¡Ding! … esa sensación de regusto en el estómago alguna vez. Siempre supe que eras todo un hombre. Al fin ha llegado tu hora. Sonó, estridente, la campana. Los músculos bruñidos se destensan al abandonar la esquina. El protector te da un aspecto cómico. Me sonríes desde la distancia con la ingenuidad de una segunda vez. Pero que la gloria efímera de un día no te ciegue, mantén siempre la guardia, aspirante, despliega todo tu repertorio sin temores, pero vuelve, sí, vuelve hijo mío, a este ángulo recto que te espera. La volubilidad del público, ávida de caras nuevas, ahora está contigo. ¿Hasta cuándo? Aún no lo sabes, aún no has besado la lona. ¡Punch! Has empezado fuerte. Controla el baile. Venga, vamos, levanta la izquierda. ¡Punch! ¡Punch! Así, hijo, dale así. ¡Punch! ¡Punch! ¡Buen doble! Sigue así campeón. Míralo a los ojos. Que no se te escape ni un momento. ¡Punch! Así… bien… al hígado… recíbelo taponándolo. ¡Punch! Sí. ¡Punch! ¡Punch! Sí, ataca a su derecha, insiste por ahí. Lo tienes contra las cuerdas. ¡Punch! ¡Cuidado con el crochet! Un paso atrás… eso es… mantenlo a raya… ahí es tuyo ¡Punch!, ¡Punch! ¡Punch! ¡Eh! ¡Punch! ¡Qué demonios! ¡Árbitro! ¿Está ciego? ¿No ve que le ha pegado en el calzón? ¡Punch! ¡Punch! ¡Oh Dios! ¡Agárrate a él, hijo! Que no pueda… ¡Punch! ¡Punch! ¡El ojo, te ha cerrado el ojo! ¡Aguanta muchacho, sólo quedan diez segundos! ¡Punch! ¿Qué pasa? ¡Dios mío! ¡Punch! ¡Punch! ¡Punch! ¡Árbitro, pare esto! ¡Lo va a matar! ¡Punch! ¡Punch! ¡Ding! ¡Punch! ¡Eh! ¡Punch! ¡Punch! ¡Ya basta! ¡Fin del asalto hijo de perra! Y salto al cuadrilátero impulsado por un instinto atroz, me meto entre tu cuerpo y el del otro animal. ¡Voy a matarle! , me espeta insolente, y yo le escupo a la cara. El árbitro nos separa como puede. Te arrastro hasta la esquina. Mi camisa se llena de tu sangre. Borbotea chorreante una ceja. Siéntate. Brama el público insensible, atento a los sudores de la mujerzuela que se contonea sobre la lona. Cuántos dedos hay aquí. Cuántos. ¡Dios! ¿Qué tienes hijo? No reaccionas a la sal. Te has ido. ¡Ding! Suena la campana del segundo asalto. Tu contrincante ya está en el centro del ring. Hincha la nariz de una manera extravagante. Intentas levantarte pero sé que te flaquean, anestesiadas las rodillas. Por eso vuelvo a experimentar el mismo miedo… la lona… mi único, último combate… Oprimo con fuerza tus hombros, impido el impulso de tu valor suicida, arrojo entonces la toalla sin tiempo para arrepentirme y mientras el árbitro da por finalizada la pelea, mientras levanta el brazo insolente del otro, me siento penetrado una vez más, navego en tu pupila, allá donde fulgura la sensación de la derrota, adivino en la mirada perdida ese primer atisbo de comprensión, esa furia que me excluye para siempre de tu vida. Juraría que esto ya me ha sucedido, antes. Mi fracaso se proyecta sobre ti, como un hábito cobarde. Igual que forjé mis sueños… sueños… sueños… sueños…
Luis Morales Relato Boxeo Mohamed Alí
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