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martes, 29 de septiembre de 2009

EL MURO


Yerra la suerte en ti, jugador de ojo trucado.
Ella agita el dado a su antojo, se enroca
con sonrisas insinceras.
Yerra la suerte, que naces en el aire y dudas,
tus aires de locura, aquello que declaras ser.
No importa, así está bien. Agonizas de amor.
Aquello que conoces, una extraña habitación,
la rueca del tiempo afilada como acero,
el cuerpo desnudo esperando entre delirios
del subsuelo, los cimientos de una torre
recalcitrante, nada de eso es tuyo,
leve escanciador sometido a las visiones.
Pero no importa, así está bien. Agonizas
de amor.
Puedes observarte y no reconocerte,
puedes sonreír a ese pozo de ardor
en el que te has metido.
Que no sepan ayudarte no importa,
si al menos agonizas, exorcízate.
Turbas se concentran ante un muro
traslúcido: todos fingen ser lo que no son.
A veces me pregunto a qué han venido.
Hay un párpado de luna a su alrededor.
Sin ira no habrá un día en que la maza
se descargue. Cuando la vida es una especie
de opiáceo. Si al menos amor. Tú lo sabes.
Porque mientras tanto
los más condescendientes
seguirán teniendo su premio,
porque los hermosos verán rostros
reflejados, maquillados, perpetrados
por la doble ineptitud. Dennos hoy
nuestro pan de cada día, brindemos
otra vez por la santa ebriedad verdadera.
Uniformidad informe, todos a una.
Enamoremos la farsa, quizás no importe.
Que al menos agonices. Así es esta comedia.
Figúrate a un albañil derribando muros,
imagina el arte polifacético de algunos
cantantes. Menos mal que tú también
agonizas de amor. Sin sed seguir aquí
sería tan ridículo como partirse
la cabeza en una utopía consistente,
tanto como remover literalmente
la mierda,

como acabar siendo
el principal sospechoso,
como callar o confesar,
como fingir lo que no eres
.

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