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miércoles, 30 de septiembre de 2009

ARDER EN MADRID


No estamos seguros de la intensidad de las llamas. La noche se presenta atiplada, con ganas de vaciarse en nuestras caras húmedas, casi grises. Pero lo que sí que sabemos es que el bueno de José Naveiras tratará de calentar nuestros ánimos ávidos de palabras, de cuentos. No, no es que prenda una hoguera en mitad de la nada, es que lo hace desde cerca, a esa corta distancia que a pocos gusta, arriesgado escritor que prescinde de las señales de humo.
Será esta tarde noche de miércoles 30 de septiembre cuando José Naveiras se decida finalmente a presentar su esperada reunión de textos, El incendio y otros relatos, publicado por Ediciones Atlantis, en el Hotel NH Embajada (c/Santa Engracia 5, Alonso Martínez, MADRID) a partir de las 20:00 horas, jalonado, empujado, presentado por Carlos Salem, que además ha realizado el prólogo del libro.
Vienen llamaradas de cuento. No os las perdáis. Imprescindible.

martes, 29 de septiembre de 2009

EL MURO


Yerra la suerte en ti, jugador de ojo trucado.
Ella agita el dado a su antojo, se enroca
con sonrisas insinceras.
Yerra la suerte, que naces en el aire y dudas,
tus aires de locura, aquello que declaras ser.
No importa, así está bien. Agonizas de amor.
Aquello que conoces, una extraña habitación,
la rueca del tiempo afilada como acero,
el cuerpo desnudo esperando entre delirios
del subsuelo, los cimientos de una torre
recalcitrante, nada de eso es tuyo,
leve escanciador sometido a las visiones.
Pero no importa, así está bien. Agonizas
de amor.
Puedes observarte y no reconocerte,
puedes sonreír a ese pozo de ardor
en el que te has metido.
Que no sepan ayudarte no importa,
si al menos agonizas, exorcízate.
Turbas se concentran ante un muro
traslúcido: todos fingen ser lo que no son.
A veces me pregunto a qué han venido.
Hay un párpado de luna a su alrededor.
Sin ira no habrá un día en que la maza
se descargue. Cuando la vida es una especie
de opiáceo. Si al menos amor. Tú lo sabes.
Porque mientras tanto
los más condescendientes
seguirán teniendo su premio,
porque los hermosos verán rostros
reflejados, maquillados, perpetrados
por la doble ineptitud. Dennos hoy
nuestro pan de cada día, brindemos
otra vez por la santa ebriedad verdadera.
Uniformidad informe, todos a una.
Enamoremos la farsa, quizás no importe.
Que al menos agonices. Así es esta comedia.
Figúrate a un albañil derribando muros,
imagina el arte polifacético de algunos
cantantes. Menos mal que tú también
agonizas de amor. Sin sed seguir aquí
sería tan ridículo como partirse
la cabeza en una utopía consistente,
tanto como remover literalmente
la mierda,

como acabar siendo
el principal sospechoso,
como callar o confesar,
como fingir lo que no eres
.

lunes, 28 de septiembre de 2009

MMMM...


Mmmm… Guapa… me ha dicho tu novio que no te gusto demasssiaaado… no me extraña… soy una arisca solitaria que se complace con cualquier caricia… a veces tengo hambre y lo demuestro, guapa… nadie conoce mi nombre verdadero, pero aún asssí siempre acudo, si es que no estoy ocupada entre carrera y carrera… me gusta el rellano del tercero, su felpudo es acogedor… pero raramente me dejan estar allí más de cinco minutos… en cuanto se dan cuenta de mi paradero suben a por mmmí… son poco listos, se creen que me engañan ofreciéndome comida… yo bajo, me da igual, con tal de no soportar durante un buen rato sus tonterías… soy glotona, lo reconozco… si es viernes he aprendido a esperar imperturbable la hora de los boquerones… mmmm… me relamo… menuda delicia… casi siempre me atraganto, tal es mi naturaleza… por lo demás no puedo quejarme… mis hermanos no han tenido tanta suerte… tu novio me ha contado que a veces los ve, hurgando entre los escombros de un hospital abandonado… pero no me deja salir… sabe muy bien que me sería difícil volver… es algo así como la llamada de la selva… ya me entiendessss… la cesta en la que duermo no está mal, y hasta tengo un barreño lleno de arena para mantenerme siempre limpia… pero añoro la libertad, aunque nunca haya tenido el placer de conocerla… soy silenciosa y, ya sé que no me crees, pero no molesto… bueno… excepto cuando me viene el celo… es como si alguien apretara un botón de fuego y entonces… entonces me revuelco como una loca en el suelo… marco mi territorio… ronroneo… mimoseo… me pego a las piernas de cualquiera… siempre busco cariño… qué asco, ¿verdad?… eso mismo pienso yo cuando vuelvo a mis cabales… porque normalmente passso de todo, ¿sabes?… estoy aburrida de que me cogan en brazos o me atusen el pelo mientras me dicen cuchi cuchi miau miau como si fuera un bebé… lo divertido es que se ponen a hablar conmigo como si yo pudiera entenderlos… bueno, sí que los entiendo, pero tengo que estar en mi papel de animal doméstico… a veces creo que hablan más conmigo que entre ellos… esta debe ser una familia de locos… pero en finnn, guapita… no te asustes tanto, que te huelo el miedo… tranquila, que no te quitaré al novio... no creo que sea para tanto… ni que te de alergia… me caes tan bien que…

