la que ayer se desviaba envejecida y rancia entre los mástiles,
una percha de lenguas en la que hervían los hedores divididos de las horas,
nunca podrá borrarse de la noche aquella huella,
a tu alrededor sobrenadaba la espuma,
caían migratorios los abrazos con desgaste de guitarras y codas,
la noche aquella,
en otra ciudad solitaria, arrastrado sobre un légamo hecho de ron,
hacia las luces inciertas del puerto,
la media luna ofrecía reflejos de amor y abandono esquivos,
los burdeles se extendían hacia los caminos en fuga
y yo olvidaba los cambios que hoy me sacuden,
olvidaba los gritos que ahora me cercan,
lejos, en la cima más aguda y panorámica,
mi cabeza preguntó quién tendría la respuesta,
me estaba llevando a encontrarte,
deletreaste agudo el pensamiento,
acústica serena y un tipo adolescente oteando en perspectiva,
verano,
páramo océano aparatoso,
sólo moriré una vez en la vida,
debería romper un corazón antes,
mira cómo expiran los perros en la plaza,
cómo los barcos se retuercen los maderámenes,
debería intentar alejarme un poco más de los confines,
bajo mi propio amanecer sin sombra,
bajo un sol rebelde que asesina,
toma mis símbolos ruinosos,
ningún ídolo trascendental,
creo en la santidad del pavés,
creo que lo crees, decadente,
hay hombres en los cruces y en los cuervos y en los buitres,
creo en esa tentación de intrepidez,
reencontrado vejestorio entre las faldas,
he llenado la vida de ficciones,
¿acaso me las arreglaré yo solo en este mundo?,
no importa en la lengua en que lo haga ni de dónde venga,
vamos, ven, vengo,
hombres caen al sol como copos de cera,
en el nuevo sur regresan a descomponerse,
todo es concreto como la lluvia,
encuentra en mí al elegido para el fregadero,
corona el quinto piso con la nieve atlante en tus espaldas,
no sé dónde te encuentras,
creo que en algunos paisajes lejanos,
asfixia en las rodillas,
allá puedes entender la dureza de algunas sonrisas,
no hay sitio en el que pueda estar sin ti,
llegan los que se hacen a si mismos,
odian mientras esperan lo que viene,
los frutos están por doquier,
qué puedo hacer para no necesitarlos,
basta orillear en los remos como ayer en la noche,
el tiburón arrancará gotas de lluvia,
en este hábito líquido en este mar poesía
desconozco los términos de nuestras vidas-río,
salto del esquife entretenido por las brumas
y prefiero la arrogancia del abismo
a la sacudida alucinada y rota, otra vez buscándote,
porque no hay sitio, no, en el que pueda estar sin ti.
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