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viernes, 31 de octubre de 2014

LA LEYENDA DE JACK-O'-LANTERN


Los irlandeses se llevaron a América la costumbre de hacer linternas, talladas a partir de nabos, que iluminasen el camino de vuelta a los muertos queridos durante la víspera de Todos los Santos y protegieran a los vivos de los malos espíritus. Pronto sustituyeron los nabos por calabazas ante las inmensas facilidades para el vaciado que ofrecían las famosas cucurbitáceas. El origen de esta tradición y de toda la parafernalia de Halloween está en la leyenda de Jack-o'-lantern, que os dejo aquí para que paséis una buena noche de miedo anglosajón. 

LA LEYENDA DE JACK-O'-LANTERN

Cuenta la leyenda que existía un hombre llamado Jack el Tacaño, un granjero tan perezoso como astuto y que no hacía ascos a unas buenas pintas de cerveza.
Una noche en la taberna donde Jack solía ir a beber y a jugar a las cartas hasta altas horas de la noche, éste se encontraba totalmente ebrio y, con la valentía que da el alcohol, gritaba desafiante a todo aquel que quisiera escucharlo:
 No hay nadie más listo que yo, ni capaz de superarme en inteligencia y astucia.
Ninguno de los presentes hacía caso de las fanfarronadas de Jack, molesto y furioso, Jack no iba a permitir que le ignorasen, así que volvió a gritar lleno de soberbia:
 Reto al mismo Diablo a que me demuestre si es más inteligente que yo.
La actividad de toda la taberna se paralizó, no se oían risas, ni bromas, en realidad no se oía nada, los aldeanos apenas se permitían respirar. Jack había retado abiertamente al Diablo. Todos los presentes miraban a Jack con terror, poco a poco, el bullicio empezó a crecer aunque el ambiente era lúgubre, sin alegría. Sólo había susurros ahogados y miradas furtivas.
Jack se enfureció aún más, de un salto se puso de pie tirando la silla que había estado usando y, con un puñetazo furioso, apartó la mesa de su camino desparramando todo por el suelo, y, mirando con desprecio a sus vecinos, salió del local.
Frente a la taberna, Jack vio a un siniestro caballero vestido completamente de negro y con un sombrero de ala ancha que cubría su rostro, pero los ojos del desconocido relucían con un brillo maligno en la oscuridad y le miraban fijamente.
El miedo se apoderó de Jack, aquel tipo era aterrador, pero él no se dejaba amilanar fácilmente y, con ademán bravucón, se dirigió al extraño y se encaró con él.
 ¿Qué es lo que quieres?  le preguntó con altivez.
El desconocido no le contestó, pero el brillo de sus ojos era más intenso y frio.
Jack se encogió de hombros, y con un gesto despectivo, se dió media vuelta y se dirigió a su casa. Al principio, Jack iba tan confiado y ufano como siempre pero la sensación de estar siendo seguido por alguien se iba acentuando con cada paso que daba. Empezó a mirar inquieto hacia atrás, pero no conseguía ver nada aunque la sensación era ya abrumadora, de vez en cuando creía ver la sombra del enmascarado acercándose cada vez más.
Jack aceleró el paso, tenía la impresión de oír los pasos de su perseguidor cada vez más cercanos, y el terror se iba apoderando de él, nunca el camino hasta su hogar le había parecido tan largo. Corrió. Cuando por fin llegó a casa Jack estaba completamente aterrorizado, rápidamente echó el cerrojo de la puerta y corrió a comprobar, una a una, todas las ventanas.
Cada vez que comprobaba una ventana podía ver al desconocido parado frente a la casa, esperando. Esperándole.
Después Jack esperó a ver que pasaba. La tensión y el miedo iban creciendo en él, pero no pasó nada. Cada pocos minutos se asomaba por la ventana, y cada vez el desconocido seguía allí, parado, esperando. Jack estaba desesperado, y, recogiendo el valor que le quedaba, se atrevió a salir y a volverse a enfrentar al desconocido.
 ¿Quién eres y qué quieres de mi?  le espetó Jack asustado.
El extraño le miraba fijamente, con aquellos ojos espeluznantes, y Jack creyó ver como la boca de aquel individuo se había torcido en una cruel sonrisa.
 Soy el Diablo, y estoy aquí puesto que me has retado, a mis oidos han llegado que te consideras más listo que yo.  Su voz sonaba siniestra y profunda.
