El cuento del Grial forjado por Chrétien de Troyes, o creyó, como Cervantes, en el Tirant lo Blanc. Ha muerto el maestro, aunque a nadie le importe, aunque pocos sepan que la edición de ese Quijote que preside o pisa los papeles de casi todas las casas es la suya. Ha muerto Martín de Riquer, el maestro enamorado de las literaturas romances.
A nadie le importa, pero hace muchos años que inoculó en las venas de aquel muchacho desaliñado y hosco que iniciaba su carrera el extraño vicio de la poesía, el instinto suicida del filólogo, el olor del pergamino y el delirio cancionero y medieval. Fue él, en las páginas de aquel libro, Los Trovadores, quien abrió una de las puertas que aún siguen abiertas. 
Ahora que se ha marchado camino de Ávalon, con la rueda de juglar bajo el brazo, vuelvo a los caminos del recuerdo, vuelvo a un tiempo en el que me apasionaba aprender. Esas cosas trae la muerte.
No hay mejor homenaje, pues, que volver a hacer un verso sobre absolutamente nada, que así quiso en su tiempo cantar el primer trovador del que se tiene noticia, Guilhem de Peitieu, duque de Aquitania, y así supo ver el propio Martín de Riquer en su versión literal, que no literaria.
Aquí os dejo textos y música. Podéis encontrar más información en este magnífico enlace.



FARAI UN VERS DE DREIT NIEN


I
Farai un vers de dreit nien:
non er de mi ni d'autra gen,
non er d'amor ni de joven,
ni de ren au,
qu'enans fo trobatz en durmen
sus un chivau.

II
No sai en qual hora·m fui natz,
no soi alegres ni iratz,
no soi estranhs ni soi privatz,
ni no·n puesc au,
qu'enaisi fui de nueitz fadatz
sobr'un pueg au.

III
No sai cora·m sui endormitz,
ni cora·m veill, s'om no m'o ditz;
per pauc no m'es lo cor partitz
d'un dol corau;
e no m'o pretz una fromitz,
per Saint Marsau!

IV
Malautz soi e cre mi morir;
e4 re no sai mas quan n'aug dir,
Metge querrai al mieu albir,
e no·m sai tau;
bos metges er, si·m pot guerir,
mor non, si amau.

V
Amigu'ai ieu, non sai qui s'es:
c'anc no la vi, si m'aiut fes;
ni·m fes que·m plassa ni que·m pes,
ni no m'en cau:
c'anc non ac norman ni franses
dins mon ostau.

VI
Anc no la vi et am la fort;
anc no n'aic dreit ni no·m fes tort;
quan no la vei, be m'en deport;
no·m prez un jau:
qu'ien sai gensor e belazor,
e que mais vau.

VII
No sai lo luec ves on s'esta,
si es en pueg ho es en pla;
non aus dire lo tort que m'a,
abans m'en cau;
e peza·m be quar sai rema,
per aitan vau.

VIII
Fait ai lo vers, no sai de cui;
e trametrai lo a celui
que lo·m trametra per autrui
enves Peitau,
que·m tramezes del sieu estui
la contraclau.


Guilhem de Peitieu

HARÉ UN VERSO SOBRE ABSOLUTAMENTE NADA

I. Haré un verso sobre absolutamente nada: no será sobre mí ni sobre otra gente, no será de amor ni de juventud, ni de nada más, sino que fue trovado durmiendo sobre un caballo.

II. No sé en qué hora nací, no estoy alegre ni triste, no soy arisco ni soy sociable, ni puedo ser de otro modo, porque así fui hechizado de noche sobre una alta montaña.

III. No sé cuándo estoy dormido ni cuándo velo, si no me lo dicen; por poco se quiebra el corazón por un cordial dolor; y ello no me importa una hormiga, por San Marcial.

IV. Estoy enfermo y temo morirme; y sólo sé lo que oigo decir. Buscaré médico a mi capricho, y no sé de ninguno así; será buen médico si puede curarme, pero no [lo será] si empeoro.

