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lunes, 10 de agosto de 2009

POVERA ITALIA, POVERA EUROPA


Italia es uno de los países más hermosos del mundo y cada uno de sus vicoli y esquinas rezuma a arte y cultura milenarias. Su territorio fue cuna de una de las más prósperas civilizaciones de todos los tiempos, y eso que Roma no se hizo en un día. El práctico y violento Imperio Romano es la base política de Europa. Por otra parte el primitivo cristianismo se fundamentó desde la estructura romana para vertebrar la religiosidad futura de una gran parte de este viejo continente. El Papado y las ciudades-estado independientes contribuyeron de manera orgiástica y a veces bárbara al final de una dura Edad Media y al impulso definitivo del Renacimiento. Desde el calcañar a la punta de la bota Italia siempre ha sido un extraordinario espacio palpitante que oscilaba entre el vicio y la virtud. Garibaldi unificó lo aparentemente imposible e Italia partió como unidad hacia el progreso.
Pero el siglo XX ha contribuido a empequeñecer cualquier atisbo de grandeza: primero el fascismo, luego la guerra y el plan Marshall han destruido y reconstruido a su modo, forjando toda una red de valores indecisos que van de la derecha a la izquierda y viceversa, y ojo, no hablo (salvo grandes excepciones neorrealistas) de la intelectualidad adocenada, sino de todo el mundo. Por entre los resquicios de esa indecisión siempre se han escapado la corrupción y las mafias.
El siglo XXI está siendo todavía peor para toda Europa, porque este neoliberalismo agresivo que nos rige se está cargando cualquier expectativa real de un estado de bienestar satisfactorio. Lo de antes fue un espejismo. Además el concepto de democracia es utilizado y tergiversado por individuos y organizaciones cuyo mensaje no es precisamente tolerante. No comprendo cómo las guerras y sus consecuencias se van olvidando tan fácilmente en este continente senil que agita unos odios, xenofobias y regionalismos, más allá (o incluso a través) de ese artificio llamado UE. No comprendo cómo puede ser legal cualquier partido de ultraderecha (en ningún lugar del mundo) y tampoco por qué la gente acaba votando a estos tipos.
Siempre he dicho que Italia es mi segunda casa y que siempre va conmigo, pero veo que todo va cambiando. El hombre que comanda el país se lo pasa en grande de villa en villa o hace bromas sobre campings después del terremoto. Y su pueblo lo quiere. El otro día se aprobó una durísima ley de inmigración en este país que siempre había sido ejemplo de tolerancia. Y el pueblo así lo quiere. Se autorizan las patrullas callejeras de ciudadanos desarmados (sólo faltaba que pudieran llevar pistolas) para que limpien las calles de escoria extranjera y delincuente. Y su pueblo (y muchos pueblos de Europa) así lo quiere(n). Lo siento hermanos, tardaré un tiempo en volver a Roma. Lo digo con todo el dolor que pueda expresarse, y siempre pensando en aquellos amigos, aquellas cosas que sin duda todavía siguen valiendo la pena. Lo triste es no poder salir también de España, no poder abandonar esta triste y vieja Europa en llamas.
PD. Por supuesto que no meto a todos en el mismo saco. Siempre han existido y existirán hombres y mujeres inconformistas que defienden sin cortapisas la libertad a todos los niveles. En Italia también, por descontado. Con ellos resiste la última gota de esperanza.

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