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martes, 7 de julio de 2009

OBEY (CASI VEINTE AÑOS DE UN MANIFIESTO)



Aludí e imité hace ya un tiempo a Shepard Fairey a propósito del famoso cartel que había diseñado para Obama y que dió la vuelta al mundo. Desde entonces tengo pendiente una deuda extraña y ridícula con uno de mis artistas de referencia que intentaré solucionar con este post.
Shepard Fairey no es un diseñador gráfico más. Lleva más de veinte años zascandileando literalmente por las calles del planeta. Fairey reivindica el espacio público como espacio principal para la vida artística y cultural, proponiendo una crítica a la hegemonía estética y presencial de la publicidad, encabezada por las grandes corporaciones financieras. Sin duda este es un discurso al que muchos jóvenes artistas se han adscrito, consciente o inconscientemente, a lo largo de estas dos décadas. Y lo siguen haciendo hoy en día.




Pues todo comenzó cuando a Shepard Fairey le dió por difundir la imagen de André el Gigante (sí, el gigante que salía en La princesa prometida) en sus primeras incursiones artísticas, primero en Rhode Island y luego en el resto de los Estados Unidos. Se trataba de carteles y stickers (pegatinas) de alto contraste cromático en las que el rostro del luchador se veía jalonado de frases sin sentido. El lema original era GIANT HAS A POSSE (EL GIGANTE TIENE UNA PANDILLA), pero el concepto del artista evolucionó para hacer más presentes algunos aspectos de filosofía social y crítica del sistema. Fue entonces cuando apareció el mensaje OBEY (OBEDECE), sumando así mayor impacto y absurdo si cabe a la estética del tema. La imagen era divulgada y colocada en las calles, con la intención de sorprender al público, sin ningún mensaje concreto. Las primeras pegatinas fueron fotocopiadas y colocadas por él propio Fairey, pero pronto empezó a repartir copias, imprimirlas con calidad de papel, definición y tintas, y enviarlas por correo a amigos y curiosos, haciendo que sus pegatinas fuesen colocadas en los espacios colectivos de muchos países.
Fairey estructuró sus ideas en un manifiesto realizado en 1990, que, por supuesto, tiene un lugar preponderante en su web: OBEY GIANT. La página está en inglés. Buscando en la red no he encontrado ningún ejemplar del manifiesto traducido a la lengua de Cervantes, así que me he decidido a perpetrarlo, como buen traidor:



MANIFIESTO
La campaña OBEY puede ser explicada como un experimento de Fenomenología. La Fenomenología que Heidegger describe como "el proceso de dejar que las cosas se manifiesten". La Fenomenología intenta emplazar a la gente para que pueda ver con claridad aquello que está justo ante sus ojos, pero ensombrecido; esas cosas tan evidentes que apenas son advertidas por la observación abstracta.

El PRIMER OBJETIVO DE LA FENOMENOLOGÍA es despertar un sentido de fascinación hacia el propio entorno. La campaña OBEY intenta suscitar la curiosidad y movilizar a la gente para que cuestione tanto la campaña en sí como sus relaciones con quienes les rodean. Dado que no estamos acostumbrados a ver anuncios o propaganda cuyos motivos no sean obvios, los encuentros frecuentes y sorpresivos con la propaganda OBEY provocan el pensamiento y una posible frustración, y en cualquier caso revitalizan la percepción y atención del observador por los detalles. La pegatina no tiene sentido, pero si existe es sólo para hacer que las personas reaccionen, contemplen y busquen ese sentido en la misma. Porque OBEY no tiene ningún significado real, las diversas reacciones e interpretaciones de aquellos que se encuentran con una de estas pegatinas reflejarán necesariamente su personalidad y la naturaleza de sus propias sensibilidades.

La gente familiarizada con la pegatina encontrará la imagen atractiva en sí, divertida, reconociéndola como extravagante, y será capaz de obtener un placer visual sencillo, sin recargarlo con una excesiva explicación. El OBSERVADOR PARANOICO O CONSERVADOR puede sentirse confundido sin embargo por la tenaz presencia de la pegatina y condenarla como un rito underground de intenciones subversivas. Muchas pegatinas han sido arrancadas por aquellos a los que han molestado, como si hicieran daño a la vista o se trataran de un vulgar acto vandálico, algo que es irónico considerando el ingente número de imágenes gráficas comerciales con que la sociedad estadounidense es asaltada a diario.

Otro fenómeno que la pegatina ha puesto de manifiesto es la naturaleza CONSPICUAMENTE CONSUMISTA de muchos de los miembros de la sociedad. A aquellos que se han visto envueltos por la campaña su cercanía y resonancia cultural se les hace de algún modo reconfortante y la posesión de una pegatina proporciona algo así como un souvenir, un evocación, un recuerdo. A menudo la gente pide las pegatinas simplemente porque las han visto por todas partes y tener un adhesivo les aporta cierto sentido de pertenencia a algo. La pegatina THE GIANT parece ser aceptada principalmente por aquellos que son (o al menos tratan de parecer) rebeldes. Aunque puedan desconocer el significado de la pegatina, les gusta esa cualidad underground ligeramente perturbadora y desean contribuir a la promoción de una jocosa y absurda presencia que de alguna manera parece ir en contra del establishment y las convenciones sociales. Las pegatinas THE GIANT son a la vez aceptadas y rechazadas, algo que, después de un análisis, refleja la psique del observador. Tanto si la reacción es positiva como negativa, la existencia de las pegatinas se justifica en la medida en que estimula a la gente a considerar los detalles y significados de su entorno.

En el nombre de la alegría y la observación. Shepard Fairey, 1990


A día de hoy Fairey, 20 años más joven, persevera en las mismas fórmulas gráficas, los mismos códigos de color de alto contraste (rojos y negros) desarrollados con THE GIANT, profundizando en una temática siempre reivindicativa, asociada al lado más oscuro del ser humano: los horrores la guerra.
Imprescindible para los que empiezan.
Para los que siguen.
Para los que nunca terminan.

Su web oficial: http://obeygiant.com/


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