Patty. Una de l@s imprescindibles. No he conocido a nadie que se suba con más desparpajo a las tarimas que Patty de Frutos. No he conocido a nadie que empapele de palabras las aceras de nuestras cocinas y los salones sin techo de nuestras calles arboladas como ella. A nadie que regale tanta carcajada sin querer (y queriendo), que vibre tanto al son de un verso, de una guitarra, de una pintada, de un aliento sugerido a través de su ojo-cámara. Y a veces ella que dice que no es nada. You know what I mean... Hay gente que presume, que se apunta a un bombardeo, que figura, que ostenta, que desea... Pero hay otros que simplemente están y se mueven y se revuelven, que están, sí, para sonreír sin proponérselo y llenarlo entonces todo. Hay otros. Hay Patty. Y a veces ella dice que no es nada. Pero muchos sabemos que lo es todo. La Vida Rima lo sabe. El arte como medio para ser felices. La felicidad para alcanzar el verdadero arte. Por eso es hora (ya era hora) de plasmar la esencia del hada y la huella de la showmujer y la voz de la rubia (o ruvia) tanto con v como con b. En un libro distinto. En un libro especial: lovEvolution, que publica LVR[ediciones.
Y como necesitamos, sugerimos, exigimos una presentación, lovEvolution tendrá también la suya. Será el jueves 28 de febrero de 2012 en The Passenger (c/ Pez, 16, Metros Callao, Noviciado o Tribunal, Malasaña, MADRID), a eso de las 20:30 horas, un buen sitio para este (r)evolucionado amor.
¿Alicientes? La presencia indiscutible de Patty de Frutos, of course. Y además, la oportunidad única de llevarse uno de las 75 unidades "piratas" de lovEvolution, personalizadas por ella mismísima. 75 futuras joyas del presente, ya os lo voy diciendo. ¿A qué esperáis para cerrar vuestras agendas?
Pues sí, ayer mismo Rayuela cumplía en silencio cincuenta jóvenes años. Había germinado lentamente en la cabeza de Julio Cortázar, disponiendo sus facetas multiformes, acondicionando sus diversos estadios, alineando y desordenando sus paredes de tiza y posibilidad... mandala-cielo, ser y no estar, con esos propósitos del juego y la diferencia tan de la época. Aquel engendro olía a jazz y sabía a humo, prometía un tableteo de lluvia en el Quartier Latin y resonaba a mate, a inmigración universal. Con un argumento que podría repetirse en cualquier momento de cualquier lugar, y que por eso es único: un cruce de destinos, una comunicación de vicios, obsesiones y creatividad sólo posible a través de la mezcla de presencias, ideas y puntos de vista. Tal es la condición humana, ayer, hoy y siempre, por mucho que algunos quieran separarlo todo en compartimentos estancos, en cajones, títulos y fronteras. Había germinado en la cabeza... a Cortázar le salían conejos de la chistera y se le adherían los pullovers al cuerpo, al mismo Cortázar al que le tomaban la casa las mancuspias que se le iban escapando, los axolotes le miraban a la cara hasta hacerle cruzar los espejos y la obsidiana de los motecas... al mismo y distinto Julio. Y allí había estado dándole a la tecla en los tiempos de la revolución cubana y construyendo un extraño modelo para armar Oliveiras y Magas y Rocamadoures y Morellis, entre otros muchos sueños de collage y de ritmo. Construyendo un no-libro o tantos libros como lectores posibles. Pues sí, ayer mismo Rayuela cumplía en silencio cincuenta jóvenes años. Había nacido el 18 de febrero de 1963 en las calles de Buenos Aires, de la mano de la Editorial Sudamericana, buscando el cielo de un lector cómplice. Un no-libro que sus lectores convirtieron en libro, como el mismo sorprendido Cortázar confiesa:
