Sesenta y cuatro dientes,
blanco y negro y moiré, en gama alta,
no comprendo todavía la estrategia de la reina,
qué oscuro designo encierra en su desvencijada torre.
La vida juega a saltarse las reglas,
los dedos atrevidos diluyen las fronteras de los mapas.
Encadeno la mecánica aparente,
ese movimiento aprehendido en el enroque,
como si en la defensa se hundiera Fibonacci
o el puente hasta ti fuera menos insensato,
pero el azar tiene una trampa,
vapor de ajo que envenena tus pezones,
mierda de caballo en las esquinas
y un vampiro que huye,
un ángel de luna que adormece
para darme inexorable el jaque.
blanco y negro y moiré, en gama alta,
no comprendo todavía la estrategia de la reina,
qué oscuro designo encierra en su desvencijada torre.
La vida juega a saltarse las reglas,
los dedos atrevidos diluyen las fronteras de los mapas.
Encadeno la mecánica aparente,
ese movimiento aprehendido en el enroque,
como si en la defensa se hundiera Fibonacci
o el puente hasta ti fuera menos insensato,
pero el azar tiene una trampa,
vapor de ajo que envenena tus pezones,
mierda de caballo en las esquinas
y un vampiro que huye,
un ángel de luna que adormece
para darme inexorable el jaque.
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