domingo, 27 de septiembre de 2009

TOMAR EL TREN DEL DOMINGO


Domingo por sorpresa, domingo recital, domingo de asueto, de extrarradio, domingo de estarse remoloneando en lo que quede de la cama, domingo de periodiquíto y café rico, domingo del más lento desayuno, domingo acodado en la aspiradora, doménico apagatrompas, mitigador de resacas, dador de ibuprofenos, domingo para mirar por la ventana, para pasar la página cuarenta y dos de cualquier libro, domingo de devociones y apostasías, de parques redivivos y cañitas presupuestas en los bares, de barra calentita escapando a la tahona, de arroz caldoso y amarillo, casi esculpido, domingo de domingueros amodorrados en el cauce semiseco de algún río, de arenas vacías en playas cubiertas de agujeros, domingo de pasiones, recuerdos de domingo, domingo descorazonado, domingo de silencio o bulla, sunny day de Rastro, de Latina, Lavapiés o Dos de Mayo, domingo de Olavide, de Santa Ana, domingo de partida, de cuentistas en el Buko, domingo futbolero aunque sea sin Atleti, domingo de transistores y carruseles, domingo cinecíto, de salas atestadas por los niños, domingo de meriendas en el sol de los años, domingo de extraña manifestación olímpica, domingo de rutinas y bicicletas o domingo de sacrosanto descanso, domingo preámbulo de todo (o de nada), domingo que concluye nuestra particular fracción finita del tiempo, domingo siempre al final y siempre en el justo medio.
Domingo viajero también, este 27 de septiembre de 2009, domingo de billetes para El Tren Vertical, un domingo como este, 27 de septiembre de 2009, la espera que llena la estación poética del Malatesta (c/ Olmo, 3, Lavapiés, MADRID) desde donde partirá un tren nocturno cargado de verso y acción. Ciertamente desconocemos su destino, pero sí la lista de viajeros ilustres. Esta vez Gsús Bonilla y Sonia Fides cambiarán el rotundo tópico dominical a partir de las 21:00 horas. Seguro. No os lo perdáis. Domingo recital, domingo por sorpresa.

sábado, 26 de septiembre de 2009

LEANDRO FLOTANTE


Mentor en tu mirada,
como las olas que pasan,
primer sesgo, primera opción.
Si lábiles las dudas se desplazan.
Clásico sentido, vana luz
en mar de aliento,
sobre el turbio azul expiras,
sobre azul, en el drama
de los cuerpos descompuestos,
extinta tu labor, donde amanece.

viernes, 25 de septiembre de 2009

ESOS INMINENTES TAL VEZ DE EUGENIO MONTALE

Uno de los poemas de Eugenio Montale que más me asombran es este, que dejo en su versión italiana y mi propia traición al castellano. El texto en sí pertenece a Ossi di Seppia (Huesos de Sepia, 1925).

FORSE UN MATTINO ANDANDO IN UN’ARIA DI VETRO

Forse un mattino andando in un'aria di vetro,
arida, rivolgendomi vedró compirsi il miracolo:
il nulla alle mie spalle, il vuoto dietro
di me, con un terrore di ubriaco.

Poi come s'uno schermo, s'accamperanno di gitto
alberi case colli per l'inganno consueto.
Ma sarà troppo tardi; ed io me n'andró zitto
tra gli uomini che non si voltano, col mio segreto.

TAL VEZ UNA MAÑANA CAMINANDO BAJO UN AIRE VÍTREO

Tal vez una mañana caminando bajo un aire vítreo,
árido, al volverme vea cumplirse el milagro:
la nada a mis espaldas, el vacío detrás

de mí, con un terror de borracho.

Luego, como en una pantalla, se dispondrán de pronto
colinas casas árboles para el habitual engaño.
Pero ya será tarde; y yo me iré callado,
entre los hombres que no se vuelven jamás, con mi secreto.

martes, 22 de septiembre de 2009

AL OTRO LADO DEL ESPEJO, AÑO UNO, NÚMERO UNO


Parece mentira que las cosas estén saliendo así. Supongo que cuando todo esto se empezó a forjar no sabíamos dónde nos estábamos metiendo. Unos cuantos locos nos juntamos casi por arte de magia en pos del cuento con el descabellado propósito de revitalizarlo como género independiente y puntero. De esa urdimbre rocambolesca de ideas y mentes brotó "Al otro lado del Espejo" y su presencia misma, su nacimiento arbóreo y cálido ya no nos dejó dormir.
La dulce acogida que el número 0 de esta revista hecha por y para cuentistas, por y para lectores, nos hizo confiar en nuestros pasos, así que ahora reincidimos, cuidando con mimo al retoño, lavándole la cara de vez en cuando y mejorando lo inmejorable.
Porque vuelve, vuelve como siempre quisimos, vuelve porque quiere quedarse y crecer y gritar que el relato está vivo. La Vida Rima y el equipo de "Al otro lado del Espejo" se complacen al anunciar que el número UNO de la revista ya está disponible en la red para ser disfrutado en cualquier confín del mundo. Como siempre en dos versiones. Podéis descargaros el PDF pinchando aquí. Pero si lo que preferís es echarle el mejor de los vistazo lo podéis hacer bajo estas líneas, sin ningún pudor.




En esta ocasión los cuentistas que intentarán camelarnos son:

Guy de Maupassant
Ricardo Pligia
Hipólito G. Navarro
Lorenzo Silva
Carlos Salem
David González
Ana Pérez Cañamares
Miguel Ángel Zapata
José Ángel Barrueco
Hasier Larretxea
J. Ramallo
Carlos Ardohain
Escandar Algeet
Reyes Monje
Lola B. Gallardo
Marcos Vasconcellos
Carlos Ollero
Nacho Viñuela
Inés Martín
Carlos Frühbeck
Carmen Guzmán

Y los ilusionistas que han dado su toque gráfico ilustre a la letra son:

Lidia Litrán (portada)
Juanito Kalvellido
Leticia Vera
Ángel Rodríguez Robles
Ana Rodríguez Pastor
Beatriz Chaves
Lucía Barredo
José Naveiras
Alberto Rivas

El equipo está muy contento con el resultado del trabajo bien hecho, del duro esfuerzo acometido. Yo, como humilde maquetador de este bello engendro, quiero agradecer a mis compañeros su apoyo incondicional y la celeridad con la que me han ido aclarando el camino. Mil gracias. Ahora a disfrutar. Muy pronto tendremos la versión impresa, pero desde este momento la revista ya es vuestra. No os perdáis esta ocasión de degustarla.

