La música es una cascada de aguas vertientes. Cada gota, cada líquida fluctuación sonora halla su camino de gravedad entre los recovecos del tiempo hasta formar una variación propia. Por una vez (y sin que sirva de precedente) abandono los manantiales del rock para perderme en otros meandros rítmicos, aparentemente distintos (aunque no tanto), en los que acaso siempre he naufragado. Me adentro en la memoria de mis abuelos, esa que sabe a sudor y pan, a sol y hoguera, a palabras sin letras, a verso de vuelta y canción vestida de pana, botijo, garrafa de anís y mulo. Todo aquello que nebulosamente alude a la tradición y que, ligado a eternas jornadas en el campo, se desvanece para siempre agostado en nuestro panorama vital de modelo urbano. Canción popular que no pop, canción de la tierra, regionalización disonante que se oculta más allá de las panderetas y los bailes en polainas que amenizaban la televisión en blanco y negro. Canción popular que se hace contemporánea.
Sólo hay un Dylan. Pero se agradece la existencia de esos locos de gramófono que han ido salvando del olvido ramilletes de almendras, manojos de melodías. Hoy una multitud de grupos y solistas crece a la sombra de esos ecos, en pos de un murmullo, desde cualquier rincón del mundo, y, también en España, se atreven a ese salto de riesgo que representa apostar por lo folk, por la raíz. Su fusión harmónica recobra un diálogo imprescindible del presente con el pasado.
La Musgaña es un paradigma perfecto para ilustrar esta tendencia.Grupo bizarro que (y perpetro a Joaquín Díaz) materializa el sabor impreciso de una tradición y transforma el humo del tiempo en sensaciones, en vibraciones que se pueden experimentar hoy con toda certeza. Su juego trasciende el repertorio antiguo para llenarlo de contemporaneidad sin eliminar su esencia. Por La Musgaña han pasado algunos de los mejores músicos contemporáneos españoles: José María Climent, Rafael Martín, Cuco Pérez, Luis Delgado... Sí, fueron tres en 2003: Quique Almendros a la gaita charra, la gaita de fole y el tamboril, Javier Muñoz al acordeón diatónico y todo tipo de vientos y el implacable Carlos Beceiro al cistro, el bouzouki o la zanfona. Instrumentos tan viejos como el sol. También ellos, siempre rodeados de amigos. Sí, fueron tres, pero es que a veces se desataban en conciertos polifónicos. Durante un tiempo sus siluetas eran habituales del Café Central y otros locales madrileños.
Sólo hay un Dylan. Pero se agradece la existencia de esos locos de gramófono que han ido salvando del olvido ramilletes de almendras, manojos de melodías. Hoy una multitud de grupos y solistas crece a la sombra de esos ecos, en pos de un murmullo, desde cualquier rincón del mundo, y, también en España, se atreven a ese salto de riesgo que representa apostar por lo folk, por la raíz. Su fusión harmónica recobra un diálogo imprescindible del presente con el pasado.
La Musgaña es un paradigma perfecto para ilustrar esta tendencia.Grupo bizarro que (y perpetro a Joaquín Díaz) materializa el sabor impreciso de una tradición y transforma el humo del tiempo en sensaciones, en vibraciones que se pueden experimentar hoy con toda certeza. Su juego trasciende el repertorio antiguo para llenarlo de contemporaneidad sin eliminar su esencia. Por La Musgaña han pasado algunos de los mejores músicos contemporáneos españoles: José María Climent, Rafael Martín, Cuco Pérez, Luis Delgado... Sí, fueron tres en 2003: Quique Almendros a la gaita charra, la gaita de fole y el tamboril, Javier Muñoz al acordeón diatónico y todo tipo de vientos y el implacable Carlos Beceiro al cistro, el bouzouki o la zanfona. Instrumentos tan viejos como el sol. También ellos, siempre rodeados de amigos. Sí, fueron tres, pero es que a veces se desataban en conciertos polifónicos. Durante un tiempo sus siluetas eran habituales del Café Central y otros locales madrileños.
La formación ha variado desde 1986. Quique Almendros sufrió un derrame cerebral que lo apartó de los escenarios, pero La Musgaña aguanta, incorporados Diego Galaz al violín y Jorge Arribas al acordeón. Qué cosecha. Su música sabe y siempre supo a policromía santiaguesa, a sinestesia y seguiriya, a rondalla castellana, a hierba pa la mula de nuevo milenio.
Volvieron en 2003. Temas profanos fue su primer disco después de seis años de silencio. Temas profanos: amor, muerte, trabajo, creación, odio, alegría, sexo, fe… conceptos que remueven al hombre con independencia de la cultura a la que pertenece, que precisamente por eso constituyen ese nexo de unión y hermanamiento con el otro, venga de donde venga, vaya donde vaya. Dieciséis piezas de la tradición castellano-leonesa y extremeña que, para quien sepa oírlas, rezuman a nuevo: charradas de lucimiento, ajechaos que nacieron en África, danzas circulares, aires de Burgos y muchos, muchos colores más. Os dejo ahí unos "Pindongos de Montehermoso", cacereños, mientras me preparo unas migas.
Volvieron en 2003. Temas profanos fue su primer disco después de seis años de silencio. Temas profanos: amor, muerte, trabajo, creación, odio, alegría, sexo, fe… conceptos que remueven al hombre con independencia de la cultura a la que pertenece, que precisamente por eso constituyen ese nexo de unión y hermanamiento con el otro, venga de donde venga, vaya donde vaya. Dieciséis piezas de la tradición castellano-leonesa y extremeña que, para quien sepa oírlas, rezuman a nuevo: charradas de lucimiento, ajechaos que nacieron en África, danzas circulares, aires de Burgos y muchos, muchos colores más. Os dejo ahí unos "Pindongos de Montehermoso", cacereños, mientras me preparo unas migas.
Temas profanos, La Musgaña, Lubicán Records (2003)
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