Pages

lunes, 3 de agosto de 2009

POESÍAS COMPLETAS DE JOHN KEATS

Retrato de John Keats, de William Hilton

Algunos piensan que John Keats (1795-1821) era un niño bien. Aquellos ingleses libres y cultos de costumbres disipadas y excelentes modales que ocupaban largos periodos de su juventud en un Grand Tour a través de las exóticas explanadas de Europa (y a veces más allá) no eran precisamente unos desarrapados. Pero si se ahonda en la biografía de este poeta impecablemente atormentado es posible comprender el error de tal creencia. Huérfano desde una corta edad, su infancia y educación estuvieron a cargo de su abuela. Primero se empapó de los clásicos grecolatinos. Poco después a su abuela se le ocurrió la brillante idea de que el niño fuera cirujano. Es evidente que algo había fallado en el cálculo, porque a John Keats le dio por graduarse en Farmacia y dedicarse, cómo no, al enrevesado y tortuoso mundo de la literatura. Esa decisión tuvo dos consecuencias directas para el joven John: la primera, que podía olvidarse para siempre de un sueldo de médico; la segunda, que muy pronto, a través del poeta y editor Leigh Hunt, entraría en contacto con uno de los círculos poéticos más selectos de la historia contemporánea, al lado de gente tan poco común como Percy Bysshe Shelley o Lord Byron. Su amistad con estos hombres se constituye, desde luego, como la causa y razón principal por la que algunos siguen pensando que John Keats era un niño bien. Su obra poética fue bastante incomprendida en su momento, aunque esto es algo que suele ocurrir a menudo con los buenos poetas. Textos que ahora son considerados grandes clásicos apenas tuvieron repercusión en su tiempo. Así ocurrió, por ejemplo, con sus primeros Poemas (1817), o con el épico Endymion (1818).
Lo que interesa de Keats es, sin embargo, su propia poética: el hecho poético en sí fue uno de las preocupaciones habituales del poeta, como demuestra en numerosas cartas. Y su visión de la poesía, una vez más al contrario de la habitual creencia, rompía con las ideas románticas que están expandiendo muchos de sus colegas.
Para Keats, por ejemplo, no es poesía lo que ha sido creado para recobrar lo que está ausente. El lamento, la elegía, no son poesía. Keats preferirá las odas, el canto, la musicalidad propia de las palabras más allá del sentido adherido a las mismas. Si la poesía es deseo de lo que una vez fue, lamento de lo que ahora se es, acaba convirtiéndose en un instrumento moralizador, educativo, reflexivo, cuadriculado. Pero Keats, como confesó en una carta del 3 de febrero de 1818, odiaba "la poesía que tiene un diseño palpable".
En esta línea, John Keats se diferenciaría de los demás románticos ingleses (y por eso es al que más admiro de todos ellos) porque destronaba el poder del Yo en la poesía. Keats escapó de la tiranía del Yo (tan romántica, tan contemporánea también) buscando un otro lado del ser donde no el Yo, sino el Otro fuera el soberano.
En 1819 Keats escribió sus poemas más conocidos: "Oda a Psyche", "Oda a una urna griega" y "Oda a un ruiseñor", piezas clásicas de la literatura inglesa y universal, que aparecieron en el tercero y mejor de sus libros, Lamia, Isabella, la víspera de santa Inés y otros poemas (1820).
Poco después su salud empeoró debido a una tuberculosis y esta es la razón por la que Keats habría viajado a Italia. En Roma encontró la muerte y una tumba en el Cementerio Inglés, junto a la Pirámide Cestia.
Su obra ha sido publicada de mil maneras diferentes. Mi edición preferida, la que siempre tengo a mano, es una edición bilingüe de su Poesía Completa, publicada en dos tomos por Ediciones 29, con traducción de Arturo Sánchez, encontrada hace mucho tiempo en la Feria del Libro Antiguo de Madrid.
Sin embargo, y sin que sirva de precedente, dejaré aquí el texto en inglés de "Ode on a Grecian Urn" y lo complementaré con la traducción que en su momento hizo otro grande, Julio Cortázar.



ODE ON A GRECIAN URN

I.

THOU still unravish’d bride of quietness,
Thou foster-child of silence and slow time,
Sylvan historian, who canst thus express
A flowery tale more sweetly than our rhyme:
What leaf-fring’d legend haunts about thy shape
Of deities or mortals, or of both,
In Tempe or the dales of Arcady?
What men or gods are these? What maidens loth?
What mad pursuit? What struggle to escape?
What pipes and timbrels? What wild ecstasy?

II.