lunes, 21 de septiembre de 2009

AUTOLETRATO DEL POETA QUE OBSERVA A SU ODIOSO DOBLE USURPANDO SU LUGAR FRENTE AL ATRIL


Fotografía de José Naveiras


Cada caso de violencia forma parte de la historia, incluso, sobre todo desde el anonimato y el olvido. Puede que ninguno tenga una respuesta clara, que la mayoría se acueste cada noche convencida de su saludable bienestar, sin la más mínima idea de lo que sucede fuera de la burbuja, del círculo proyectado sobre dimensiones variables. El que vive en conserva nunca protesta, salvo cuando le quitan lo suyo para repartirlo entre todos los demás. Nadie es distinto. Tampoco tú.
Qué crees alcanzar de este modo, encaramado al atril una vez más, aparentando una humildad que ya no tienes, dime qué pretendes, por qué intentas ocultar tu timidez tras lo que escribes. Pálido, pobre histrión, supones ahora mismo que nada se le escapa a tu público, el sudor de las manos, la leve agitación marinera de estos folios que surcas, sorprendido, el vibrato heterogéneo del lector que se desgaja, ajeno a la voz que le pertenece. Oh tú, que tanto aliteras, si supieras cuánta lástima promueves. Desde el cándido ardid de la palabra resultas transparente, la complicación formal a la que sometes todo, sujeto de ambición, te pone en evidencia.
Pareces desconcertado ante lo que estás leyendo, en verdad no puedes entender qué sucede, qué extraño demonio ha guiado tu mano, cómo han podido llegar hasta aquí estas comprometedoras líneas. Te preguntas quién estaba allí contigo hace dos horas, mientras parpadeabas soñoliento delante del monitor, quién te arrebató el teclado aprovechando cualquiera de tus múltiples abordajes del cuarto de baño, qué clase de misterio se coló en los circuitos durante el proceso siempre incómodo de la impresión. Pero en realidad, sobre el asunto que nos concierne, sólo cabe la opción que desestimas: a este texto corresponde un único redactor. O no, quizás así lo piensas.
Por eso yo te acuso, Luis Morales, de perpetrar una y otra vez mis argumentos, de la doblez artificial, de la exhibición del artificio, te acuso aquí, delante de tu público, de maniatar a tantos personajes en situaciones de dudosa verosimilitud, creyendo conseguir con ello el reconocimiento que se reserva a lo extravagante. Te incrimino, corolario de todo lo culpable, por ese lenguaje elitista y abarrocado, por el abuso vanidoso y sacrosanto de todos los diccionarios juntos, por el escapismo que te aleja de tu entorno y traslada mis historias a escenarios con nombres exóticos, como si ese viejo truco te hiciera más interesante y cosmopolita, como si lo que ocurre en New York o Singapur, en esa mañana que transcurre catedralicia y sempiterna a las puertas de una Roma de medioevo o más allá del éter de los milenios próximos, cerca de Alfa Centauro, no pudiera suceder aquí y ahora, aquí, y ahora. Te señalo con el dedo delator, vulgar alquimista, mero redactor alejado de la esencia, porque buscas la piedra filosofal a través de caminos demasiado concurridos. Eres otro espejo, otro llamarse Ninguno, un nuevo manuscrito encontrado, un protagonista levantado en rebelión, el enésimo sueño dentro del sueño. Desconsiderado en el plagio, as del disimulo y el parafraseo, actúas como si jamás hubieran existido aquellos a los que les debes todo, como si esa estantería que compartes en el salón de casa, ordenada al ritmo obsesivo del alfabeto, sostuviera tan sólo pieles marchitas, carcasas de serpiente envolviendo el vacío…
Yo te hiero, en fin, amigo mío, yo te culpo sin perdón posible, porque a pesar de todo sigues empeñado en interpretar que eres tú mismo, el dueño de lo revelado, el que remueve las conciencias, te traiciono porque en el fondo, bajo ese disfraz de malditismo que elaboras cada día, reside la secreta banalidad de perpetuarte, de algún modo, más allá de la muerte, de tu miedo a la muerte, de la única manera en la que crees en el más allá.
Supongo que estarás confuso. Sí, pareces desconcertado ante lo que estás leyendo, en verdad no puedes entender qué sucede, qué extraño demonio ha guiado tu mano, cómo han podido llegar hasta aquí estas comprometedoras líneas. Te preguntas quién estaba allí contigo hace dos horas, mientras parpadeabas soñoliento, mientras... No lo pienses demasiado, no vale la pena. Durante un buen rato te sentirás un poco raro, aturdido, violentado en cierto modo por los acontecimientos. Cada caso de violencia forma parte de la historia desesperada y trágica de la humanidad. Es muy simple. Nadie perdería su tiempo viniendo hasta aquí para juzgarte. Haz lo que debas. No creas en fórmulas mágicas, en ostentaciones baratas. Esta vez tampoco habrá ninguna esfinge dispuesta a proponerte un acertijo a la vuelta de la esquina, ningún iluminado capaz de descubrirte para siempre. Sólo queda perseguir eso intangible que buscas por ahí desde tu primer grito, todavía hendido en tu madre, adherido al cordón. Recuerda aquella vieja historia, la de las águilas de Zeus que sobrevolaban los cielos cercanos a lo que después sería el apolíneo santuario de Delfos, portando entre sus garras todas las obsesiones del dios de piedra, recuerda el cruce de vientos donde se encontraron, cómo vino a resbalárseles el destino en pleno estupor aéreo para incrustarse en las primeras estribaciones de la ladera, muy cerca del monte Parnaso, y cómo el dios portador de Égida, después de mucho deliberar, optó por dejarlo allí, gran Ónfalo, en el mismísimo ombligo del mundo, y establecer allí un oráculo.

viernes, 18 de septiembre de 2009

CARPA


Cómplices metódicos, la paulatina decadencia del síntoma y el último de los misterios y la estrategia de las sinfonías penetran la pantalla, la carpa y el burdel de electrostática.

