Cómo saber que no estoy muerto,
dónde demonios estoy dentro del sueño,
acaso aquella antorcha fugaz que ondea,
vencida por el peso, perversa, crea en mí.
Cómo saber que no estoy muerto
si aún proliferan las últimas larvas
que nacieron por amor en este mundo,
si todavía persiste la fe en los libros,
como si la trascendencia de ser
fuera algo más que un simple truco
de la mente, charlatana que todo lo colma.
Pudiera vivir en el engaño,
habitar para siempre mi cabeza,
hoyo de apetitos que resisten
siempre tropezando una salida.
Tengo otra verdad, tengo la chistera aquí,
errabunda entre los objetos móviles:
sin tacto ni pensamiento
nada bastase para descartar la vida.
Vana incertidumbre,
maldita entropía.
Cómo saber que no estoy muerto.
Cómo disolver la extraña seducción
de un dios desahuciado y quieto.
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