V. Tengo amiga, no sé quién es: pues nunca la vi, a fe mía, ni hizo [nada] que me pluguiera ni que me pesara, y no me importa: porque nunca hubo normando ni francés dentro de mi casa.

VI. Nunca la vi y la amo mucho; nunca tuve de ella favor ni me hizo ofensa; cuando no la veo, me lo tomo en broma: no me importa un gallo. Porque sé de una más gentil y más hermosa y que más vale.

VII. No sé si el lugar hacia donde vive está en la montaña o está en el llano; no oso decir lo injusta que es conmigo, antes bien me callo; y pésame mucho que ella se quede aquí, [y] por esto me voy.

VIII. He hecho el verso, no sé sobre quién, y lo enviaré a aquel que, por medio de otro, lo enviará de mi parte hacia Peitieu, [para] que me envíe la contrallave de su estuche.

Martín de Riquer

Y ahora escuchad cómo suena en el arte del Ensemble Tre Fontane.



En Youtube.

lunes, 16 de septiembre de 2013

LA IMAGEN DEL VERANO (CINCO): EL HILO DE LA VIDA

© Fotografía de Luis Morales

Ahora que termina este verano extraño y lleno de novedades hay algo que me empuja a la rutina de revisar lo que me ha ido dejando en imágenes, como siempre, desde siempre, como si ese acto sirviera para congelar el tiempo. Y sin embargo el tiempo pasa, imparable, demostrando una vez más lo efímero de la belleza, de la felicidad, de la tranquilidad y también del dolor.
Así es, parece que hace ya un siglo desde que pulsé el botón, rodilla en tierra, o mejor dicho sobre la arena de la playa de la Barrosa, para captar a duras penas este picado de espaldas de mi hijo mientras se hacía con el control de su avión-cometa, sin pilas ni mandos teledirigidos, sin realidades virtuales ni pantallas insensibles, casi a pelo, con un simple hilo para dominar el viento.
Sin duda es la imagen del verano, de mi verano, porque en su aparente sencillez encierra muchas ideas, muchas miradas, muchos pasados: lo natural, el juego antiguo, la pasión por el cielo, por el aire y la luz del mar, las ganas de volar, el asombroso crecimiento del hijo, el niño explorando lo incierto, la juventud dominando, sí, el viento, el hombre aún ajeno a la parca que sujeta el hilo, el hilo de la vida...
De espaldas, cuando el sujeto es más vulnerable, ordena el pulsador para crear esta fantasía vertical en 3/4, robada a la realidad sin más retoques, y es bueno que así sea, culminando un camino de investigación personal que empezó hace años, la primera vez que visité el Louvre y me di cuenta de que todo el mundo fotografiaba a la Venus de Milo de frente, como si para reconocer la belleza nos sirviera más el rostro que la curva perfecta de su espalda, sí, la ligera inclinación de los hombros, la musculatura suavemente marcada en la piel de la piedra. Las esculturas clásicas fueron concebidas para ser contempladas en todos sus ángulos, y así lo han entendido la mayoría de los museos que las exponen hoy en día. Y sin embargo muchos visitantes obvian la rotonda, aniquilan el giro sin gestos, avanzan en línea recta hacia el rostro y clic, ya está, vayamos a otra cosa...
He pasado años fotografiando a las estatuas de espaldas para ver si se les escapaba un temblor, una respiración, desprevenidas. Pero también a infinidad de objetos, a muros, a espacios, a la gente. Y he descubierto, entre otras cosas, que es la mejor manera de conseguir que una imagen planificada resulte natural. 
El hilo de la vida, y este es el nombre que le he dado a la fotografía, es, por lo tanto, una cumbre en mis propios derroteros personales y, por supuesto, la imagen del verano 2013.
Que la haya presentado al Picglaze Photo Prize ha sido una casualidad y un atrevimiento del que es mejor no esperar gran cosa, como aguja en un pajar lleno de hermosas instantáneas. Ya ha pasado el tiempo de votar vía Internet por las mejores, pero si queréis verla en la sección del concurso podéis pinchar aquí. La suerte está echada en ese sentido. En el otro, el de detener la belleza y el tiempo y el viento... vosotros diréis, ahí os la dejo.