Desde entonces una legión de jóvenes y no tan jóvenes lectores y lectoras bebió y aceptó y poseyó como suyo el lado extraño de la literatura que abrazaba Rayuela, texto aparentemente alejado del realismo pero, sin embargo, mucho más certero que las formas narrativas tradicionales a la hora de afrontar la percepción de la realidad por parte de los individuos. Una legión. A lo largo del espacio y el tiempo. En ese inmenso mapa de lectores me podríais ver hace casi veinte años, por primera vez. Y luego hace diez, y hace cinco, y a menudo reencontrando, salteando, revolviéndome en algún capítulo concreto, en numerosas frases absueltas. Volviendo con placer al no-libro. Rayuela es en sí un objeto sorprendente. Ya tiene cincuenta años pero a veces me parece un adolescente alocado, otras una vieja sabia atravesando los siglos, a veces es ruido y juego de niños, otras seso y náusea y tragedia, a veces es París y a veces Buenos Aires y América entera y casi siempre España y mi casa y mi cama y mi pupila dilatada, a veces Grecia y Allan Poe y Montparnasse y otras el mar el cafetín el calcetín arrugado, a veces nada y casi siempre espejo y tiempo y aleph y noema. Felicidades, Rayuela. Ya sé que lo sabes. Te quiero. Entre otras cosas, por esto. En un momento dado tus personajes constituyen una especie de club de lectura en el que escrutinan la obra de Morelli (alter ego de tu papá Cortázar). Y esa metafísica o pataliteratura en la que Cortázar se deja analizar por sus ficciones, gran capítulo 141, es lo que ahora quiero dejar por aquí:
141
No llevaba muchas páginas darse cuenta de, que Morelli apuntaba a otra cosa. Sus alusiones a las capas profundas del Zeitgeist, los pasajes donde la ló(gi)ca acababa ahorcándose con los cordones de las zapatillas, incapaz hasta de rechazar la incongruencia erigida en ley, evidenciaban la intención espeleologica de la obra. Morelli avanzaba y retrocedía en una tan abierta violación del equilibrio y los principios que cabría llamar morales del espacio, que bien podía suceder (aunque de hecho no sucedía, pero nada podía asegurarse) que los acaecimientos que relatara sucedieran en cinco minutos capaces de enlazar la batalla de Actium con el Anschluss de Austria (las tres A tendrían posiblemente algo que ver en la elección o más probablemente la aceptación de esos momentos históricos), o que la persona que, apretaba el timbre de una casa de la calle Cochabamba al mil doscientos franqueara el umbral para salir a un patio de la casa de Menandro en Pompeya. Todo eso era más bien trivial y Buñuel, y a los del Club no se les escapaba su valor de mera incitación o de parábola abierta a otro sentido más hondo y escabroso. Gracias a esos ejercicios de volatinería, semejantísimos a los que vuelven tan vistosos los Evangelios, los Upanishads y otras materias cargadas de trinitrotolueno shamánico, Morelli se daba el gusto de seguir fingiendo una literatura que en el fuero interno minaba, contraminaba y escarnecía. De golpe las palabras, toda una lengua, la superestructura de un estilo, una semántica, una psicología y una facticidad se precipitaban a espeluznantes harakiris. ¡Banzai! Hasta nueva orden, o sin garantía alguna: al final había siempre, un hilo tendido más allá, saliéndose del volumen, apuntando a un tal vez, a un a lo mejor, a un quién sabe, que dejaba en suspenso toda visión petrificante de la obra. Y esto que desesperaba a Perico Romero, hombre necesitado de certezas, hacía temblar de delicia a Oliveira, exaltaba la imaiginación de Etienne, de Wong y de Ronald, y obligaba a la Maga a bailar descalza con un alcaucil en cada mano. A lo largo de discusiones manchadas de calvados y tabaco, Etienne y Oliveira se habían preguntado por qué odiaba Morelli la literatura, y por qué la odiaba desde la literatura misma en vez de repetir el Exeunt de Rimbaud o ejercitar en su temporal izquierdo la notoria eficacia de un Colt 32. Oliveira se inclinaba a creer que Morelli había sospechado la naturaleza demoníaca de toda escritura recreativa (¿y qué literatura no lo era, aunque sólo fuese como excipiente para hacer tragar una gnosis, una praxis o un ethos de los muchos que andaban por ahí o podían inventarse?). Después de sopesar los pasajes más incitantes, había terminado por volverse sensible a un tono especial que teñía la escritura de Morelli. La primera calificación posible de ese tono era el desencanto, pero por debajo se sentía que el desencanto no estaba referido a las circunstancias y acaecimientos que se narraban en el libro, sino a la manera de narrarlos que —Morelli lo había