Pages

jueves, 18 de diciembre de 2014

LAS LISTAS


A estas alturas del año empieza la profusión de listas. Que levante la mano quien sepa a qué me refiero. No, no estoy hablando de empollonas que nos espetan orgullosas la lección aprehendida, ni de sabelotodos, no, no hablo de gente avispada ni de los garabatos que improvisamos en cualquier papel para no olvidarnos de lo importante cuando nos adentramos en los deslumbrantes supermercados. Ese tipo de listas están siempre ahí y a mucha honra. Pero en los últimos días de diciembre la invasión es otra. Ni siquiera se trata de esa acumulación de tonterías ordenadas (del tipo las 10 posturas sexuales que más se llevan, los 23 vestidos más horrendos de la gala de los Goya, los 73 selfies más previsibles de Kim Kardashian o las 143 barbas más pobladas al Este del Pecos) que suelen proliferar en Internet para rellenar el espacio vacío. No, no es eso. De repente nos posee un extraño instinto recopilador y, aunque sea por un instante, volvemos la mirada a nuestras espaldas para resumir en dos pinceladas (o en diez, o en cien) lo que el año de cuerpo presente ha dado de sí: los cien personajes del año (en distintas categorías, claro, general, políticos, empresarios, deportistas, ¿artistas?, ¿científicos?...), las doce películas del año, las veinte canciones del año más escuchadas en Spotify, los diez libros más leídos en el año, las fotos más impactantes del año (casi siempre tienen que ver con las realidades más luctuosas), los cinco blogs más visitados en el año, los tres tweets más difundidos en el año, los dos cocineros más destacados del año, este año en que volvimos a vivir peligrosamente.
Listas, las oficiales, que de una manera sintomática no coinciden para nada con nuestros propios gustos. Listas, las culturales, que disfrazan el imperativo "¡Compra, regala, compra, regala, compra!" casi tanto como las tempraneras luces navideñas. Listas, las únicas que valen la pena, las que hacemos nosotros mismos sin querer vendernos nada, las que simplemente compartimos para hacer balance en voz alta de todo lo que vamos siendo, un año después. Listas de deseos, de sueños, de dolor o de tiempo.
En fin, listas para todo y para todos, listas de artificio para estructurar el caos natural del mundo, listas que se cruzan para sostener firmemente nuestros pies durante un rato. Listas que muy pronto olvidaremos, nada más volver de nuevo el rostro al frente, mientras seguimos avanzando.
Bueno, ya podéis bajar la mano. Y ahora os dejo, que hoy toca escribir la carta a los Reyes Magos.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Dádle voz al oráculo