Apoyados en la barra de un bar comentamos la noticia del día. Cómo sería una Copa sin rey. ¿Copa de la República? ¿Seguiríamos con el garrafón o exigiríamos algo mejor? Una cosa son el botellón, el tío de la bota y las cumbres de Gredos, la feria de abril y el rebujito, la sangría de barril, o ese tinto de verano que entra tan bien de lo fresquito, o el íngrimo vino cosechero que exige de una buena gaseosa cada menú del día. Nos gusta mezclar, probar todo tipo de brebajes sin demasiado control de calidad. Así somos. Pero cuando hablamos de cosas serias, qué pasa. ¿No deberíamos ser más exigentes con aquello que llevamos pagando tanto tiempo? ¿Cómo que el vino se hizo para los reyes y el agua para los bueyes? ¡Ahh, las dichosas y exigentes minorías! ¿Todo está escrito? ¿Nada prescribe? La nuera se llevó de gin-tonics al futuro sucesor para que despejara sus dudas. Nos traen buena nueva, ruedas de molino con las que comulgar, agua fresca que llevarse a la boca, cortinilla ahumada, aguardiente para las heridas, azucarillos y absenta. Roscón de Reyes. Más vino de misa, digo de mesa. Roscos de vino. Roscos de anís, anís del Mono. Todo etiquetado, persignado, sigilado. Todo constitucionalmente constitucional. Me temo que en la cantina del Congreso todavía pueden pedirse muchos lingotazos de Soberano a buen precio. Allí beben por lo ancho y dan de beber por lo estrecho. Lo sabemos. Ya se han encargado de pedir otra remesa de rey Bourbon y hay una mayoría de vodka Abssolut para un par de años. En cualquier caso Mahou prevé más de dos tercios de parlamentarios en la Cortes el día que se apruebe vía urgencia la Ley Orgánica que regule la novedosa abdicación. Luego el que se va dará paso al que viene. Sol y sombra. Carajillo. Chivas Regal. Agua de fuego. Tequila. El Tesoro de don Felipe. Pon otra ronda. Si bebes no conduzcas.
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