disimulado todo lo posible— revertía en definitiva sobre lo contado. La eliminación del seudo conflicto del fondo y la forma volvía a plantearse en la medida en que el viejo denunciaba, utilizándolo a su modo, el material formal; al dudar de sus herramientas, descalificaba en el mismo acto los trabajos realizados con ellas. Lo que el libro contaba no servía de nada, no era nada, porque estaba mal contado, porque simplemente estaba contado, era literatura. Una vez más se volvía a la irritación del autor contra su escritura y la escritura en general. La paradoja aparente estaba en que Morelli acumulaba episodios imaginados y enfocados en las formas más diversas, procurando asaltarlos y resolverlos con todos los recursos de un escritor dueño de su oficio. No parecía proponerse una teoría, no era nada fuerte para la reflexión intelectual, pero de todo lo que llevaba escrito se desprendía con una eficacia infinitamente más grande que la de cualquier enunciado o cualquier análisis, la corrosión profunda de un mundo denunciado como falso, el ataque por acumulación y no por destrucción, la ironía casi diabólica que podía sospecharse en el éxito de los grandes trozos de bravura, los episodios rigurosamente construidos, la aparente sensación de felicidad literaria que desde hacía años venía haciendo su fama entre los lectores de cuentos y novelas. Un mundo suntuosamente orquestado se resolvía, para los olfatos finos, en la nada; pero el misterio empezaba allí porque al mismo tiempo que se presentía el nihilismo total de la obra, una intuición más demorada podía sospechar que no era ésa la intención de Morelli, que la autodestrucción virtual en cada fragmento del libro era como la búsqueda del metal noble en plena ganga. Aquí había que detenerse, por miedo de equivocar las puertas y pasarse de listo. Las discusiones más feroces de Oliveira y Etienne se armaban a esta altura de su esperanza, porque tenían el pavor de estarse equivocando, de ser un par de perfectos cretinos empecinados en creer que no se puede levantar la torre de Babel para que al final no sirva de nada. La moral de occidente se les aparecía a esa hora como una proxeneta, insinuándoles una a una todas las ilusiones de treinta siglos inevitablemente heredados, asimilados y masticados. Era duro renunciar a creer que una flor puede ser hermosa para la nada; era amargo aceptar que se puede bailar en la oscuridad. Las alusiones de Morelli a la inversión de los signos, a un mundo visto con otras y desde otras dimensiones, como preparación inevitable a una visión más pura (y todo esto en un pasaje resplandecientemente escrito, y a la vez sospechoso de burla, de helada ironía frente al espejo) los exasperaba al tenderles la percha de una casi esperanza, de una justificación, pero negándoles a la vez la seguridad total, manteniéndolos en una ambigüedad insoportable. Si algún consuelo les quedaba era pensar que también Morelli se movía en esa misma ambigüedad, orquestando una obra cuya legítima primera audición debía ser quizá el más absoluto de los silencios. Así avanzaban por las páginas, maldiciendo y fascinados, y la Maga terminaba siempre por enroscarse como un gato en un sillón, cansada de incertidumbres, mirando cómo amanecía sobre los techos de pizarra, a través de todo ese humo que podía caber entre unos ojos y una ventana cerrada y una noche ardorosamente inútil.
Pues sí, después de sobrevivir a las interpretaciones de la supuesta profecía maya, a las presentaciones masivas, al vuelo del asteroide y a la última ceremonia de los premios Goya podemos decir que algunos seguimos por aquí, vivitos y coleando. Por eso, y para celebrarlo con todos vosotros, La Vida Rima ha decidido regalaros la versión online, totalmente gratuita y a todo color, del último número de "Al Otro Lado del Espejo", dedicado, como ya sabéis, al FIN DEL MUNDO. En el mismo encontraréis relatos e ilustraciones de altísima calidad que profundizan sobre esa obsesión tan humana con respecto al "milenarismo". No os lo perdáis. Incluye desplegable de H.G. Wells (en paños menores) en páginas centrales.