Un elefante sacude con su trompa a los vehículos desatascando los peajes nocturnos, exprime los costados de los aparcamientos, perturba el interior de circunvalaciones, arrastrado a través de la noche por una paz asfáltica. Carromatos. Una ópera atroz se derrama, varias veces por segundo, en los lavabos imposibles del circo. ¡Oh sublime espectáculo! Los payasos se encabalgan a sus saxófonos implorando más cerveza, más amor, cualquier única razón que no se explique. Acróbatas ebrios esconden las garrafas bajo un manto de genuflexiones. Tigres bengalíes mordisquean huesecillos. Música que asombra a los faquires.

Cerraremos los ojos al unísono temblor de las comparsas, al mágico alléhop de las contorsionistas, como niños de otro tiempo y otro sueño.


jueves, 17 de septiembre de 2009

AMARGO PLUTÓN EN EL VIENTRE AÉREO

Ilustración de Igor Heras

Estoy seguro de que si pudiera elegir el medio de transporte, Daniel Herrera, o Amargo Plutón (como gustéis), nuestro poeta de varia fortuna, se habría subido a la grupa de cualquier pájaro de buen agüero que pasase por aquí en su camino del Oeste, pero mucho nos tememos que si en estos precisos instantes surca el océano camino de América lo estará haciendo en las entrañas de algún enorme artefacto metálico mientras cruza zonas horarias y le gana tiempo al tiempo antes de su retorno a la cotidianeidad californiana. Aún así estamos seguros de que no es un retorno amargo, porque vuela en la mejor de las compañías (y no me refiero a las aéreas, sino a las que con él comparten nombre) y lleva las maletas cargadas de libros, las pilas del cuerpo cargadas de energía, las circunvoluciones del cerebro cargadas de experiencias y novedades y recuerdos y voces que conservar durante el breve tiempo de ausencia.
Desde aquí, con los pies anclados en la tierra, estamos seguros de ello y además certificamos lo innegable: que lo llevamos poética, literaria y literalmente acodado en nuestro corazón. Bon voyage, mister Herrera. Nos veremos pronto.

Daniel Herrera es Amargo Plutón.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

TYLER DURDEN O LO QUE SOMOS


Hoy mi hermano me ha recordado una de las definiciones del hombre contemporáneo más demoledoras que jamás haya leído o escuchado. La suelta esa excrecencia mental, esa especie de atemporal y redomado Mefisto manipulador llamado Tyler Durden en El club de la lucha (Fight Club), novela publicada por Chuck Palahniuk en 1996 y llevada con gran talento a la gran pantalla por David Fincher bajo el mismo título en 1999. El caso es que Brad Pitt y Edward Norton se salen de esa pantalla con sus desbordantes interpretaciones y el montaje a ritmo de videoclip que sustenta la película es francamente acertado, pero por encima de toda esa espectacularidad y de los sorprendentes giros del guión (de la novela), por encima de todo eso quedan los guiños, los discursos, los actos proscritos, los diálogos, las raíces de un texto abrasivo y actualizado que pone en su sitio a esta estúpida sociedad de consumo (que nos consume y nos seguirá consumiendo). Os dejo la tan trillada frase (gracias Jose):

Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine, o estrellas del rock. Pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados.


martes, 15 de septiembre de 2009

LOCUS AMOENUS


Ninfa en el agua, de John Maler Collier


Acudo hasta aquí desde el vientre en el que brotan los arroyos,
donde la ladera se hace junco y madreselva,
allí donde estrellas entrecruzan sus senderos de aire,
distantes, seguras, ahora...
que ya duermen profundas las fieras de la noche.

lunes, 14 de septiembre de 2009

LA TRIPLE TRAICIÓN (KEROUAC, GINSBERG, LUIGI DANTE)


Triple impiedad la de atreverse a traducir al Ginsberg que juega a traducir a ese Kerouac que trata de transcribirse a sí mismo. Puede darse un incómodo error de sintonía, que la señal acabe siendo demasiado débil, y que las palabras postreras (y postradas) ya no tengan nada que ver con los ritmos velados en la primera fuente (el genio). Benevolencia para el traidor.

A TRANSLATION FROM THE FRENCH OF JEAN-LOUIS INCOGNITEAU*

My beloved who wills not to love me:
My life which cannot love me:
I seduce both.

She with my round kisses…
(In the smile of my beloved the approbation of the cosmos)
Life is my art…
(Shield before death)
Thus without sanction I live.
(What unhappy theodicy!)

One knows not-
One desires-
Which is the sum.

Allen Ginsberg
*(Kerouac translated by Ginsberg)


UNA TRADUCCIÓN DEL FRANCÉS DE JEAN-LOUIS INCOGNITEAU*

Mi amada que no quiere amarme:
Mi vida que no puede amarme:
Absorbo ambas.

A ella con mis besos rotundos…
(En la risa de mi amada la aquiescencia del cosmos)
Vida es mi arte…
(Escudo ante la muerte)
Así sin castigo vivo.
(¡Qué infeliz teodicea!)

Uno no sabe-
Uno quisiera saber-
Cuál es la suma.

sábado, 12 de septiembre de 2009

PÁJAROS DE PLOMO


Sólo quedarán el lento abismo
que pájaros de plomo sobrevuelan,
la piedra sola, el hombre solo,
la mano en el cincel impertinente,
la vanidad fantoche de la huella,
el frío acero de papel,
la luz,
la sed,
la realidad,
la nada trepando
por las crestas aúreas,
el viento que borrará
en silencio
nuestros
últimos

viernes, 11 de septiembre de 2009

CAÍDA Y ASCENSIÓN DE LUIGI DANTE, GUIADO POR LAS SOMBRAS DE LA NOCHE (RELOADED)


Ante la dificultad casi insalvable de volver a los orígenes de las cosas, por una vez, y sin que sirva de precedente, retorno al relato con el que empezó todo y que ha dado nombre y apertura a este blog para que aquellos lectores que han llegado hasta aquí en los últimos tiempos tengan una visión, si cabe, más obtusa y directa del mismo y/o de su humilde autor. Paciencia y valor ante sus dimensiones. Que lo disfrutéis.

