Hace poco revisité una de las películas que más me marcaron durante aquel tiempo, ya lejano, en el que devoraba toda clase de cine. Se trata de Cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin, 1987), de Wim Wenders, esa extraña fábula en la que un ángel (inolvidable Bruno Ganz) renunciaba a su inmortalidad por amor. La idea parece demasiado dulce y pegajosa como para subirse a la mesa del gran cine. Pero esta película tiene algo de lo que carece su desafortunado remake, City of Angels (Brad Silberling, 1998): cierto difuso sentido de universalidad que se imbrica en la trama anecdótica, un onirismo verosímil a pesar de todo... el entorno en el que se desarrolla la película, la ciudad bicéfala de Berlín dos años antes de la caída del muro, se convierte en personaje y elemento fundamental para entender el mensaje de confianza crítica en la humanidad sugerido por Wenders, y al mismo tiempo, sin duda, proyecta sobre el espectador una serie de enriquecedoras referencias históricas pasadas y presentes que difícilmente podrían alcanzarse en la L.A. de la edulcorada City of Angels. En el fondo son dos maneras distintas (e igual de legítimas) de abordar un mismo sujeto, aunque, de momento, me quedo con la europea.
Recuerdo la impresionante fotografía de Cielo sobre Berlín, en crudo sepia en la visión del ángel, y el color para el triunfo de los sentidos humanos, a los que aspira Damiel, nuestro protagonista alado. También recuerdo algunas intervenciones inesperadas, como la de Peter Falk lejos de la gabardina de Colombo o la de un Nick Cave en su propia salsa. Pero sobre todo recuerdo esa imagen de Berlín atravesada por el ojo de Wenders y aún creo, hoy en día, que esa es la imagen con la que viajé una vez allí, la imagen que perdurará en mi interior para siempre, por encima, incluso, de la obtenida por mi propios ojos. Cosas que pasan a veces.
En fin, de entre todas las secuencias posibles de Cielo sobre Berlín, siempre me quedo con esa deslumbrante biblioteca convertida en personaje cinematográfico. En cierto momento los ángeles de Wenders se pasean por las salas de la Staatsbibliothek de Berlín (Hans Scharoun, Edgar Wisniewski, 1967-1978) mientras escuchan los pensamientos de sus usuarios: literatura, ciencia, música, derechos humanos, sociología, legislación o historia pueblan este micromundo de Conocimiento, este vivero en el que bulle de algún modo el germen de un futuro esperanzador, eso sí, matizado por la irreversible tendencia individualista de los lectores. En el final de la secuencia el anciano homérico que sube las escaleras recitando en su interior este magnífico texto que remeda, por supuesto, el inicio de la Odisea:
Háblame musa del narrador
del infantil y antiguo origen de las cosas perdido en el fin del mundo.
Y haz que a través de él
cualquiera pueda relajarse.
Con el tiempo mis oyentes
se han convertido en lectores,
y ya no se sientan en un coro
sino solos
y no saben nada el uno del otro.
Soy un anciano con la voz rota,
pero la historia resurge todavía desde lo más profundo
y mi boca entreabierta repite con esfuerzo,
con un hilo de voz,
una liturgia donde nadie necesita estar invitado a la inauguración,
al igual que el significado de las palabras
y las frases.
Esta es la secuencia. Disfrutad.
Título: Cielo sobre Berlín (1987)
Título original: Der Himmel über Berlin (Alemania/Francia)
Dirección: Wim Wenders
Guión: Peter Handke, Richard Reitinger, Wim Wenders
Producción: Anatole Dauman, Wim Wenders
Fotografía: Henri Alekan
Música: Jürgen Knieper
Intérpretes: Bruno Ganz, Solveig Dommartin, Otto Sander, Curt Bois, Peter Falk...
En Youtube.
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