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lunes, 3 de febrero de 2014

LOS AMANTES DEL CÍRCULO POLAR, DE JULIO MEDEM



En el círculo se confunden el principio y el fin
HERÁCLITO DE ÉFESO

Esta mañana me han sorprendido los copos de nieve que flotaban livianos en el aire de Madrid antes de perderse para siempre en las aceras, y sin saber muy bien por qué, quizá por el frío y la luz blanquecina, me ha venido el recuerdo de Los amantes del Círculo Polar (1998), la película de Julio Medem. Sí, todavía hay gente que se acuerda de ese cine que se hacía por aquí hace no tanto tiempo, un cine con estructuras poéticas y poco convencionales, apartado del mainstream habitual. Un cine que la gente veía.
Y he vuelto a descubrir el círculo. Y a reflexionar, dando vueltas como una peonza, sobre todo ello.
Un círculo contiene infinitas circunferencias, siendo la más característica aquella que lo delimita, la circunferencia de radio máximo. La circularidad implica, además, la rueda que gira sobre su eje, la rotación de los planetas, la intuición de que en el principio está el final, el mito del eterno retorno, el ouroboros, esa serpiente que se muerde la cola… El bucle, a veces solamente entrevisto, se constituye como el verdadero elemento conceptual y motor de la narración en ciertas estructuras cerradas. Sobre la deliberada repetición del símbolo surgen numerosas estrategias de escritura potenciales. Por si fuera poco, la circunferencia que delimita el círculo puede funcionar, si hablamos de la dimensión tiempo, como la elipse perfecta.
Esta estructura circular ha sido utilizada en literatura y en cine en numerosas ocasiones. Algunos ejemplos que se me ocurren a bote pronto: El Lazarillo de Tormes está compuesto como una larga narración epistolar que nace de la necesidad de explicar su propio presente por parte de Lázaro. La sucesiva descripción de trabajos y amos por los que ha pasado Lázaro no tiene otra razón de ser que la justificación moral de sus actos presentes, inclinados al medro, frente a las dudas del supuesto receptor de la carta. En cine apunto, y no de forma casual, a uno de los grandes clásicos, Ciudadano Kane, de Orson Welles, cuya narración discurre entre la muerte evocadora del magnate, la esfera de nieve, el ya manido balbuceo de la palabra Rosebud y su resolución final en el nombre del trineo que simboliza la infancia perdida y muchas veces añorada. En el principio ya está el fin. Círculo cerrado. Esfera de nieve. Trineo.
Los amantes del Círculo Polar participa de este esquema desde el mismo título y lo lleva hasta la extenuación a lo largo de su metraje. La simplificación de las múltiples estructuras circulares que componen la película nos dejaría una historia bastante convencional y plana. El círculo deja de ser un elemento más o menos decorativo para convertirse en el eje conceptual de la narración. No puedo obviar la presencia constante y artificiosa del símbolo, manifestado con plasticidad en bastantes planos (el recorrido del sol en la medianoche ártica, la luna llena, el balón, otra vez la esfera de nieve, los ojos de Ana…) y apuntalado constantemente desde la estructura general del guión.


Podría entrar aquí en todos los círculos que plantea y desvela la película, pero, tanto si la habéis visto como si no, lo mejor es que lo descubráis por vosotros mismos. Creo que la clave del buen cine está en la forma de contar las historias. Julio Medem, el hombre de apellido capicúa, podría habernos mostrado una historia de amor y desencanto convencionales, pero ese no suele ser su estilo. Al igual que en sus primeras películas (Vacas, Tierra, La ardilla roja…), el propio título ya contiene el todo: los amantes, el círculo.
De manera particular sólo logran sorprenderme las películas que no se limitan a copiar la estructura básica de cualquier Blockbuster. O al menos aquellas que me hacen sentir extraño por dentro. Los mecanismos de distanciamiento o extrañamiento son casi siempre distintos. En este caso la deliberada utilización del círculo hace más evidente la estructura de la película. Puede que alguno opine que la excesiva repetición del motivo círculo lo banaliza y debilita su potencia y atractivo. A mí, sin embargo, me gusta. Me hace sentir extraño como he dicho, dispuesto, tal vez, a reflexionar sobre los finales felices y el desencanto. Y eso fue lo que me sucedió con Los amantes del Círculo Polar la primera vez que nos cruzamos en una sala oscura. Luego la vida nos llevó por distintos derroteros hasta que nos trajo aquí, donde nos hemos reencontrado mucho, mucho tiempo después, entre los copos de nieve vacilante, cerrando al fin el círculo.
Os dejo los datos de la película y una de las secuencias de la película que más me gustan. Atentos a la banda sonora de Alberto Iglesias. Y no dudéis, si aún no lo habéis hecho, en verla.

Título: Los amantes del Círculo Polar (1998)
Nacionalidad: (España)
Dirección: Julio Medem
Producción: Sogetel
Guión: Julio Medem
Música: Alberto Iglesias
Fotografía: Gonzalo Fernández-Berridi
Intérpretes: Fele Martínez, Najwa Nimri, Nancho Novo, Maru Valdivielso, Jaroslav Bielski, Peru Medem, Sara Valiente, Victor Hugo Oliveira, Kristel Díaz, Pep Munné, Rosa Morales, Joost Siedhoff, Beate Jensen.



En Youtube.

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