CAÍDA Y ASCENSIÓN DE LUIGI DANTE, GUIADO POR LAS SOMBRAS DE LA NOCHE

...e io, sol uno
m´apparecchiava a sostener la guerra
sí del cammino e sí de la pietate,
che ritrarrà la mente che non erra.
Inferno, Canto II (vv. 3-6)
Divina Commedia
DANTE ALIGHIERI
TRAD.
(;y yo solo
me disponía a sostener la guerra,
contra el camino y contra el sufrimiento
que sin errar evocará mi mente).

A mitad de camino del árbol más próximo fui abordado por la insistencia del Manu, nuestro baterista. Así es la histeria. Agitada caja de plástico, viajero en Malasaña cualquier noche. We only come out at night. A pesar de lo propicio del momento, no estaba en las mejores condiciones para ejercer como líder de los indecentes The Güelfos. Cierto pastelito ofrecido durante la cena parecía querer complicarme la existencia, de modo que escuchar de un tirón la nueva maqueta que aquel aporreador de tímpanos había elaborado con tanto fervor artesanal no era, por entonces, mi prioridad.
-¡Métete el
Protools donde te… brrrrragh!
Acodado sobre una papelera huérfana sentí eclipsarse a mi estrella. Cómo imaginarme a mí mismo, culo veinteañero, terco Luigi Dante de la voz lacerada, cómo hacer propios la rutilante identidad, el esquizofrénico talento visible de los desconocidos
The Güelfos mientras mi yo se vertía sobre los setos del Dos de Mayo, con el alma perdida doblándoseme a la vez que el estómago.
-¡Brrrrragh…!

Resbalé sobre la humedad de las hojas muertas mientras el majadero del Manu se marchaba con su música a otra parte. No sé entonces cuál fue el temor de mi pensamiento. Algo viraba en la cordura, sujeto a las aspas torcidas de un helicóptero.
Punchdrunk. Caí en una oscuridad profunda, parecida a la muerte. Aunque pronto mis ojos se acostumbraron a juzgar lo que veían a través de los jirones de la penumbra. Un valle desolado me aguardaba a los pies, allá por donde las luces se perdían. De alguna manera encendí un cigarro y, con paso vacilante, comencé un descenso de esperpento hacia la llanura. Mientras bajaba la empinada cuesta un riff extraordinario se levantó entre los arbustos para despertar mis sentidos. Silbé la melodía y la guitarra respondió de nuevo, dando en la continuación una promesa de alivio. Cuando aquel cuerpo decrépito, que como espectro demencial adherido al mástil de una Fender abandonaba aquella quietud, cuando aquel saco de piel y huesos quiso adelantarse entre las sombras tuve la sensación de estar hundido en las aguas turbias de un milagro.
-Escúchame, quien seas, sombra o ser vivo.

La calavera brilló en el anular de la mano derecha. Arriba, desmedida, su boca se torció con la habitual mueca sardónica. No despegó los labios, y sin embargo creí captar con claridad sus palabras.
-Hombre no soy, mas hombre fui. No recuerdo el día en que nací ni se me ocurre un jodido lugar mejor que este para palmarla. Je, je. Rockero fui, y alguna que otra canción regale a los
Balas Perdidas entre juerga y juega. Pero…
Aquella sombra mudó el gesto, contrariada. Marcó un acorde de
Tumbling dice y continuó.
-Tú no deberías estar aquí, pequeño bastardo. Juraría que aún no ha llegado tu hora, pero… en fin…
Me regaló una higa, se guardó los dedos y dio media vuelta dispuesto a marcharse. Tuve que esforzarme para sujetarle por el cuello de la detestable chaqueta de leopardo que llevaba puesta. Anclado en la moda de los ochenta, el individuo me miró sorprendido.

-¡Pero tú, tú eres Keith Richards!

-No me digas –aceptó sin ganas-.
Get off of my cloud.
-Qué, qué coño está pasando, esto es una locura. Estoy aquí, en mitad de la nada, junto al que considero mi modelo y mi maestro. No, no lo entiendo. Mi no comprender. Debería dejar la marihuana por un tiempo. Qué pasa. Qué hacemos aquí. A dónde vamos. Y por qué te está sonando la guitarra, así, desenchufada…

-¡Eh, eh, para el carro!
Keith Richards chasqueó los dientes y se sacó una púa del bolsillo.-No me toques demasiado los huevos, chaval. La alegoría es tuya.
Se lanzó sobre el tercer traste con destreza.

-Se supone que estás en el Infierno, ¿vale? Y ya que tanto me evocas, aquí me tienes, soplapollas, para servirte como guía.
Pescó un tic extraño en el ojo, guiño de insana perfidia. -El Infierno –rumié-. ¿Acaso merecemos… merezco estar aquí?
Keith Richards volteó la cabeza como la niña de
El Exorcista. Aquel pedazo de sátrapa leía el pensamiento.
-Oye, listillo. Tú sabrás lo que quieres, lo que has hecho. En cuanto a mí, no se si estaré vivo o muerto –se relamió-, pero esto no parece estar tan mal. Es mejor que un buen viaje. Si permaneces calladito puedo hacerte un recorrido de lo más… je, je, demoledor.

-Llévame donde quieras –le propuse, alucinando.