Psicotratamiento sistemático combinado con la medicación adecuada. Pastilla verde. Eso dicen. Amanece apenas. Pastilla azul. Entonces me liberan de las correas con las que sujetan mis muñecas, al final del día, a ambos lados de la cama. Pastilla roja. Pero tal hecho no me permite alcanzar el necesario descanso porque extinta la luz, la noche siempre se mueve. -¡Recuerde! -insisten tenaces, diría incluso que algo temerosos. Querrían saber, lo sé, y a la vez temen desvelar en mí determinados recuerdos. Pastilla verde. No conozco cuales, pero recelo de su obstinación, intuyo sus aprensiones. Pastilla azul. Demasiadas preguntas, demasiado interés asumen en el despertar de mi mente. Pastilla roja. A veces me divierto imaginando que tengo un agujero en el cerebro, una sima abismal por la cual van resbalando hacia la nada los sucesos, los lugares, los nombres, las imágenes toda una vida que ahora es para mí sólo una sombra. Pastilla verde, roja, azul. Pero acallo lo que existe: tu rostro y tu nombre, la piel que horadaba mi lengua. Me contengo y miento, tiro las pastillas al retrete, vigilante, más allá de este supuesto agujero de olvidos. Porque en tu espalda brota un manantial de nostalgia recupero el hilo, porque acantilado a tu cuerpo labraba el labio me reconozco en el recuerdo. Todo lo adormezco y aquieto. Respiro los días y abomino las noches. Finjo y detengo el tiempo, nunca tiro la toalla. Sálvame. No dejo de hacer muescas en los muros. Ya son demasiadas, resulta imposible ocultarlas. A ellos les intrigan, creen vislumbrar en tales marcas un indicio de recuperación. Se equivocan, pero poco me importa. Disimulo. Aguardo mi oportunidad para escapar. No, no deben saber que, desde hace días, vuelvo a ser yo mismo.
***
Si quieres conocer el resto del relato, aquí tienes los enlaces:
Con tanto tiempo libre por delante no he podido soportar la tentación de darle una vuelta a la fachada de este blog y verdadero amigo, Luigi Dante & The Güelfos, largo compañero de viaje al que ya empiezo a conocer. Algo me rondaba con insistencia en la cabeza, me tiraba de los pelillos y murmuraba subliminalmente en mi oído: cambiaaaa, cambiaaaa yaaaa... llevas muuuucho tiempo con ese tono azul oscuro casi negro, daaaale un poco de vidillaaaa hombre, yaaaa estaaaaaá biennnn... Así que me puse con las manos a la obra, y volví al glóbulo rojo, y me traje a la rana limón, a la escalera de caracol, queriendo echarle cara a este asunto. Frente a la austeridad ascética y algo minimal volví, sí, al neobarroco en carne viva, frente a la ausencia libre de microbios retorné al cuerpo, a ponerle un rostro, el mío, a este Luigi Dante en el que me desdoblo, pero no os equivoquéis, no movido por el ego, como muchos podríais pensar a bote pronto, sino por un extraño afán (que me ha invadido) de humanizar, personalizar, insuflar vida y huella a todo lo que aquí aparezca. Al fin y al cabo, eso es lo que distingue a los diarios y las cartas de otro tipo de escritura: la huella del que escribe, del que evoca un recuerdo, del que busca, propone y huye. Luigi Dante & The Güelfos persigue como siempre ha hecho el propósito de su frontispicio, ser un punto de encuentro multidisciplinar para exploradores ávidos e intrépidos, y así lo hará mientras pueda. Tras pasar por el taller para una de chapa y pintura comprobaréis que el motor sigue siendo el mismo. Ya me diréis si la suma de continente y contenido os gusta o desagrada, os agobia o impacta, os resulta indiferente o de lo más cansino. Por mi parte os invito a que conozcáis a fondo al bueno de Luigi Dante, que busquéis y encontréis propuestas, ideas y sueños entre sus páginas virtuales tal y como habéis hecho hasta ahora, convirtiéndolo en ese punto de encuentro del que hablaba hace un momento. Nada más. Grazie mille.
Luis Morales dixit
PD. El autor certifica que en la elaboración de esta fachada no se ha maltratado física y/o emocionalmente a ningún tipo de ser vivo animal y vegetal. Y que lo dice por lo de la rana limón, todavía encaramada a su cabeza.
Llenos los destinos de ajedrez y de letras, una tarde o una noche cualquiera vagabundeábamos el bueno de Daniel Herrera y yo por las calles de Malasaña cuando nos topamos con una puerta que nos llamó la atención. Bar Bukowski Club, rezaba el cartel sobre la entrada, PUNTO DE ENCUENTRO CULTURAL. Nombre y eslogan nos atraparon de inmediato, obligándonos a entrar sin remedio alguno.
Allí estaban, al otro lado de la barra, Carlos Salem e Inés Pradilla, Inés Pradilla y Carlos Salem, o como queráis. Les preguntamos sobre el local y a partir de entonces nos cambiaron de alguna manera la vida.
