Este poema ha aparecido ya en el mapa poético que compartimos los "barbudos" y alguna vez ha volado en el Buko. Un arqueólogo loco encontró el vaso en Micenas.
...
Una vieja urna griega sueña a poetas
que la sueñan,
a músicos
que la oprimen
entre sus suelas incandescentes
en círculos enjutos y silbidos que asombran
el túmulo ajeno a toda muerte,
donde la ruina se asemeja a los viejos campos de batalla,
a aceites derramados, a religiones de cenizas.
Una vieja urna griega sueña a los poetas,
constreñida a soñarlos una y otra vez
por el oriente azul de las tristezas,
más allá del sol diario y de los siglos
soñará a los poetas de la verdad y la belleza,
divinos como nubes cambiantes, como espumas,
como espadas que hieren la estética,
como larvas que desgastan la piedra.
Sueña con los músicos que intuyen
la nada en cada estrella,
que arrinconan su instrumento en las ballenas
o beben de mujeres-delicia y bosques y jeringuillas.
No se oculta en abismos infinitos la urna,
tan solo aguarda cada ojo, cada instante insólito.
Sueña que sueña que la sueñan,
desesperada necesidad del personaje.
Sólo a veces se despierta entre tanto ajetreo,
cuando alguien deja de escarbar en los recuerdos
o pasa la maldita página o apaga el tocadiscos insensato
u olvida releer a Cortázar o
alcanza su silencio poliédrico
y vuelve a Roma junto al frágil K o
sorprende a un perro que levanta
convencido
aquella desconsiderada pata.
que la sueñan,
a músicos
que la oprimen
entre sus suelas incandescentes
en círculos enjutos y silbidos que asombran
el túmulo ajeno a toda muerte,
donde la ruina se asemeja a los viejos campos de batalla,
a aceites derramados, a religiones de cenizas.
Una vieja urna griega sueña a los poetas,
constreñida a soñarlos una y otra vez
por el oriente azul de las tristezas,
más allá del sol diario y de los siglos
soñará a los poetas de la verdad y la belleza,
divinos como nubes cambiantes, como espumas,
como espadas que hieren la estética,
como larvas que desgastan la piedra.
Sueña con los músicos que intuyen
la nada en cada estrella,
que arrinconan su instrumento en las ballenas
o beben de mujeres-delicia y bosques y jeringuillas.
No se oculta en abismos infinitos la urna,
tan solo aguarda cada ojo, cada instante insólito.
Sueña que sueña que la sueñan,
desesperada necesidad del personaje.
Sólo a veces se despierta entre tanto ajetreo,
cuando alguien deja de escarbar en los recuerdos
o pasa la maldita página o apaga el tocadiscos insensato
u olvida releer a Cortázar o
alcanza su silencio poliédrico
y vuelve a Roma junto al frágil K o
sorprende a un perro que levanta
convencido
aquella desconsiderada pata.
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