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sábado, 26 de julio de 2008

FARSA DE MEMORIA

Nosotros en el acabamiento, pero con esa curva de eslabón que va rompiéndose infinita, nosotros, tocados por el ron y el filo y las palabras y esa música, como si la gravedad hubiera alcanzado alguna vez, para siempre nuestra tristeza.
En aquella edad de sombras se extinguió el rito: era de una levedad tan trascendente y córnea que aniquilaba arcángeles. No existía espacio para la fascinación o el tedio, jamás hubo una noche que no ocultara tantas dudas. Las siluetas prorrumpían en aquella edad de sombras con la certeza inconmovible de un actor esquivo: sabíamos desarbolar nuestros cuerpos, pero no fuimos capaces de enterrarlos, percibimos el olor en el sendero, la carga en el aire, como signos de un lenguaje de tormenta e interpretamos la sangre, la dolencia del músculo, bajo el estigma proverbial de los proscritos: bebed, leed de mis labios sin estructura, hay cosas que no deben contarse, mis dos paralelepípedos desenfundan el duelo, yo pregunto por tu yo, tú disparas la respuesta con más arborescencia que esperanzas, tú disparas por mi tú, yo duplico los silencios de esta amarga incontinencia.
Nosotros en cualquier comienzo, pero con esa roca de algodón que va descomponiéndose, la vida de nosotros, pospuesta en el neón y en las arterias bajo lluvias míticas, como si el destino nos hubiera alcanzado alguna vez, para siempre en la tristeza. Es la hora, irradia ya esa luz que prevalezca, ten cuidado que se acaba ya tu tiempo, desentrama todavía nuestra historia, prende fuego ya a esta farsa de memoria con la rabia iconoclasta del momento.


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Dádle voz al oráculo