Pages

Mostrando entradas con la etiqueta La noche se mueve. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta La noche se mueve. Mostrar todas las entradas

sábado, 19 de julio de 2014

LA NOCHE SE MUEVE: (VIII: CYBORG)


La noche se mueve. Estoy despierto en la oscuridad total. Sólo la onda verde, oscilante, permite intuir una presencia. La noche se mueve. Sé que llega la hora. La puerta se abre y una silueta sigilosa entra en la habitación. La jeringuilla brilla tenuemente al acercarse a mí. Pero no quiero, ya no quiero más, me niego a entregarme, me sublevo como nunca, concentro el fulgor de la rabia en el último esfuerzo y sin saber cómo arranco de cuajo las ataduras. La figura se detiene desconcertada un instante. No tiene tiempo de gritar porque descargo los dos puños sobre ella derribándola. Eufórico, me incorporo con lentitud, desprendiéndome de los cables entre tinieblas. Abro la ventana. Las nubes inundan el cielo. La noche se mueve, la oscuridad me acompaña. En los pasillos cunde la alarma. Cuando los celadores irrumpen salto al vacío con determinación desde el tercer piso y perplejo me levanto del suelo sin sufrir el menor daño. Palpo mi cuerpo en la tiniebla. Entonces comprendo que no siento, no hay tacto, mis manos tocan sin encontrar algo más que el helado acero de la nada, como si tuviera atrofiado el sistema nervioso. Huyo, huyo en la noche que se mueve sin saber hacia dónde me dirijo. Salto la valla furibundo y me pierdo en un bosque espeso, huyo arrastrado por la mente silenciosa, invulnerable. Tal vez me esté volviendo loco. No quiero encerrarme en el mutismo de los pensamientos, no. Sigo huyendo y grito, grito, para sentirme al menos vivo.
La noche se mueve, y es mi sustento tu recuerdo. Campo abierto. A lo lejos las luces de una ciudad. Hacia allí marcho, devorando los kilómetros frenético, buscando tu recuerdo. Acantilado a tu cuerpo exhalo permeabilidad, labro el labio para encontrarte más allá de la membrana dormida, donde no me escuchas. Llego a una casa en las afueras, su abandono confirma mis sospechas. Calla la mano que siempre ha intentado escribirte, renuncia mi mente ajena a las palabras. Derribo la puerta con violencia, me abalanzo sobre las escaleras que sorteo, de cuatro en cuatro, extenuando la pulsión de las zancadas. Que tu piel aparte este temblor, que haga legibles los garabatos de mi lengua trazadora. En el dormitorio la penumbra, las sábanas que hunde el polvo. Tu recuerdo. Soy voluntad coartada, circunstancia, síntoma brutal de los ambientes. El género de mi voz es hermético y disparatado, atrapa la gran trampa, se parece a la locura. Busco el interruptor. La lámpara chasquea y se ilumina, mortecina e hiriente. El disco de Coltrane rasga y zigzaguea las horas bajo la nube mínima de una aguja. Sobre la mesilla te encuentro, asida a mis brazos para decirme quién soy desde el pasado de esa foto imposible, perdida ya en el tiempo. Dime dónde estás. Mientras te respiro con terquedad comprendo lo que me violenta de un ardor tan desesperado. La noche se mueve. Levanto la vista y me veo reflejado en el espejo. La noche se mueve. Por primera vez me observo. Acaso el despertar. Dos ojos que brillan perplejos. Nos desfigure las vidas. Único rasgo humano que se distingue. Acaso volvamos a mirarnos con la insensata lucidez de los desconocidos. En el helado acero de un engendro mecánico.


Si quieres conocer el resto del relato, aquí tienes los enlaces:

La noche se mueve (I: Algo se mueve)
La noche se mueve (II: Minotauro)
La noche se mueve (III: Diagnóstico)
La noche se mueve (IV: Un nombre en un susurro)
La noche se mueve (V: Pastilla verde, roja, azul)
La noche se mueve (VI: Anestesia)
La noche se mueve (VII: Cobaya)

viernes, 4 de abril de 2014

LA NOCHE SE MUEVE: (VII: COBAYA)


-¡Oiga, usted! ¡Doctor! ¡Dígame qué me sucede, qué han hecho conmigo!
El médico agita sus pupilas turbias al mirarme. Luego pronuncia el diagnóstico:
-Su situación, querido amigo, es tan irracional como este infectado mundo en el que mueren millones de personas sin saber a ciencia cierta el porqué. A menudo se achaca casi todo al cáncer cuando en realidad ignoramos con precisión de qué dolencia se trata. Pero usted no tiene cáncer, no se preocupe. Ni tampoco hablamos de ninguna enfermedad en sentido estricto. No, no ha sido atacado por virus, ni por bacterias o cualquier otro tipo de microorganismos. Digamos que… bueno, ha sufrido un lamentable accidente. El coma le ha llevado a un profundo estado de amnesia y… ejem… estamos haciendo lo posible por avivar de algún modo sus recuerdos a la par que restablecemos la muy mermada funcionalidad de su cuerpo.
-Pero ahora que reacciono… ahora más que nunca me retienen, me sujetan a esta maldita cama… ahora que reacciono aumentan la dosis de tranquilizantes, lo sé, quieren que duerma. Dígame por qué, dígame qué es lo que me inyectan cada noche en el cuello, qué demonios están haciendo conmigo. ¡No soy una cobaya!
El médico congela en su rostro una expresión amarga.
-Amigo. Nosotros experimentamos mirando hacia el futuro. A nuestro modo, recuperamos vidas. Si usted nos importa es porque puede servirnos para ello. Alguna vez se dará cuenta de su verdadero valor. No, no es usted una cobaya, pero aunque lo fuera debería entender que si ahora respira, si ahora sigue existiendo, es gracias a nosotros. No olvide nunca lo que nos debe.
Al marcharse me sonríe y apaga la luz eléctrica. La ausencia de los fluorescentes me devuelve a otra época. El naranja de la tarde atraviesa la ventana e inunda la sala mientras se ennegrece.

Si quieres conocer el resto del relato, aquí tienes los enlaces:

La noche se mueve (I: Algo se mueve)
La noche se mueve (II: Minotauro)
La noche se mueve (III: Diagnóstico)
La noche se mueve (IV: Un nombre en un susurro)
La noche se mueve (V: Pastilla verde, roja, azul)
La noche se mueve (VI: Anestesia)