Nanni Moretti no es un director de cine corriente. Activista, comprometido, todo un adicto a la tarta Sacher, y tal vez por eso y porque estaba harto de la pobre cobertura que el cine independiente tenía en la vetusta Roma, promotor, desde hace años, del mejor sala de autor de la ciudad (Nuovo Sacher), muy cerquita de Porta Portese. Waterpolista, hipocondríaco, marxista, parlanchín surrealista aficionado a la ironía, con el aliento lenguaraz del comediógrafo y el talento del que conoce las vidas sencillas, genio italiano más allá de los tópicos, que rompe las estructuras, maestro que nos ha mostrado más de una vez cómo lanzar de la forma más efectiva y cortante el puñal del dolor en secuencias dramáticas llenas de contención y sentido.
Nanni Moretti es a la vez Ecce Bombo y Aprile, es La stanza del figlio y Michele Apicella. Tiene muchos rostros este tipo espigado de barba impagable. Pero para mí Nanni Moretti será siempre un hombre a una Vespa pegado, un emulador de Rock Hudson que deconstruye Vacaciones en Roma, un loco que conduce sin manos mientras recorre en pleno agosto las calles soñolientas de mi ciudad.
Y digo mi ciudad porque para mí Roma siempre será la ciudad de Caro diario (1993), porque aunque viví en ella unos años después, podría decir (y así lo siento) que muchos de mis recuerdos reales se funden de algún modo con este largo paseo en 'motorino' que Moretti desarrolla en la primera parte de la película. Cuando lo observo atravesando la Garbatella me vienen a la mente las calles, los edificios de Via Ostiense, del viale Marconi, la 'piazza' Re di Roma, los viejos 'palazzi' de Pontelungo, los estorninos de Termini o la márgen del Tevere. No la Roma monumental y turística, sino una Roma en la que se vive (y se malvive) de verdad.
Con eso bastaría para hacerme fan de Caro diario. Pero luego está la espléndida, mítica y desmitificadora visión de las islas Eolias, detrás de cuyos pasos acabé peregrinando hasta Lipari y Volcano pero sin llegar por falta de previsión (peccatto!) hasta la deseada Stromboli. Y para finalizar al bueno de Moretti le pica todo, tiene un prurito inaguantable que le impide dormir, así que se atreve a reírse de sí mismo analizando con sorna el sistema médico de su país a propósito de su propia experiencia con la enfermedad. El resultado es una película extraña, una autobiografía pseudo-documental de estructura heterodoxa que sin embargo llegó al corazón de mucha gente, incluido el jurado del Festival de Cannes del año 94.
Os dejo con la secuencia que más me impactó de la película, cinco minutos mágicos de cine, de ese cine de verdad. Es el final de la primera parte. Nanni Moretti se pregunta por qué nunca ha ido a visitar el lugar donde Pier Paolo Pasolini fue asesinado, en la playa de Ostia, y decide ir en su moto hasta allí, mientras suenan las notas al piano de Keith Jarret en el Concierto de Colonia. Ahí me vuelven los recuerdos, la realidad se fusiona con el filme, mientras recorro un trecho en las oscuras arenas de la playa, sorteando desperdicios, cañas rotas, cáscaras de sandía, restos de un habitual naufragio de domingo. Miro hacia un mar calmo, hacia un horizonte neblinoso en azul mediterráneo donde el sol reverbera con fuerza y cirros se hinchan a lo lejos, camino del continente. Jóvenes tostados haraganean en el lido, mostrando las plantas negras de sus pies descalzos, los brazos poderosos sin mangas, atletas de la miseria, rasgo pasoliniano de libertad y de muerte, arrojados a una tierra extraña, varados por un encantamiento círceo, ahítos del loto y el olvido.
Título: Caro Diario (1993)
Título Original: Caro Diario (Francia, Italia)
Guión y Dirección: Nanni Moretti
Reparto: Nanni Moretti, Giovanna Bozzolo, Sebastiano Nardone, Antonio Petrocelli, Giulio Base, Italo Spinelli, Carlo Mazzacurati, Jennifer Beals, Alexander Rockwell, Renato Carpentieri, Raffaella Lebboroni, Marco Paolini, Claudia Della Seta, Lorenzo Alessandri, Antonio Neiwiller, Conchita Airoldi, Riccardo Zinna, Moni Ovadia, Mario Schiano.
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Poema del día: "Hormigas", de Jacinto Fombona Pachano (Venezuela, 1901-1951)
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Las torres y los edificios
más viejos y más altos, creían
que todo era de dulce.
...Por las hormigas.
Que bastaban unas cuantas gotas
en el mapa...
Hace 1 hora
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