Un profesor norteamericano y anárquico del que recibí hace algún tiempo ciertas nociones avanzadas de inglés ya olvidadas me puso sobre la pista de Carson McCullers (1917-1967), una escritora revolucionaria cuya obra buceó como pocas en los entresijos de la homosexualidad, el adulterio y el racismo, temás tabú para las buenas conciencias estadounidenses de su tiempo.
Autora de novelas y relatos, es la responsable, por ejemplo, de Reflejos en un ojo dorado (1941), texto en el que John Houston se basó para realizar una de sus más grandes películas, que bajo el mismo nombre (Reflections in a Golden Eye, 1967) reune las interpretaciones ejemplares de Marlon Brando y Elizabeth Taylor, ambos en estado de gracia.
Como cabía esperar, a mí me enganchó por el lado del cuento. Su Balada del café triste (1951), colección de historias breves, la emparenta con los mejores cuentistas anglosajones del siglo XX.
Y, además, los poemas, los poemas siempre. Como muestra este fantástico Corazón hipotecado. Leed, leed, leed y juzgad vosotros mismos. En inglés, por supuesto. Y también en castellano.
THE MORTGAGED HEART
The dead demand a double vision. A furthered zone,
Ghostly decision of apportionment. For the dead can claim
The lover's senses, the mortgaged heart.
Watch twice the orchard blossoms in grey rain
And to the cold rose skies bring twin surprise.
Endure each summons once, and once again;
Experience multiplied by two-the duty recognized.
Instruct the quivering spirit, instant nerve
To schizophrenic master serve,
Or like a homeless Doppelgänger
Blind love might wander.
The mortgage of the dead is known.
Prepare the cherished wreath, the garland door.
But the secluded ash, the humble bone-
Do the dead know?
EL CORAZÓN HIPOTECADO
Los muertos exigen una visión doble. Una parcela de más
a repartir cumpliendo un acuerdo espectral. Pues los muertos
tienen derechos sobre los sentidos de su amante, sobre el corazón hipotecado.
Mira dos veces el huerto que florece bajo la lluvia gris
Y los cielos rosas y fríos que traen una doble sorpresa.
Soporta cada requerimiento una y otra vez;
la experiencia multiplicada por dos - la deuda reconocida.
Ordena al espíritu tembloroso, al nervio inmediato
que sirva bien al amo esquizofrénico,
si no el amor ciego vagará extraviado
igual que un émulo sin hogar.
Sabida es la hipoteca contraída con los muertos.
Prepara pues, la preciada corona, la guirnalda de la puerta.
Aunque, de las recónditas cenizas, del hueso humilde
¿Saben algo los muertos?
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