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martes, 17 de junio de 2008

PAR ESFINGE


Arrellanadas en la orilla,
donde el límite de la bajamar se enmaraña entre sargazos,
tus botas otean horizontes sin cordones para el más allá,
como una pareja inexorable de opuestas esfinges.
En el promontorio de arena las has dejado para abandonarte al mar
que hace resplandecer mitológica tu piel delirada en el sol de tarde.
Persigo las huellas todavía hundidas en el fresco limo,
las que empapa cada golpe de espuma amarga,
hasta el borde las persigo,
sujeto a la cambiante línea de la luz.
Entonces ya no estás a lo lejos y te pierdo en el temblor
con que azulean los versos
que pronto corromperá el rojizo olor del vino,
ya no estás, remota,
es el largo instante en el que se paraliza el labio
o embate la onda pérsica de una ola
y no estás, allí tan lejos,
hay ya un vacío que se ha engullido el océano
y no estás,
qué terror tengo,
no sabría decirte por qué no siento
tu mano intacta en el hombro
ni la sal que salpicas desde la resaca que traes en el pelo,
no sabría explicarte ahora aquí,
cuando te sientas a mi lado
y recreamos la soledad espejo
de tus botas, arrellanadas allí, en la orilla,
por qué ya no te veo,
por qué olfateo el fantasma de mi propia presencia
esfumándose ante ti mientras despierto.

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