sábado, 7 de septiembre de 2013

VIAJE A ITALIA DE JOHANN WOLFGANG VON GOETHE

Goethe in der Campagna, de Johann Heinrich Wilhelm Tischbein
Este agosto he recorrido Italia de Norte a Sur, de cabo a rabo. Venecia, Roma, Nápoles, Sicilia... En 576 páginas y un solo libro. El Viaje a Italia (Italienische Reise) de Goethe me ha acompañado durante estas vacaciones con su actualidad y su recuerdo. Porque en esta lectura había mucho más que un simple acercamiento al relato de viajes. Lo único que tuve que hacer fue adentrarme en el temible laberinto de mi biblioteca y recuperar un libro que me llevaba esperando dieciséis años.
En efecto, ese es tiempo que ha pasado desde que comprara un ejemplar de Viaggio in Italia, editado por la Biblioteca Universale Rizzoli, en alguna librería de Roma, poco antes de finalizar mi propio Grand Tour por aquellas tierras. Sumergirme en esta traducción italiana del viaje de Goethe ha supuesto, pues, una doble satisfacción, en el que las etapas realizadas por el autor de Fausto se han ido poco a poco fundiendo con mis propias vivencias, ya atenuadas o sublimadas por el paso del tiempo, al ritmo de esa lengua hermana que una vez fue la lengua de mis sueños.
Siempre he pensado que para el viajero es preferible acudir a la literatura de viajes antes que a las habituales guías antes de conocer por primera vez un lugar desconocido. Sin embargo esta vez lo que he descubierto con gran placer es que la literatura de viajes, generalmente tediosa y aburrida para el gran público, cobra una intensidad y una cercanía insuperables cuando los lugares que describe el relato fueron previamente recorridos por el lector. Así ha sucedido conmigo otra vez. He vuelto a oler los canales de Venecia, a recorrer la Via del Corso, la bahía de Nápoles, Pompeya, el Vesubio, el Etna... con el mejor cicerone posible: mis propios recuerdos.

