Otro día concebido, normalidad.
El final se enreda en las venas
de los hombres de hierro.
Muerte en las barras de labios,
pensamientos que arden sin destino.
Engrasa la máquina del olvido,
el triste mecanismo se acompasa.
Crucemos el cuerpo anárquico,
algo permanente
albergará nuestras profundidades.
Hay un más allá para romper los signos,
cuando tu pelo dibuja en el vacío
una elipse de sonrisa. Qué mañana.
Demonios drenando el diamante
del primer motor inmóvil,
la estrella se ensancha inexorable,
nos hace dueños de la carne,
nuestro homenaje es un templo.
Engrasa la máquina del olvido,
el triste mecanismo se acompasa.
Bielas tuercas ruedas dientes.
Perderse en los sueños,
raza adolescente,
días enteros,
torres recalcitrantes,
mar de fallas,
fila sin término,
máscara hervida,
algo sin rostro.
Otro día concebido, normalidad.
El final se enreda en las venas
de los hombres de hierro.
Un cuervo en la pantalla
voltea la clepsidra de aceite.
Engrasa la máquina,
que la rueda gire.
El final se enreda en las venas
de los hombres de hierro.
Muerte en las barras de labios,
pensamientos que arden sin destino.
Engrasa la máquina del olvido,
el triste mecanismo se acompasa.
Crucemos el cuerpo anárquico,
algo permanente
albergará nuestras profundidades.
Hay un más allá para romper los signos,
cuando tu pelo dibuja en el vacío
una elipse de sonrisa. Qué mañana.
Demonios drenando el diamante
del primer motor inmóvil,
la estrella se ensancha inexorable,
nos hace dueños de la carne,
nuestro homenaje es un templo.
Engrasa la máquina del olvido,
el triste mecanismo se acompasa.
Bielas tuercas ruedas dientes.
Perderse en los sueños,
raza adolescente,
días enteros,
torres recalcitrantes,
mar de fallas,
fila sin término,
máscara hervida,
algo sin rostro.
Otro día concebido, normalidad.
El final se enreda en las venas
de los hombres de hierro.
Un cuervo en la pantalla
voltea la clepsidra de aceite.
Engrasa la máquina,
que la rueda gire.
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Dádle voz al oráculo