Respiro una inocencia letal
bajo las aguas amargas,
lleno del quizás habrá otro lado.
Glóbulos de oxígeno ardiente
resbalan: allá va –lejos- la herida.
Vuelco submarino inanimado,
viro el descontrol entre las vueltas.
La máscara abisal advierte el ojo
cristalino: no tienes sueño.
La sombra pudo verme anclado al fondo,
en mitad de un vuelo, centrífugo.
Pero allá donde los sentidos engañan
se realizó todo como un espacio que acecha.
Ya sé, la noche de la juventud es disonante,
que no puedes regalarle la verdad
al único tenaz superviviente,
a aquél que va queriendo deslindarse,
trazado en un murmullo de la esfera.
Luis Morales Alguna fe Poesía Zero
En curso. El final del diario, de Sarah Manguso
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