Itinerario seguido por Goethe en su viaje a Italia
El libro que narra este viaje es más bien una recopilación revisada de las cartas que Goethe envió a sus amigos y conocidos durante su estancia en Italia (1786-1788), fundidas en un texto único que nuestro metódico y ya maduro autor publicaría muchos años después (1816-1817) acompañadas de algunas reflexiones nuevas. Goethe viajó a Italia con 37 años, en la mitad del camino de la vida, por así decirlo, y no creo que este detalle sea casual. Se suele decir que realizó este viaje para librarse del sueño, la manía casi obsesiva de ver al menos una vez la cima del arte y la cultura clásicas. Y no fue una estancia breve la suya. Un año y medio, repartido a lo largo de toda la geografía italiana, un tiempo y un itinerario al alcance de muy pocos. La crítica suele incidir en que este viaje supuso el viraje definitivo de Goethe en cuanto a su modo de escribir o concebir el mundo, como si a partir de Italia el joven romántico se hubiera convertido en el adalid del Clasicismo. Sin embargo intuyo, después de leer el libro, que el cambio se había producido mucho antes. Por eso viajó, Goethe, porque quería ver con sus propios ojos aquel modelo ideal que llevaba un tiempo inspirando sus pasos.
Goethe entró en Italia con pasaporte falso y durante un primer momento mantuvo su identidad incógnita para preservar su libertad de movimientos. No quería que la fama de su nombre le obligase a responder a las numerosas recepciones y compromisos sociales impulsados por aquellos que quisieran agasajarlo, algo que desde luego rompería sus previsiones para el viaje. No quería, no, que le volvieran a preguntar por el Werther.
Accedió por el Norte, después de partir de Karlsbad y atravesar Baviera y el Tirol en un simple coche de caballos. Accedió a Bolzano y desde allí a Trento, bajó hacia Verona, recorrió el lago de Garda, pasó por Vicenza y Padua camino de Venecia, donde permaneció un tiempo y luego retomó el camino hacia su objetivo principal, llegar cuanto antes a Roma. Apenas se detuvo en ciudades como Ferrara, Bolonia, Florencia, Perugia o Asís. En la Ciudad Eterna pasó meses empapándose de una cultura que consideraba sublime, la clásica, por supuesto, pero también la renacentista, inspirada en los mismos ideales. Después se dirigió a Nápoles, y a sus obsesiones se añadió la de la Naturaleza. Visitó Pompeya y Herculano, se metió temerariamente en la boca humeante del Vesubio, acrecentó su colección de minerales, comenzó a desarrollar la atrabiliaria idea de encontrar la planta de la que desciende todo el mundo vegetal y fue conquistado por el paisaje y la luz y el mar.
Por el mar saltó a Sicilia, en una singladura que soportó con patetismo tumbado en su camarote, demasiado mareado para estar en cubierta. Recorrió la hermosa isla (Palermo, Segesta, Agrigento, el Etna, Catania, Taormina, Messina), verdadero granero de Italia, y comprobó los efectos devastadores de un terremoto reciente. Volvió a Nápoles, buscó Caserta y Paestum, y disfrutó de un verano ideal. 
Ya de vuelta en Roma, aprovechó esta segunda estancia para ampliar sus estudios sobre artes plásticas y figurativas, empaparse a fondo en la cultura grecolatina, realizar sus propios dibujos, grabados y esculturas, revisar algunas de sus obras (Ifigenia, Egmont...) y elucubrar sobre la belleza. También tuvo tiempo para experimentar en sus nobles carnes el Carnaval de Roma, actuar como corredor de arte y tener algún escarceo amoroso dignamente solventado.
Viaje a Italia es el recuerdo de ese itinerario increíble, y mucho más: una reflexión sobre la obra de arte como imitación de la Naturaleza, sobre la imposibilidad de acceder a la belleza a través de la razón. La conciencia de que, aunque el pueblo ignore a los escritores y a los artistas en general, son estos los que con sus imágenes, sus pinceladas o sus palabras pueden inmortalizar para siempre las costumbres, las esperanzas y las ruinas. Los primeros apuntes sobre una nueva forma de contemplar la obra de arte en un entorno cuidado (ubicación, iluminación...). El uso del dibujo como elemento plástico para guardar los recuerdos de todo un viaje (en un tiempo sin cámaras fotográficas). La aventura que significaba entonces recorrer Europa. Y la extraña sensación de haber vivido, siglos después, tantas experiencias y sensaciones parecidas.
Goethe estaba convencido de que para seguir su camino tenía que buscar la manera de acceder a la belleza a través del estudio, y que eso sólo era posible en Roma. No sé hasta qué punto consiguió su objetivo. El hecho es que su estancia en Roma fue un hito importante en su vida. Lo mismo que para la mía. A este respecto os dejo aquí un fragmento del final del libro (no soy un spoiler, todo el mundo sabe que algún día Goethe tendría que volver a casa), en el que Goethe recorre por última vez, bañado por la luz de la luna, el Foro Romano, en una noche de melancolía y unos lugares en que resuenan también mis propios pasos.

Después de unos días transcurridos para distraerme, pero no sin dolor, una tarde di una vuelta por Roma acompañado por un pequeño grupo de amigos. Después de recorrer por última vez el Corso, ascendí el Campidoglio, que se erguía como un palacio encantado en la soledad de un desierto. La estatua de Marco Aurelio me trajo a la memoria al comendador de Don Giovanni, y me hizo comprender que estaba meditando algo extraordinario. Con todo esto descendí por la escalinata posterior. Y he aquí ante mi rostro el arco del triunfo de Septimio Severo en la tiniebla más oscura, proyectando a su vez las sombras más negras; los objetos que bien conocía me parecieron entonces, en la soledad de la Via Sacra, extraños y fantásticos. Pero cuando me acerqué a las veneradas reliquias del Coliseo y lancé la mirada a su interior a través de la cancela, no puedo esconder que me recorrió un escalofrío y me apresuré a volver sobre mis pasos. 
Las grandes masas producen siempre una impresión singular, teniendo al mismo tiempo algo de sublime y algo tangible a lo que aferrarse; en aquellos paseos nocturnos he hallado de algún modo la explicación, el resumen perfecto de todo mi tiempo en la Ciudad Eterna.
GOETHE, J.W.V., Viaje a Italia

