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viernes, 8 de julio de 2011

LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE LIBROS

Santiago Matamoros levanta la espada en una página del recientemente afanado Codex Calixtinus. Sus punteras medidas de seguridad no le bastaron al santo para sustraerse de ser sustraído.

Mientras las autoridades catedralicias xacobeas se tiran de los pelos ante el sospechoso olvido de la llave que franqueaba el acceso al Códice, los expertos defienden el valor incalculable del tocho (que lo tiene) y la consecuente imposibilidad de la venta del mismo (aunque los caminos del mercado negro, poblado de archimalvados coleccionistas que planean quedarse con todo, son insondables). La noticia del robo ha caído como una bomba informativa que ahora rellena las flácidas páginas de los periódicos, los vacíos y refrescantes espacios televisivos estivales, la indignación más indignada de los indignados políticos. ¿Complot al estilo de Misión Imposible, de Ocean's Eleven, Twelve, Thirteen? ¿Infiltración en las instalaciones por parte de algún desalmado de toda confianza? ¿Uno que pasaba por allí y vio la llave en la puerta? El País lo cuenta aquí. Y es que, aunque no nos lo creamos, resulta que los libros también se roban.
Ante la absurda idea de encontrar a fray Guillermo de Baskerville para que nos solucione este enigma del siglo XII dejaremos a un lado este golpe particular para abrir el campo de reflexión: es verdad, algunos libros se roban. No nos confiemos.
De un modo ingenuo confío en el ser humano. Tengo pruebas de su buena fe. En dos ocasiones dejé olvidados en los parques sendos libros preciosos e irremplazables que luego recuperé al volver sobre mis pasos. Nadie quiso apropiarse del primer volumen de Conversaciones con Goethe, de Johann Peter Eckermann, ni tampoco de una edición antigua de La Montaña Mágica, de Thomas Mann. Al recuperar los libros intactos sonreí, las dos veces, aliviado por tales muestras de civismo urbano, aunque tengo que reconocer que ahora, comprobando la extraña coincidencia que conecta ambos autores en el final de sus apellidos, empiezo a entrever que la fama densa de los escritos y escritores alemanes de todos los tiempos pudo convertirse en una razón de peso para la buena no-acción de aquellos días.

Se conmina a todas las librerías y catedrales del mundo a reinstaurar la dulce y anticuada costumbre, adquirida por numerosos dueños de bibliotecas particulares ante el cordial expolio de amigos y familiares, de excomulgar a aquellos que osen meter mano sin permiso en sus estanterías (válido para ratones, gusanillos, investigadores sin escrúpulos, primos segundos y ladrones de guante blanco).


Alguna mente privilegiada atribuyó a José Martí una frase que se ha convertido en la falsa justificación de cualquier expolio: "robar libros no es robar". Sin embargo estamos seguros de que José Martí coincidiría con la opinión de muchos editores y libreros: "¡niño, los libros no se roban, coño!". Yo mismo he sido testigo en la última Feria del Libro de Madrid de la técnica de la bolsa abierta: el viandante se acerca con cara de interesado a la caseta, coloca la bolsa justo debajo del expositor en el que se agolpan los libros, disimula, vigila, localiza el objetivo, otea... y cuando el librero se da la vuelta un ligero toque con los dedos sobre el libro elegido y ¡zas!, este cae mullido en la buchaca del escamoteador. Achtung baby!
Aunque con el Codex Calixtinus estamos hablando de otro nivel, compatible con el término "delito". En fin, podríamos pensar que el robo de libros es un buen sujeto literario, como lo confirmaría el susodicho Guillermo de Baskerville en El nombre de la rosa (Umberto Eco) o el pequeño Bastian Baltasar Bux, que no dudó en arramplar con el libro que le incluía en aquella Historia Interminable de Michael Ende y salir pitando de la librería del señor Karl Konrad Koreander. Como ejemplo hispánico del asunto recordamos las andanzas de un tal Corso en El Club Dumas de Arturo Pérez-Reverte. Y seguro que conoceréis muchos más.
Pero, como llevamos insistiendo un buen rato, la realidad supera a la ficción. Dejaremos aquí una lista breve y no exhaustiva de libros, manuscritos y otros textos que han sido extraídos (y a veces recuperados) de los anaqueles que un día los contuvieron:

.Una primera edición de El origen de las especies, de Charles Darwin, de la Biblioteca de Transylvania University, Kentucky, USA (Lo de Transylvania no es coña).

.Una edición limitada de Harry Potter y la Piedra Filosofal, de J.K. Rowling, de una galería en Woodstock, Oxfordshire (GB).

.Un First Folio de William Shakespeare datado en 1623, de una exposición en la Universidad de Durham (GB).

.Una primera edición de El Gran Gatsby, de Scott Fitzgerald, de una mansión de la neoyorquina Quinta Avenida, propiedad de una viuda de un Vanderbilt (NYC, USA).

.Una edición de Utopía de Tomas Moro editada en Lovaina en 1516, algunas primeras ediciones de Lutero, o varios manuscritos originales de Inmanuel Kant, entre los tres mil textos que entre 1967 y 1978 fueron robados de la Biblioteca Real Danesa por uno de sus empleados (DAN).

.Manuscritos de guiones originales de películas como Casablanca, Ciudadano Kane o My Fair Lady, procedentes, al menos el primero, de la biblioteca de Warner Brothers (USA).

.Una Biblia del siglo XIII, entre los más de treinta mil ejemplares desaparecidos de la Biblioteca Nacional de Francia (FRA).

.Cuarenta y tres obras sobre arte, poesía, filosofía e historia, algunas de ellas milenarias, expoliadas de la colección de libros chinos, coreanos y japoneses antiguos que posee la Universidad de Harvard (USA).

.Una primera edición de Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell, de algún lugar o iglesia de Waynsville, North Carolina, USA.

.El Siderius Nuncius (1610) de Galileo, la Astronomia Nova (1609) de Kepler y los Principia Mathematica de Newton (1687), entre los quinientos títulos acariciados por un graduado universitario en la Universidad de Cambridge y la Biblioteca Británica (GB).

.El Hortus deliciarum (El jardín de las delicias), un manuscrito del siglo XII, entre los más de mil quinientos libros afanados de la biblioteca del Convento de Sainte-Odile, Alsacia (FRA), a través de un pasadizo secreto.


Y hay muchos, muchos más, en España y el mundo entero. Así que ya sabéis, be careful with pickbooks.

Si queréis saber más deberíais recurrir a estos dos enlaces fantásticos:


1 comentario :

  1. FE DE ERRATAS (Como en todo texto que se precie)
    Antes de que os haga daño a la vista reconozco un gazapo que no pienso corregir.
    En efecto, donde dice Waynsville quiero decir Waynesville. Pido perdón a los habitantes de la conocida villa nordcarolina.

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