-¡Pse! ¡Vale! Si te va esta mierda de eternidad, sígueme.
Así comenzó pues mi descenso, amarrado a las piernas torcidas de Richards,
pledging my time. Afortunado por tan grata compañía dejé atrás aquella extraña tierra. Aunque pronto empezaron a dolerme los pies, hartos de pisar tanto guijarro en punta, tanta roca de Monegros anodino. Me fijé en Keith Richards. El muy fantasma me precedía flotando sobre las piedras.
-Je, je –rió sin volverse-, te jodes.
Había vuelto a leerme el cerebelo. Señaló su mano cadavérica el límite del cielo. Luz neón azul no lejos,
from dusk till dawn. No tardamos demasiado en llegar a la entrada del más extraño macroconcierto. Inferrock 09, rezaba el cartel. Alice Cooper e Iggy Pop, duelo en el escenario. The Byrds en la jaula de los leones. Talleres de rastas, tatuajes, piercing y marcas al fuego. Triple seis. Zona de pirateo. Porros, libros, tijeras, discos de OT para el tiro al blanco. Y en la carpa principal, rave a todas horas, invitados especiales, fumarolas, colegiales embadurnados en aceite de motor, vibrando al ritmo del highway to hell. Todo gratis. Keith Richards se disponía a cruzar el umbral cuado percibió de golpe todas mis incertidumbres. Miró a lo alto, donde también pudo leer:

I don´t question our existence.

I just question our modern needs.

That God´s in crisis. He´s over.

Welcome to fascination street.


-¿A qué esperas para entrar? – y escupiendo algo negro en el suelo Keith Richards introdujo sus botas al otro lado de la puerta para olvidarse de mí. No tuve más remedio que correr tras él, consciente del horror en el que estaba penetrando.
Lo encontré a pocos metros de allí, parapetado sobre un sucio promontorio, tarareando una vieja canción que no llegué del todo a identificar, pues tanto era el rumor, tantas las sombras, las chupas de cuero que deambulaban sin sentido llenando de blasfemias el aire, que resultaba imposible escucharse a uno mismo, y mucho menos aún entender lo que mascullaban los demás. Sorteé aquel bosque de alaridos y crestas multicolores como pude hasta llegar al lado de mi mentor. Desde la pequeña elevación pudimos contemplar el tumulto de manotazos, los hombros destrozados por el impulso giratorio de cuerpos adrenalínicos que bandeaban como en mitad de un torbellino inabarcable. Conmovido por aquella furia pregunté:
-Qué coño pasa ahí abajo.
Y Richards contestó sin inmutarse:

-Nada… una sesión de los
Sex Pistols. El premio para los indiferentes.
-Pero, ¿qué hacen aquí?

-Tocar hasta la perpetuidad las canciones de
Never Mind the Bollocks. Toda una negación del rock&roll. Je, je. Deben tener los dedos descarnados. Venga, larguémonos, estoy harto de tanto punky.
Hice caso a Keith Richards sin entender media palabra de lo que me había dicho. Seguí sus pasos cabizbajo y meditabundo, preguntándome si todo esto no era más que el fregado de mi enferma imaginación.
Wicked world. Tan envuelto iba en mis propios pensamientos que estuve a punto de caer de morros en las profundidades de un lago cuyas aguas, infectas, parecían no recomendar el baño. Una colleja de Richards en el último instante me salvó del chapuzón.
-Y ahora qué… -Resulta que tenemos que cruzar el charco para llegar a la carpa principal, colega. Una fila de almas esperaba impaciente su turno.
They´ll shit in a river. Todas se apiñaban, perplejas, ufanadas por encontrar un sitio en la marabunta. Pero cuando el excéntrico músico y productor Frank Zappa apareció vestido de mujer sobre la barca que debía llevarnos al extremo opuesto del lago fueron muchos los que se echaron hacia atrás. Atizador del flower power, Zappa volteó el remo sobre su cabeza.
-¡Ay de vosotros! – vociferaba -, no esperéis la salvación. Os llevaré a la otra orilla, donde la oscuridad, el hielo y el fuego no tienen fin.

Richards se adelantó un poco para charlar con el barquero.

-Venga Frankie, pásanos al otro lado. Ya sé que este pardillo no está muerto, pero no veo la hora de perderle de vista. Cuanto antes le deje en la carpa mejor.

Las pupilas del barbado Zappa brillaron como briznas de fuego para luego calmarse.

-Todavía me debes un par de tripis, así que hasta que no me pagues, va a ser que no.

Keith Richards me miró de reojo con fastidio, dejó la guitarra en el suelo y rebuscó, sin éxito, entre los gayumbos.

-Nada, tío, hay que joderse. No me quedan.

Así que Zappa partió sin nosotros, no sin antes hacerme estremecer con un “ya te llegará el turno”.
You´ll find another soldier. Comprendí la poca gracia que este viaje le hacía al bueno de Keith, así que me dispuse a no alargar su sufrimiento. Iba proponerle que lo dejáramos, que me podía acompañar a algún lugar cercano a la realidad, que ya me las apañaría yo para salir del túnel y todo eso, cuando de repente la tierra tembló bajo nuestros pies y caí al suelo, desvanecido, extraño como aquel que sueña que está dormido.
Desperté bajo el fragor de un trueno, o al menos eso me parecieron los chirridos que la
Fender de Richards descargaba ahora sobre mi oreja.
-Vamos, gandul –su dedo de calavera me tocó el entrecejo-, despierta. Ahora tendremos que coger un atajo.

Me hizo levantarme y me empujó, temerario, hacia un camino que discurría al filo del abismo.
-Baja –sugirió con insistencia. Así nos introdujimos el ciego mundo. En medio de la oscuridad total Richards me describió lo que yo no podía ver.
-Estamos pasando por una especie de limbo, ¿entiendes? -No.
-No entiendes nada… ¡aughh!... la hostia… perdona Charly, no te había visto… aquí todos van a trompicones. No merecen estar abajo del todo, porque eran buenos, muy buenos, pero no… hola Miles… no pueden acceder a la carpa porque, cómo explicártelo, ya estaban antes. Son parte del germen, la semilla, ¿lo coges?

-No.
-Muchas luces no tienes tú, tampoco… ¡hombre Ella!... ¿cómo te va?...
-Es que…

-Aquí están las grandes estrellas del
jazz: Parker, Davis, Armstrong, Coltrane, la Fitzgerald, por supuesto, y el camarada Ray Charles, que se mueve en esta oscuridad como pez en el agua… y Nina y Thelonius y Django y Chet… y tantos otros… que en su enormidad conocieron la evolución, la subversión, la desmaterialización de la música hacia distintos derroteros…
-¿Y qué pinta aquí B.B. King?

