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viernes, 30 de octubre de 2020

SURCO, DE MIGUEL HERNÁNDEZ

 


Se cumplen ya ciento diez años desde su nacimiento, así que no es este un mal momento para acordarse de los versos de Miguel Hernández (1910-1942). Poeta siempre venerado, cercano como pocos, autodidacta, tan humano y tan grande, ya estuvo presente aquí hace algún tiempo con su certero y reivindicativo poema "El hambre". Sin embargo en esta ocasión lo hará con un registro muy diferente, el que desarrolló de manera incipiente y poliédrica al comienzo de su camino en Perito en lunas (1933), su primer libro, que publicó con apenas veintidós años. En el mismo se recogen 42 octavas reales escritas siguiendo la forma y el estilo de Luis de Góngora en la Fábula de Polifemo y Galatea, proeza que entronca con la Generación del 27. 

En efecto, durante su primer viaje a Madrid había entrado en contacto con algunos de los autores del famoso grupo y, en cierto modo, Perito en lunas es su propuesta experimental que entronca con el homenaje a la figura del poeta cordobés. Eso significa que los poemas son difíciles a pesar de su brevedad, alejados de la claridad paradigmática con la que se le suele asociar y, como era de esperar, no fueron del todo comprendidos por el público. 

Sin embargo creo que son necesarios para desterrar el famoso mito del poeta pastor iletrado que a menudo ha ido arrastrando nuestro autor. Las octavas de Perito en lunas demuestran una intensa búsqueda por transformar los sujetos cotidianos y las circunstancias del camino en verdaderos objetos poéticos de alto valor artístico. Exigen el esfuerzo del lector, claro, y quien me conozca ya sabe lo que opino de ello. 

De entre todas las octavas se me antoja dejar aquí la número XX, que trata, cómo no, del asunto de la escritura partiendo de una imagen metaliteraria que también a mí me obsesiona: el surco.

SURCO

Párrafos de la más hiriente punta, 
si la menos esbelta, como voces 
de emoción, ya se rizan, de la yunta: 
verdes sierpes, ya trémulas de roces 
y rocíos. La mano que las junta, 
afila las tajadas, sí, las hoces, 
con el deseo ya, la luz en torno; 
y enarca bríos, era, masas, horno.

HERNÁNDEZ, M., Perito en lunas (1933)

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