Carreteras desiertas,
dulce sabor empalagoso,
la imagen fallida del velo
se inmola. Agítense el pasado,
los jóvenes perdiendo el tiempo
enchufados a una vida sin calles.
Las neuronas señalan el abismo
en el que estar seguros.
Hueso resbala tras su siglo en el polvo:
mézclate con la tierra y descansa,
hay un puesto vacante a mi lado
cuando la mirada aburre. Baila.
Santa obviedad, qué resuelta pasa la nada.
La ciudad hiede a morfina,
algunos vuelan millas inocentes.
La semilla ya no crece en el cemento,
lamentable haz de luces descompuestas.
No necesito una esperanza
que rompa las reglas,
ninguna defensa absurda
de mi comportamiento.
¡Basta!, ya no hay nadie alrededor.
Poema del día: "Los testigos oculares", de Carlos Martínez Rivas
(Nicaragua, 1924-1998)
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—Se ve lo que no se toca
Todo esto vimos:
Vimos la cañada
en la que el plátano en harapos
se...
Hace 12 horas
guapo!
ResponderEliminarleñe!
siempre hay alguien alrededooorrrr...cuidadooo...nus vigilannnnn
jejejeje
mua!