-Lo mismo que Robert Johnson. Embriagarse con su
blues de carretera. Es una pena. El primero que entró en la carpa fue ese flipado de Little Richard.
-Ahhhhh… vale.

Mi guía se dejó de cháchara y agarrándome por el brazo me llevó hacia una tenebrosa estancia. Al intentar atravesarla un sujeto vestido como Elvis nos salió al paso.
-Dónde creéis que vais– nos soltó mientras movía, ridículo, las caderas.
Richards y yo nos miramos, ya de vuelta de todo. Después de todo lo que me había estado sucediendo, supuse que aquel tipo disfrazado de Elvis era Elvis.
-Vamos a ver –me dijo-, quién eres tú, culito de melocotón. No me produjo buenas vibraciones. Hasta llevaba la capa. El caso es que no nos dejaría pasar sin haberle contestado a su pregunta.
-¿Quién eres tú y de qué tienes miedo?

What is and what should never be
. No puedo explicar lo que sucedió entonces, pero aquel estúpido embutido en un mono blanco parecía tener un poder especial que estrujó mi mente, la zarandeó en lo más recóndito y supo exprimir de ella mi más honesta confesión:
-Soy yo, Luigi Dante, vocalista pendenciero de los impresentables
The Güelfos, tengo infinidad de sueños, ambiciones, capacidades que explotar, virtudes que mostrar a los demás, talento… me comería el mundo entero… descendería a los infiernos, vendería mi alma al diablo si fuera preciso… por un pedazo de… …y tengo miedo a no poder… a no llegar… a rendirme… acostumbrado al fracaso constante… a la indiferencia… a la derrota…
Richards tragó saliva durante el segundo eterno de silencio que sucedió a mi respuesta. Elvis se balanceó pensativo y, después de sopesar la situación, se encogió de hombros y pronunció su dictamen:

-
That´s all right. Pasad, muchachos. Lo que vimos al irrumpir en la bóveda sulfurosa que nos aguardaba más adelante podría ser definido como estupefaciente. Siluetas aladas se abatían sobre los desventurados. Un fulgor escarlata se encadenaba a los recuerdos cautivos. Bloody fortune. Las memorias incorpóreas se desprendían, gotas de agua bullente, desde el cenagoso pavimento, sumidas, esfumándose, arrastradas por la irreversible atracción del ombligo del mundo. Yo ya no tenía rostro. Sentí cerca del hombro la presencia transparente de Keith Richards. Ante mí no advertí nada. La Fender era el último lazo físico que me ataba a la realidad. Cuando las cuerdas empezaron a moverse solas al ritmo de Sympathy for the Devil la tierra volvió a regurgitar desde lo más profundo. Nuestras esencias fueron entonces absorbidas por el más oscuro de los agujeros. Black hole. I lost myself on a colder night. Como aquel que en el sueño ha percibido algo y al despertar recupera aquella pasión que queda impresa. Recuperados los cuerpos, los alientos. En mitad de tantas vaguedades recuerdo al amenazante bicéfalo que bloqueaba el paso en el pórtico postrero: Cerbero Gallagher sacudía sus cabezas gemelas mientras el ambiente se iba cargando a consecuencia de sus apestosos eructos.
-No te preocupes, chaval.
Richards leyó por tercera y última vez mi mente. No sé cómo lo hizo, pero de pronto se sacó de la manga un par de
Budweiser que agitó delante del perrazo mutante.
-Ya conoces a este –sonrió con sorna-. Más que Can Cerbero, le conocemos por aquí como Cerve-cero.

Y sin pensárselo demasiado arrojó lejos las latas, sobre las que se abalanzó, meneando alegre el rabo, nuestro entusiasta monstruo bicípite.

Traspasamos el umbral de la habitación ígnea. Los muros en llamas ceñían la escasez del aire con su mefítico soplo. En el centro de la estancia una extraña criatura enmascarada se solazaba, recostada sobre una cama redonda envuelta en seda negra. Richards hizo una genuflexión impropia de él y me obligó a repetir el gesto.

-Estás ante el Señor de los Infiernos.
It´s no time for angels.
La figura se estremeció sorprendida. Luego nos indicó con una de sus uñas negras que nos acercáramos. Keith Richards me impulsó hacia los brazos de la Bestia.
They say he didn´t have an enemy.
-No es nada, colega –me soltó el muy capullo-, para subir a la carpa principal tienes que pagar un precio. Es como el sello del pasaporte, la calcomanía, ¿sabes?

Lucifer me metió una pastilla en la boca y antes de que pudiera darme cuenta extendió ante mis ojos el contrato. No hace falta incidir en que la firma se realizó con sangre. Cumplimentado el trámite, aquel ser repugnante se quitó la máscara, dispuesto utilizarme para pasar un buen rato.

