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sábado, 23 de agosto de 2014

AMERICAN GIRL IN ITALY, DE RUTH ORKIN


Seguro que conocéis esta foto. Se titula "American girl in Italy", y fue captada en Florencia el año 1951 por una mujer, la fotógrafa Ruth Orkin.
La composición, impecable, abre el espacio en torno a la figura central de la muchacha con la maestría de los grandes pintores. Varias líneas diagonales imaginarias que parten de los ojos de los hombres aterrizan sobre Ninalee Craig, de 23 años, que muestra cierta indiferencia, atrapada en esa red de miradas. En la fotografía se palpan la tensión sexual y el efecto túnel. Las distintas actitudes de los hombres: el piropo, acción verbal indeseada, la mirada de soslayo, disimulada, la mano en la entrepierna, el codazo hacia el amigote, el silbido, el comentario que expresa sin duda pulsiones privadas colectivas.
La foto no estaba planificada, pero sí es cierto que Ruth Orkin hizo pasear varias veces a Craig por aquella acera. El resultado es una fotografía que siempre se ha visto bajo el prisma de la polémica sexista. Aunque posiblemente no fuera esa la intención de la autora, sino la contraria, es decir, ensalzar la libertad de la nueva mujer que comenzaba a emerger en aquellos tiempos.
Sin embargo...
Los italianos arrastran desde entonces ese sambenito. Paradigma de la Italia de posguerra, diréis, esa fama que siempre han tenido los italianos con las mujeres.
Pero no, claro que no, ese modo de mirar sigue vigente, y es universal.
La pulsión de los hombres persiste, en cualquier lugar y aunque haya pasado tanto tiempo. Solo cierto sentido de la civilización, tal vez la educación, impide que la cosa vaya a más, aunque no siempre.
Cada día podría conseguir una instantánea parecida a esta en mi calle, en todas las calles, a cualquier hora. No hay vez que un hombre no gire la cabeza para valorar el culo de la chica que acaba de pasar a su lado. Mi fotografía sería mucho peor, menos estética seguro, y posiblemente mucho más soez. Poco hemos cambiado. Las mujeres siguen siendo vistas como objetos. Las redes sociales y la tecnología de la que disfrutamos amplifican el hecho. Y los hombres, con la que está cayendo, siguen proclamando a los cuatro vientos sus fantasías, sus deseos, olvidándose de nuevo del respeto. ¿Será algo innato? ¿Tendremos alguna vez remedio?

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