Cada uno tendrá su propia experiencia con respecto al Bukowski Club, seguro, mejor o peor, brillante u oscura, azarosa o líquida. Pero lo más importante es que el cartel de la entrada nunca fue engañoso, porque, en efecto, el Buko se estableció como un verdadero punto de encuentro cultural al margen de las vías oficiales, en el que se han cruzado efectivamente vidas, cervezas y proyectos de todo tipo, literarios, culturales, musicales o artísticos. De hecho, no lo olvidemos, ha sido el precursor de algo que se ha despertado en la noche madrileña de este comienzo de siglo que ahora es un hervidero: democratización cultural, trueque de versos, intercambio de ideas, pero, sobre todo, altavoz de nuestras propias voces, amplificador de nuestras palabras. Hermanos y hermanas de letras, muchos nacimos sobre aquel atril de largas piernas, y allí mamamos palabra y humo y birra para calmar nuestra sed primeriza. Inés y Carlos nos guiaban con brío a través de la jam de los miércoles al son de un buen "¡Cabrones!". De repente sonaba Charly García, porque todo iba a empezar:
Míticas jam-session de poesía, de cuentos. Me doy cuenta de que a casi todos os he conocido allí, en el inolvidable Bukowski Club. Y fuimos hijos obedientes durante mucho tiempo, y luego hijos... perdidos, desaparecidos, pródigos, aunque a veces volvíamos y siempre queríamos permanecer... En el Buko se han presentado cientos de libros y revistas, y realizado cientos de performances, presentaciones, exposiciones... Nos hemos conocido y abrazado miles de poetas callejeros. No sé cuánta cerveza habrá corrido, pero seguro que mucha. Al menos dos generaciones de poetas, ratificadas por sendas antologías, han pasado por el Bukowski Club: la primera, Bukowski Club. Jam Session de poesía 06-08, publicada por Ediciones Escalera, y Antología Poética. Bukowski Club, publicada por Canalla Ediciones. El Bukowski Club cierra ahora sus puertas. ¿Y ahora qué? ¿Acaso qué nos queda? Una memoria que transportar en nuestras lenguas, una semilla de otros tiempos, algunas fotos para la historia, un recuerdo común que acaso se convierta en leyenda. Ahora sé lo que somos, lo que siempre seremos. Un abrazo, hermanos y hermanas de letras, HUÉRFANOS DEL BUKOWSKI CLUB.
Os dejo un poema que escribí hace tiempo, camino de una jam, y el fantástico tema de Adrià Navarro, La puerta del Buko. ¡Larga vida a la poesía!
CAMINO DEL BUKO By Luis Morales
A veces me sumerjo en malasaña, atrás queda la tranquilidad de los muros, atrás quedan la casa y todos los buenos augurios para el que rastrea de adoquines los abismos. Qué insólito es para algunos este caminar desnudo, acaso habré dejado nuestros miedos en la orilla, sin reflejos, mientras los vecinos duermen, ajenos al sindicato del hambre. La deriva que siempre se repite: sorteo cancerberos abrigados en pachá, cruzo en rojo fuencarral y subo un poco, rozo la arista en que reclamo mi alimento: pizzas de oriente; este mundo está plagado de lotófagos; luego a veces velarde me remolca a un cercano dos de mayo, doscientos años a través de antiguos magos y bar puerto y vía láctea, o persigo la corredera de carteles y tupperwares y catrinas y motoristas y tiendas vintage y nocturnidades de peluquería; recuerdo algún graffiti alguna noche alguna pared eterna, dejo atrás el penta el triskel el enorme chino que oscurece más arriba; paso delante del angie del estarcafé del ajedrez de la portuguesa del redbar y compro tabaco aquí enfrente, soñando cañas y alitas de pollo enrabietadas; en el 25 un tal chinaski me saluda apoltronado: entra, me dice… mientras busco a old greg cockroach al otro lado de la puerta. Comienza la jam del Buko. Apúntame. Dos poemas breves, ¿eh? Qué hago aquí, cumplido mi destino de uliseida, que hago aquí parapetado como siempre en mi propia inconsistencia. A veces me encaramo sobre brumas a los cómplices murmullos de mi tiempo, a veces he deshecho este momento con la extraña sensación de seguir vivo.
Rodrigo Cortés debutó, brillante y audaz, con una sátira conspiranoica de gran potencia visual titulada Concursante (2007). Entre los muchos aciertos de la cinta me quedo con esta secuencia que describe en un modo casi onírico pero con toda rotundidad la situación económica actual.
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