Los labios que pasan y te fulminan la sangre,
cuántos, que han dejado la marca del vampiro sobre tu cuello translúcido,
su inoportuno reguero de continencias,
el momentáneo ardor antes de hartarse
y recurrir a la puerta, abandonándote en lo oscuro,
buen pedestal para una Venus sin cabeza.
Cuántos labios,
cuántos ojos glaucos,
cuántos pasos interrumpidos
por el fuego en el cristal,
cuántos cuerpos rendidos ante ti,
zarandeados por la hiel que trastabilla las rutas
perdidas en los bares.
Ahora que fecundas de brumas lejanas mi noche
y te tengo para mí, no sé si quieres
que prolongue esta avidez vesánica
o espante de algún modo mi esperanza.
Paralizo el rito que te vence
con una indecisión sublime,
todo el mundo está conmigo
en esta purificación del tiempo,
amaga la felina garra
junto a tu cadencia fría
y así como te meto mano
brindo contigo, brindo por todos,
gélida,
te alzo en ángulo, hinco el codo
y te regalo también el labio,
mi propia marca de vampiro.
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Dádle voz al oráculo