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miércoles, 26 de febrero de 2014

¡OH, MI YO! ¡OH, VIDA!, DE WALT WHITMAN


Al menos en Apple han tenido la decencia de citar a Whitman como el autor de los versos que utilizan en su último poema audiovisual, hermoso, que humaniza o pretende humanizar la tecnología. Su único defecto: estamos hablando de publicidad. Habrá partidarios y detractores de tal utilización de la poesía, eso seguro. Sobre todo porque nunca sabremos lo que el propio Walt Whitman (1819-1892) opinaría del asunto. En cualquier caso el poema en cuestión es uno de los más bellos que jamás se han escrito, al menos desde mi punto de vista, así que no puedo resistirme a compartirlo. "Oh Me! Oh Life!" apareció, cómo no, en Hojas de hierba (Leaves of Grass), ese libro que Whitman autopublicó en 1855 y no dejó de modificar una y otra vez hasta el fin de sus días.
Aquí está, en su inglés original y traicionado al castellano.

OH ME! OH LIFE!

O ME! O life!... of the questions of these recurring;
Of the endless trains of the faithless—of cities fill’d with the foolish;
Of myself forever reproaching myself, (for who more foolish than I, and who more faithless?)
Of eyes that vainly crave the light—of the objects mean—of the struggle ever renew’d;
Of the poor results of all—of the plodding and sordid crowds I see around me;
Of the empty and useless years of the rest—with the rest me intertwined;
The question, O me! so sad, recurring—What good amid these, O me, O life?


Answer.

That you are here—that life exists, and identity;
That the powerful play goes on, and you will contribute a verse.


WHITMAN, W., Leaves of Grass


¡OH, MI YO! ¡OH, VIDA!

¡Oh, mi yo! ¡oh, vida!... de sus preguntas que vuelven,
del desfile interminable de los desleales, de las
ciudades llenas de necios,
de mí mismo, que me reprocho siempre (pues,
¿quién es más necio que yo, ni más desleal?),
de los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
despreciables, de la lucha siempre renovada,
de lo malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y sórdidas que me rodean,
de los años vacíos e inútiles de los demás, yo
entrelazado con los demás,
la pregunta, ¡Oh, mi yo!, la pregunta triste que
vuelve  ¿qué de bueno hay en medio de estas
cosas, oh, mi yo, oh, vida?


Respuesta

Que estás aquí  que existe la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama, y que puedes contribuir con un verso.


WHITMAN, W., Hojas de hierba

viernes, 14 de febrero de 2014

AMOR (RELOADED)

El concierto del huevo, de El Bosco
Las cúpulas constreñían pedazos de inmanencia bajo sus límites.
Alguna rondalla azul se juramentaba en la redondez de los postigos. La sombra bostezaba. Los intrépidos domadores de pulgas disponían sus trampas esquizoides. Desperté, aspirando las hélices turbadas y foscas, y los dedos sediciosos florecieron, y esta vez los pechos cautivaron el aliento entrometido.
El vulgar acabamiento sobre un cuerpo expoliado a la noche y sus convulsiones salinas sugería una acto despiadado de hermosura.
Pensé en otro final mientras se excitaba a través de la barreras del sueño: a través del tiempo penetré a la diosa.
Los labios fueron encajando todo mi furor ígneo. Hendidos, inquietando el ángulo del rito. Aferrándose, muslo a muslo en precipicio. Armónicos, porque asolaban la ciudad entera y hasta un mundo nuevo en permanente gestación mientras yo los liberaba esparciendo como un profeta inhábil toda la melancolía.
En la curva del vientre, asediado por simas olorosas y anaqueles, hallé mi sumiso escorzo y escuché entonces. El texto y el retoño crecían, ovíparo perfecto, al otro lado del puente.
Ella aún dormía. Pude abrir los ojos desde.