martes, 3 de septiembre de 2013

LA BUENA PRESENCIA O EL IMPERIO DE LAS BARBAS


¿A qué llaman buena presencia? Cuando busco trabajo no dejo de encontrarme, al final de unos requisitos dignos de Leonardo da Vinci, la famosa coletilla. Buena presencia.
En principio lo asociaba a ir bien vestido, olvidar los pantalones caídos, esconder los tatuajes, cortarme la melena y lucir un rostro afeitado más suave que el culito de un bebé. De ahí que siempre justificara mis fracasos en el desastrado aspecto de mi barba, que llevo defendiendo ya hace tiempo.
Pero no, parece ser que no, la barba está de moda. A mitades del pasado agosto, mientras intentaba atravesar muchedumbres en la estrechez de la calle de Calatrava durante las fiestas de La Paloma, no pude dejar de observar la increíble y desasosegadora profusión de barbas. Barbas largas, barbas cortas, desaliñadas, doctas, de tres días, hirsutas, sedosas, barbas beatnik, barbas con rastas, kilométricas, barbas piratas y cuatro pelos, y perillas, jesucristos, decimonónicas, carpetovetónicas barbas blancas, o cuidadas, afinadas, casi imperceptibles barbas. Hombres con barba, mujeres con barba, niños esperando el nacimiento de la barba, papanoeles sudando la gota gorda, barbas de ganchillo esperando ser compradas.
Fascinado por mi falta de originalidad, solo pude pensar en el concepto de la buena presencia. Se me ocurrieron varias opciones más o menos probables sobre el actual estado de las cosas:
1ª - En Madrid no trabaja nadie ni hay esperanzas para un día llegar (o volver) a hacerlo, con la consiguiente relajación en la higiene del rostro.
2ª - La barba está de moda, es trendind topic en Twitter, nos gusta en Facebook, la podemos compartir en Pinterest. El canon de la belleza está cambiando. Depilados por dentro, barbados por fuera, tipos duros, de esos que ocultan cicatrices o granos o miedos tras el vello facial, el más púbico (digo público) de todos. Incluso nuestro amado presidente lleva barba. Incluso nuestro veneradísimo jefe de la oposición. Artistas, deportistas, malabaristas y comisarios de la Unión Europea desafían las caducas leyes de la decencia. Y, por supuesto, no hay publicidad que se precie en la que no aparezca el primordial y súper barbado hipster (a ser posible acompañado por un par de gafas gigantes) para vendernos su buen rollito y sus pepinos, su cerveza negra sin alcohol o su cerdo volando. Cosas de la modernidad.
3ª - Estamos en plena decadencia del sistema. La adopción de la barba es un signo inequívoco. Ya sucedió una vez, en Roma. A partir del siglo II d.C. los emperadores romanos, que hasta entonces se presentaban bien afeitaditos ante sus súbditos, adoptaron el uso de la barba al estilo griego, con la consiguiente imitación por parte de un pueblo que amaba a sus líderes. El primero fue Adriano, con el fin de tapar ciertas antiestéticas marcas de viruela, y aquello tuvo un éxito sin precedentes que duró hasta los tiempos del emperador Constantino. Luego se mantuvo, ya en plena decadencia, por influjo de los pueblos bárbaros, que presionaban cada vez más en las peluquerías de las fronteras. El último emperador romano de Occidente, el inconsistente Rómulo Augústulo, lucía barba el día que entregó para siempre la Ciudad Eterna.

Conclusión: tal vez estemos a las puertas de una nueva Edad Media. O quizás se trate tan solo de una moda pasajera. El caso es que cuando esto pase y todos vuelvan a confiar en su buena presencia es bueno que alguien tan original y auténtico, tan poco apegado a las modas como el que escribe mantenga su barbarroja, como símbolo de un tiempo que, para bien o para mal, ya se marchó.