Heard melodies are sweet, but those unheard
Are sweeter; therefore, ye soft pipes, play on;
Not to the sensual ear, but, more endear’d,
Pipe to the spirit ditties of no tone:
Fair youth, beneath the trees, thou canst not leave
Thy song, nor ever can those trees be bare;
Bold Lover, never, never canst thou kiss,
Though winning near the goal - yet, do not grieve;
She cannot fade, though thou hast not thy bliss,
For ever wilt thou love, and she be fair!

III.

Ah, happy, happy boughs! that cannot shed
Your leaves, nor ever bid the Spring adieu;
And, happy melodist, unwearied,
For ever piping songs for ever new;
More happy love! more happy, happy love!
For ever warm and still to be enjoy’d,
For ever panting, and for ever young;
All breathing human passion far above,
That leaves a heart high-sorrowful and cloy’d,
A burning forehead, and a parching tongue.

IV.

Who are these coming to the sacrifice?
To what green altar, O mysterious priest,
Lead’st thou that heifer lowing at the skies,
And all her silken flanks with garlands drest?
What little town by river or sea shore,
Or mountain-built with peaceful citadel,
Is emptied of this folk, this pious morn?
And, little town, thy streets for evermore
Will silent be; and not a soul to tell
Why thou art desolate, can e’er return.

V.

O Attic shape! Fair attitude! with brede
Of marble men and maidens overwrought,
With forest branches and the trodden weed;
Thou, silent form, dost tease us out of thought
As doth eternity: Cold Pastoral!
When old age shall this generation waste,
Thou shalt remain, in midst of other woe
Than ours, a friend to man, to whom thou say’st,
«Beauty is truth, truth beauty,»- that is all
Ye know on earth, and all ye need to know.


December 30, 1816.

Poems (published 1820)


ODA A UNA URNA GRIEGA (Traducción de Julio Cortázar)

I.

Tú, todavía virgen esposa de la calma,
criatura nutrida de silencio y de tiempo,
narradora del bosque que nos cuentas
una florida historia más suave que estos versos.
En el foliado friso ¿qué leyenda te rondade dioses o mortales, o de ambos quizá,
que en el Tempe se ven o en los valles de Arcadia?
¿Qué deidades son ésas, o qué hombres? ¿Qué doncellas rebeldes?
¿Qué rapto delirante? ¿Y esa loca carrera? ¿Quién lucha por huir?
¿Qué son esas zampoñas, qué esos tamboriles, ese salvaje frenesí?


II.

Si oídas melodías son dulces, más lo son las no oídas;
sonad por eso, tiernas zampoñas, no para los sentidos, sino más exquisitas, tocad para el espíritu canciones silenciosas.
Bello doncel, debajo de los árboles tu canto
ya no puedes cesar, como no pueden ellos deshojarse.
Osado amante, nunca, nunca podrás besarla
aunque casi la alcances, mas no te desesperes:
marchitarse no puede aunque no calmes tu ansia,
¡serás su amante siempre, y ella por siempre bella!

III.

¡Dichosas, ah, dichosas ramas de hojas perennes
que no despedirán jamás la primavera!
Y tú, dichoso músico, que infatigable
modulas incesantes tus cantos siempre nuevos.
¡Dichoso amor! ¡Dichoso amor, aun más dichoso!
Por siempre ardiente y jamás saciado,
anhelante por siempre y para siempre joven;
cuán superior a la pasión del hombre
que en pena deja el corazón hastiado,
la garganta y la frente abrasadas de ardores.


IV.

¿Éstos, quiénes serán que al sacrificio acuden?
¿Hasta qué verde altar, misterioso oficiante,
llevas esa ternera que hacia los cielos muge,
los suaves flancos cubiertos de guirnaldas?
¿Qué pequeña ciudad a la vera del río o de la mar,
alzada en la montaña su clama ciudadela
vacía está de gentes esta sacra mañana?
Oh diminuto pueblo, por siempre silenciosas
tus calles quedarán, y ni un alma que sepa
por qué estás desolado podrá nunca volver.


V.

¡Ática imagen! ¡Bella actitud, marmórea estirpe
de hombres y de doncellas cincelada,
con ramas de floresta y pisoteadas hierbas!
¡Tú, silenciosa forma, tu enigma nuestro pensar excede
como la Eternidad! ¡Oh fría Pastoral!
Cuando a nuestra generación destruya el tiempo
tú permanecerás, entre penas distintas
de las nuestras, amiga de los hombres, diciendo:
«La belleza es verdad y la verdad belleza»... Nada más
se sabe en esta tierra y no más hace falta.


Una web imprescindible para saber más de Keats: http://www.john-keats.com/

Keats, John, Poesía Completa (Edición Bilingüe), Ediciones Del Río, Ediciones 29, Barcelona, 1976, 2 Vol.



No hay comentarios :

Publicar un comentario

Dádle voz al oráculo