Poema en prosa incluido en Realidad, publicado en 2013 por LVR[ediciones.
Podéis encontrarlo vía online en La Clandestina Online o en Palimpsesto 2.0.

lunes, 10 de febrero de 2014

REVISTA AFOE 01



José Ortiz Echagüe (1886-1980) fue, entre otras muchas cosas, uno de los fotógrafos artísticos españoles más importantes del siglo XX. En el año 1935 llegó a ser considerado como uno de los tres mejores fotógrafos del mundo por la revista "American Photography". Para prolongar y honrar su memoria nació la asociación cultural sin ánimo de lucro AFOE, Asociación Fotográfica Ortiz Echagüe, cuyos objetivos principales son la difusión y promoción de la fotografía como medio de expresión artística.
AFOE se establece como una suerte de intercambio que favorezca la evolución y mejora técnica y artística en la fotografía de sus socios, en el que caben todo tipo de actividades y propuestas: concursos, talleres, monográficos...
Ahora surge, como nueva iniciativa, una publicación que divulgará a través de la red esa misma pasión por la fotografía, la revista "AFOE 01". Además de mostrar la obra de sus socios, AFOE 01 propone artículos sobre la Historia de la Fotografía, analiza la obra de Ortiz Echagüe, y añade propuestas sobre técnica fotográfica. 
Ángel Sotillo, uno de los miembros de la asociación y encargado de la maquetación y el diseño de la revista, me invitó a participar en este número a través de una fotografía y un relato que partiera, explicara o desmontara la misma. De ahí parte Fatalidad, el texto que cedo a AFOE con todo el cariño del mundo. Aquí os dejo la imagen y la introducción al relato:

Fotografía de Luis Morales
Muy pronto sentí la necesidad de viajar. Viajar por el mundo nos abre la mente, y hasta puede cambiar la forma en que pensamos y actuamos, si nos dejamos llevar, relativizando nuestras rutinarias costumbres y haciéndonos conocer otras nuevas. Viajar es también vivir, como cuando leemos, lugares, intervalos y vidas ajenas. A eso aspira el viajero. Hay dos formas de afrontar un viaje: un dejarse llevar, como ya he dicho, un diluirse entre las piedras y las gentes, o bien ese hacerse impermeable detrás de la cámara y la guía y la premura del autobús y el souvenir local made in China. Ambas fórmulas son igualmente válidas, no seré yo quien venga aquí a juzgar los usos, necesidades y actitudes del turista. Pero...
Últimamente parece verse todo bajo el prisma del dinero, y en ese sentido el turismo es la estrella. Los lugares, intervalos históricos y vidas ajenas locales han sido recuperados y potenciados con un propósito económico incontestable. Cualquier lugar del mundo se ha convertido en un bonito parque temático en el que el turista puede deambular, pernoctar, comprar y alimentarse a su gusto, siguiendo la vaga estela que le impulsó a iniciar el viaje: un recuerdo cultural, una referencia geográfica, una película de éxito, un estilo de vida. El mundo entero está plagado de locus amoenus para todos los paladares y bolsillos. Pienso en casos extremos como Venecia, pero lo mismo me vale para cualquier otro lugar, por pequeño que sea.
La fotografía que origina el relato está tomada desde una de las torres de San Gimignano, una hermosa localidad de la Toscana que debe su skyline plagado de rascacielos renacentistas a la ambición y disputa de las familias que una vez la habitaron. Los turistas se agolpan en las calles y vibran ante la belleza de este escenario vacío plagado de reminiscencias, como en la Muralla China, como en Venecia otra vez, como en el Mont-Saint-Michel o en Disneyland. Casi nadie vive en San Gimignano. Desde lo alto de la torre los hombres son semejantes a hormigas. Y el relato, que no tiene lugar en San Gimignano, recorre de un modo radical esa obsesión del turista por vivir vidas ajenas, esa confianza desmedida en el dinero, esa suerte de escenario animado, para acabar, ahora sí, con una mirada implacable desde las alturas.
LUIS MORALES 

Podéis disfrutar de la revista aquí.


Además podéis descargarla pinchando aquí o bien conseguir el PDF aquí.
Que la disfrutéis. Y no olvidéis que estáis invitados a participar.