-
Who´s bad? -, me decía la boca letal de Michael Jackson un segundo antes de desvanecerme. Como aquel que se desprende pesadamente de las telarañas del sueño abrí los ojos, atravesados por un dolor ambiguo. Keith Richards me observaba encorvado sobre los calcañares.
-Lo has conseguido Luigi Dante –me echó una mano para incorporarme-, ahí tienes la escalera hacia el Paraíso.
Stairway to heaven. Sólo tienes que subir los doce mil travesaños que te separan de la superficie. Emocionado, le pedí que me acompañara.
-No puedo, tío –me miró con melancolía-, me he hecho tantas transfusiones de sangre que ya no soy el mismo. Anda, vete.
Fundidos en un largo abrazo, nos despedimos allí mismo. Me regaló una de sus púas, se guardó los dedos y dio media vuelta dispuesto a marcharse, como animal a una
Fender pegado.
Ascendí a través del empinado tubo que me llevaba a la salida. Después de un tiempo que se me antojó interminable comencé a ver la luz al final del túnel. Al llegar al extremo superior de la escalera me di cuenta de que el paso era impedido por una de esas malditas tapas de fundición. Reuní todas mis fuerzas en un último esfuerzo hacia la libertad. El metal sonó quebradizo en aquel espacio diáfano al que emergí. Luz, sólo luz.
The days are much to bright. Sobre mi cabeza desfiló la inmensidad del mundo, envuelta en la intercambiable variedad de sus rostros. En la cúspide de todas las alturas se desprendió la imagen envidiada, la rosa de perfección.
Allí dispuestas se congregaban en predilecta armonía las sonrientes efigies, las almas elevadas, los ángeles suntuosos, las prestigiosas manos y lenguas de los que hicieron de la nada una leyenda: allí estaban, entre el karma y el deseo, Jimmy Page y Eric Clapton, y no muy lejos una regocijada Janis Joplin henchía sus cabellos de margaritas. ¿Van? Lou Reed y David Bowie jugaban encendidos a la rayuela mientras que Hendrix los observaba con la guitarra entre los dientes. ¿Dónde está Jim? Más arriba, Bob Marley saludaba al sol, Jeff Buckley afinaba la voz y Leonard Cohen la poesía. Alguien se largó para buscar a Van. O a Jim. En el penúltimo círculo Mick Jagger promulgaba su insatisfacción por no tener cerca de su querido Keith, pero esta era la única nota discordante en un panorama en el que Tom Waits se jugaba los cuartos con el Bob Dylan más sensato, Van, sí, Van, se desquitaba de tanta ausencia y Jim, pobre Jim, se disponía a resucitar en París un día de estos.
En el centro de la rosa refulgente, vértice primerísimo, circundada por los cuatro evangelistas, residía ella. Imagina un mundo en el que George, Ringo, Paul y John ejecutaran, extáticos, la versión más etérea de
Lucy in the Sky with Diamonds. Imagínate el primer motor inmóvil, la luz de la que todo surge, imagínate a Dios con su semblante, su psicodelia.
Yoko Ono me miró y de sus ojos surgió un río de sabiduría al que me aferré, impaciente de sed, caudal del que bebí hasta fundirme, confundirme en sus profundas y sosegadas aguas.
Como aquel que ha descendido a los infiernos y después ha superado el abismo sin miedo a la derrota, como aquel que ha contemplado la intensa llamarada de la vida misma recobré la conciencia esta mañana, pergeñado en la molicie del lecho, acomodado dentro de la franela dadivosa del pijama. Como aquel que ha puesto fin al coto de un tiempo perdido me he mirado en todos los espejos y he descubierto el rostro de mi padre en el mío mientras se propaga por el aire esa música de los
Doors, aún remota, de la única manera en que me permito aceptarla ahora, cuando resuenan en un tocadiscos cercano los primeros y desconsiderados acordes de The End.


jueves, 10 de septiembre de 2009

EL REY SEGÚN SALEM


No es por nada, pero tenemos bien cerca a lo mejorcito en novela policiaca contemporánea desde los tiempos de Pennac. Ahí tenemos a Carlos Salem moviéndose como pez en el agua a través del complicado mar calmo literario para asombranos con sus historias hilarantes y distintas, ahí lo tenemos, como siempre, atreviéndose con todo, creando intrigas originalísimas o dando vida y calidad (calidez) a sus personajes. Por atreverse, se atreve incluso con la propia cabeza de la institución monárquica y aunque, como siempre se dice, cualquier parecido con la realidad (o con la realeza) es mera coincidencia, a todos nos gustaría descubrir esa versión del rey según Salem.
Quien quiera preguntárselo personalmente puede encontrarlo esta tarde de 10 de septiembre de 2009, hacia las 19:00 horas, en la Sala Ámbito Cultural (en el Corte Inglés de Serrano 52, 7ª planta). Allí hablará de su última novela Pero sigo siendo el rey (Editorial Salto de Página), presentado por David Torres. ¿Qué diría el rey de sí mismo? Nos quedaremos, eso sí, con esa duda, porque S.M.D. Juan Carlos I de Borbón estaba invitado al acto, pero declinó gentilmente la invitación para no robarle protagonismo a esta novela y a su autor.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

BUKOWSKI CLUB WEDNESDAY NIGHT POETS



How many bards gild the lapses of time!

¡Cuántos poetas hacen de oro el curso del tiempo!

JOHN KEATS



Hoy he visto: muchas son las horas desatendidas.

El sol somete el trayecto a las olas de semilla,

el ojo se convierte en lágrima austera, el ojo,

con esa forma de rostro acuchillado.

Lo sientes: algo te ciñe la frente.

Halos de voz se esparcen sobre la tierra virgen,

rasguños como pentagramas, dedos que se alargan

como cuerdas de guitarras y a veces comas,

silencios soliviantándose en las curvas.

Ella segará los acertijos plantados en la barra.

Él irá buscando algún abismo del que sacarnos.

Un océano de olores dilucida el hielo,

las lenguas jóvenes trepidando ajenjo por las esquinas,

algunos lotófagos que bloquean la salida porque no,

no hay sitio en el vagón que flota por encima del sueño.

Escuchemos: al fondo la caverna que divide los cuerpos.

Muslos de la otra, sombra compartida de la noche

mientras en lo alto siluetas de luz y mensajes suceden,

señales, arquetipos de una imagen auditiva.

No lo sabéis: algo os ciñe la frente.

El misterio y el miedo y la inquietud insolentes,

el aire puro que trae el humo de cigarros quiméricos,

fresca libertad todavía, fresca noche de odaliscas

que sujetan su volumen a este ritmo de viento.

Demasiada profundidad en el crepúsculo,

halos de voz que se esparcen sobre la tierra virgen.

Ellos son,

ellos han sido.

Los que forjan cada noche de palabras el aire.

Ellos.

Los que acaso hagan de oro este pedazo de tiempo.