Aunque muerto de miedo, Jack sonrió al extraño y lo cogió del brazo invitándole a volver juntos a la taberna a tomar sus últimas copas. El Diablo aceptó. Durante horas ambos estuvieron hablando, bebiendo y jugando animadamente, en una extraña competición de ingenios, la velada transcurría como una fiesta entre dos amigos. Durante todo este tiempo Jack no paraba de pensar en como salir de ésta aunque no encontraba la forma.
Inexorablemente, ya muy cerca de la madrugada, el Diablo le dijo a Jack que iba a llevárselo al Infierno donde purgaría sus pecados y pagaría por su soberbia. Jack sabía que había llegado su hora, aún así no se amilanó e invitó al Diablo a una última ronda. El Diablo, que lo había estado pasando tan bien hasta el momento, no vio motivos para negarse.
Al llegar el momento de pagar, Jack afirmó haberse quedado sin dinero, lo que provocó numerosas bromas y burlas entre ellos, momento que aprovechó Jack para volver a retar al Diablo:
 ¡Vamos compañero! demuéstrame tus poderes, a ver de qué eres capaz. ¿Por qué no te conviertes en algo pequeño, en una moneda, por ejemplo?
El Diablo, bastante ebrio y picado en su orgullo, usó toda su parafernalia y se transformó en una moneda. Momento en el que, astutamente, Jack aprovechó para coger la moneda y guardársela rápidamente en el bolsillo, donde previamente había guardado un crucifijo de plata.
El Diablo, atrapado junto a la cruz, no podía hacer nada para liberarse, por lo que, no le quedó más remedio que hacer un trato con Jack. Jack le liberaba y, a cambio, el Diablo no podía presentarse ante él en un año.
Así que, un año después, el Diablo se presentó puntual a su cita. Este año no habría borracheras, ni bromas, ni risas, en esta ocasión no iba a permitir que Jack le volviera a burlar.
En esta ocasión, Jack pidió un deseo antes de morir. Como bien es sabido, los últimos deseos de los que iban a morir debían de ser concedidos, por lo que el Diablo volvió a concedérselo, aunque en esta ocasión puso algunas condiciones. No iba a permitir que, utilizando algún truco, Jack volviera a retrasar su entrada al Infierno.
 Quiero una última cena. No quiero nada exótico, llevo todo el año cuidando de ese manzano, y una de ellas, esa que se ve en la copa del árbol, acaba de madurar y pensaba comérmela mañana. Desearía disfrutar de ella antes de mi muerte. Mi deseo es que me la bajes para que pueda comérmela y luego puedes llevarme contigo.
Al Diablo le pareció un deseo razonable. Sólo una manzana. Por lo que sin pensárselo más aceptó. Ágilmente subió al árbol y se puso a buscar la manzana que Jack había señalado.
Pero Jack había vuelto a engañarle, justo cuando el Diablo había subido al árbol, Jack grabó en el tronco una cruz para que este no pudiera escapar.
El Diablo estaba furioso y humillado, ¡aquel granjero se había atrevido a engañarle dos veces! Aún así, no le quedó más remedio que volver a hacer un trato con Jack.
Esta vez Jack pidió que el Diablo no pudiera presentarse ante él en diez años.
Pero el destino quiso que Jack perdiera la vida mucho antes del tiempo establecido. Tal como era, soberbio, altivo, vicioso y tramposo era completamente imposible que cruzara las puertas del Cielo y, por lo tanto, debía ir al Infierno.
Pero había un problema, el pacto seguía vigente y, por consiguiente, era imposible que Jack se encontrara con el Diablo antes de que se cumplieran los diez años. Por lo que tampoco podía entrar en el Infierno. Jack se quedaba en tierra de nadie, entre el Cielo y el Infierno, sólo y a oscuras. Jack suplicó ayuda.
El Diablo burlón, había estado esperando todo este tiempo su venganza, y esta era su oportunidad. Le negó la entrada al Infierno transcurrido el tiempo pactado, pero como burla, le lanzó una brasa que no dejaría de arder con el fuego del infierno para iluminar su camino.
Jack vació un nabo y colocó la brasa en su interior a modo de farolillo. Comenzó a vagar eternamente, sin pertenecer a ningún lado, en busca de un lugar donde encontrar el descanso final.
Desde entonces, Jack-o'-lantern, como se le empezó a llamar, ha sido visto en numerosas ocasiones durante la noche de Halloween, acompañando a aquellos que se atreven a salir esa noche, y ofreciendo a sus acompañantes un truco o un trato.

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