lunes, 3 de febrero de 2014

LOS AMANTES DEL CÍRCULO POLAR, DE JULIO MEDEM



En el círculo se confunden el principio y el fin
HERÁCLITO DE ÉFESO

Esta mañana me han sorprendido los copos de nieve que flotaban livianos en el aire de Madrid antes de perderse para siempre en las aceras, y sin saber muy bien por qué, quizá por el frío y la luz blanquecina, me ha venido el recuerdo de Los amantes del Círculo Polar (1998), la película de Julio Medem. Sí, todavía hay gente que se acuerda de ese cine que se hacía por aquí hace no tanto tiempo, un cine con estructuras poéticas y poco convencionales, apartado del mainstream habitual. Un cine que la gente veía.
Y he vuelto a descubrir el círculo. Y a reflexionar, dando vueltas como una peonza, sobre todo ello.
Un círculo contiene infinitas circunferencias, siendo la más característica aquella que lo delimita, la circunferencia de radio máximo. La circularidad implica, además, la rueda que gira sobre su eje, la rotación de los planetas, la intuición de que en el principio está el final, el mito del eterno retorno, el ouroboros, esa serpiente que se muerde la cola… El bucle, a veces solamente entrevisto, se constituye como el verdadero elemento conceptual y motor de la narración en ciertas estructuras cerradas. Sobre la deliberada repetición del símbolo surgen numerosas estrategias de escritura potenciales. Por si fuera poco, la circunferencia que delimita el círculo puede funcionar, si hablamos de la dimensión tiempo, como la elipse perfecta.
Esta estructura circular ha sido utilizada en literatura y en cine en numerosas ocasiones. Algunos ejemplos que se me ocurren a bote pronto: El Lazarillo de Tormes está compuesto como una larga narración epistolar que nace de la necesidad de explicar su propio presente por parte de Lázaro. La sucesiva descripción de trabajos y amos por los que ha pasado Lázaro no tiene otra razón de ser que la justificación moral de sus actos presentes, inclinados al medro, frente a las dudas del supuesto receptor de la carta. En cine apunto, y no de forma casual, a uno de los grandes clásicos, Ciudadano Kane, de Orson Welles, cuya narración discurre entre la muerte evocadora del magnate, la esfera de nieve, el ya manido balbuceo de la palabra Rosebud y su resolución final en el nombre del trineo que simboliza la infancia perdida y muchas veces añorada. En el principio ya está el fin. Círculo cerrado. Esfera de nieve. Trineo.
Los amantes del Círculo Polar participa de este esquema desde el mismo título y lo lleva hasta la extenuación a lo largo de su metraje. La simplificación de las múltiples estructuras circulares que componen la película nos dejaría una historia bastante convencional y plana. El círculo deja de ser un elemento más o menos decorativo para convertirse en el eje conceptual de la narración. No puedo obviar la presencia constante y artificiosa del símbolo, manifestado con plasticidad en bastantes planos (el recorrido del sol en la medianoche ártica, la luna llena, el balón, otra vez la esfera de nieve, los ojos de Ana…) y apuntalado constantemente desde la estructura general del guión.


Podría entrar aquí en todos los círculos que plantea y desvela la película, pero, tanto si la habéis visto como si no, lo mejor es que lo descubráis por vosotros mismos. Creo que la clave del buen cine está en la forma de contar las historias. Julio Medem, el hombre de apellido capicúa, podría habernos mostrado una historia de amor y desencanto convencionales, pero ese no suele ser su estilo. Al igual que en sus primeras películas (Vacas, Tierra, La ardilla roja…), el propio título ya contiene el todo: los amantes, el círculo.
De manera particular sólo logran sorprenderme las películas que no se limitan a copiar la estructura básica de cualquier Blockbuster. O al menos aquellas que me hacen sentir extraño por dentro. Los mecanismos de distanciamiento o extrañamiento son casi siempre distintos. En este caso la deliberada utilización del círculo hace más evidente la estructura de la película. Puede que alguno opine que la excesiva repetición del motivo círculo lo banaliza y debilita su potencia y atractivo. A mí, sin embargo, me gusta. Me hace sentir extraño como he dicho, dispuesto, tal vez, a reflexionar sobre los finales felices y el desencanto. Y eso fue lo que me sucedió con Los amantes del Círculo Polar la primera vez que nos cruzamos en una sala oscura. Luego la vida nos llevó por distintos derroteros hasta que nos trajo aquí, donde nos hemos reencontrado mucho, mucho tiempo después, entre los copos de nieve vacilante, cerrando al fin el círculo.
Os dejo los datos de la película y una de las secuencias de la película que más me gustan. Atentos a la banda sonora de Alberto Iglesias. Y no dudéis, si aún no lo habéis hecho, en verla.

Título: Los amantes del Círculo Polar (1998)
Nacionalidad: (España)
Dirección: Julio Medem
Producción: Sogetel
Guión: Julio Medem
Música: Alberto Iglesias
Fotografía: Gonzalo Fernández-Berridi
Intérpretes: Fele Martínez, Najwa Nimri, Nancho Novo, Maru Valdivielso, Jaroslav Bielski, Peru Medem, Sara Valiente, Victor Hugo Oliveira, Kristel Díaz, Pep Munné, Rosa Morales, Joost Siedhoff, Beate Jensen.



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