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lunes, 17 de octubre de 2011

HACE TIEMPO QUE DEJAMOS DE ESTAR DORMIDOS

Había más de uno y más de dos en Sol, el 15 de octubre

Volvió a salir el Sol de noche en las plazas, sí, volvió a hacerlo a pesar de las dudas de algunos artistas del análisis, volvimos a salir y a sentirnos uno solo, contagiados por la idea de la justicia, por el monstruo de la ilusión, por la absoluta determinación de nuestra propia libertad como individuos y como colectivo frente a las directrices impuestas por el señor Dinero y sus esbirros. El camino estaba jalonado por las proclamas que ya conocemos, por las voces inflamadas de los megáfonos y las gargantas. Muy pronto nos sentimos rodeados por miles de desconocidos que compartían nuestro grito, nuestro anhelo de verdad. Aquello era un mar de humanidad centrifugada por olas de rabia y sueños de cambio. Incomparable. Una onda de conciencia percutida que se ha extendido a los confines del planeta.
De todo ello se deduce que, en efecto, lo ocurrido a partir del 15-M no fue flor de un día. En la primavera abríamos los ojos, alzábamos la voz definitivamente, y ahora en el cálido otoño hemos demostrado que nos mantenemos activos, vigilantes, despiertos.
Pero no basta con eso. La sociedad es conservadora por defecto y no es fácil comprender que lo que ocurre no depende en realidad de la marioneta que nos dirije puntualmente en cada momento. Una gran mayoría se limitará a castigar al partido gobernante en tiempos de crisis entregando el poder al lado contrario, tanto si es de derechas como de izquierdas, buscando un revulsivo vital en ese intercambio falaz de cromos casi iguales. Legítimamente, claro, pero sin ahondar en el verdadero problema sistemático. Lo que nos aboca sin duda alguna a un profundo abismo de recortes y estrategias legales que, desde luego, afectarán a esa misma inmesa mayoría poblada de trabajadores y trabajadoras, a punto de claudicar ante el derrumbamiento de unos derechos sociales conseguidos a alto precio. Es inexplicable, pero es así. Sol abarrotada, sí, pero también las terrazas llenas. Aquí, y en todo el mundo.
Esta es mi opinión. Estoy seguro de que muchos no la comparten, pero aún así quiero exponerla. Ante ello sería necesario acometer una acción profunda, extendida precisamente a los que no se indignan, pero prescindiendo de la didáctica difusa, porque imponer nuestra indignación es menospreciar a los que no piensan como nosotros. Quizá, como Sócrates, no hay que proponer respuestas sino sembrar preguntas: ¿qué está pasando? ¿voy a conformarme? ¿un simple cambio político mejorará mi situación? ¿estoy contento con el sistema? ¿existe alguna alternativa? ¿qué quiero para mí, para mis padres, para mis hijos? ¿he vivido por encima de mis posibilidades? ¿tengo que apretarme el cinturón por los excesos de otros? ¿estoy dispuesto a hacerlo? ¿he pensado alguna vez en los demás? ¿tendré para comer mañana? ¿me atenderán a tiempo en el hospital? ¿mi hijo recibirá una educación adecuada? ¿cuál es el valor de mi voz, de mi voto? ¿puedo hacer algo, aportar algo, aunque sea un granito de arena?...
Así de sencillo. Luego, que cada uno extraiga, si es que quiere, sus propias conclusiones.
En fin. Lo dicho, hace tiempo que dejamos de estar dormidos. Os dejo con este tema de Pablo Guerrero acompañado por Cristina Lliso, muy adecuado para la ocasión, El guardián dormido.



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