La noche se mueve, y es mi sustento tu recuerdo. Campo abierto. A lo lejos las luces de una ciudad. Hacia allí marcho, devorando los kilómetros frenético, buscando tu recuerdo. Acantilado a tu cuerpo exhalo permeabilidad, labro el labio para encontrarte más allá de la membrana dormida, donde no me escuchas. Llego a una casa en las afueras, su abandono confirma mis sospechas. Calla la mano que siempre ha intentado escribirte, renuncia mi mente ajena a las palabras. Derribo la puerta con violencia, me abalanzo sobre las escaleras que sorteo, de cuatro en cuatro, extenuando la pulsión de las zancadas. Que tu piel aparte este temblor, que haga legibles los garabatos de mi lengua trazadora. En el dormitorio la penumbra, las sábanas que hunde el polvo. Tu recuerdo. Soy voluntad coartada, circunstancia, síntoma brutal de los ambientes. El género de mi voz es hermético y disparatado, atrapa la gran trampa, se parece a la locura. Busco el interruptor. La lámpara chasquea y se ilumina, mortecina e hiriente. El disco de Coltrane rasga y zigzaguea las horas bajo la nube mínima de una aguja. Sobre la mesilla te encuentro, asida a mis brazos para decirme quién soy desde el pasado de esa foto imposible, perdida ya en el tiempo. Dime dónde estás. Mientras te respiro con terquedad comprendo lo que me violenta de un ardor tan desesperado. La noche se mueve. Levanto la vista y me veo reflejado en el espejo. La noche se mueve. Por primera vez me observo. Acaso el despertar. Dos ojos que brillan perplejos. Nos desfigure las vidas. Único rasgo humano que se distingue. Acaso volvamos a mirarnos con la insensata lucidez de los desconocidos. En el helado acero de un engendro mecánico.
Si quieres conocer el resto del relato, aquí tienes los enlaces:
La noche se mueve (I: Algo se mueve)
La noche se mueve (II: Minotauro)
La noche se mueve (III: Diagnóstico)
La noche se mueve (IV: Un nombre en un susurro)
La noche se mueve (V: Pastilla verde, roja, azul)
La noche se mueve (VI: Anestesia)
La noche se mueve (VII: Cobaya)
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