Hace hoy cuarenta años que tres hombres hicieron lo impensable hasta entonces. El 20 de julio de 1969, después de recorrer 384.400 kilómetros hasta la zona lunar, en un largo viaje de cuatro días, seis horas y 46 minutos, el módulo de exploración lunar Eagle del Apolo XI alunizaba en el Mar de Tranquilidad. La Luna pasaba a ser el lugar más lejano explorado físicamente por el ser humano. La ciencia-ficción de Julio Verne se convertía así en profecía de un futuro tecnológico espoleado por una carrera espacial alimentada durante la Guerra Fría a ambos lados del Telón de Acero.
Neil Armstrong caminó por primera vez en la superficie lunar, dejándonos algunas huellas, muchos saltos y una mítica y mil veces repetida frase para la historia: "That's one small step for man, one giant leap for mankind". A esa superficie polvorienta le acompañaría "Buzz" Aldrin, que dice estar ya un poco harto de que siempre le pregunten lo mismo: "¿Qué se siente al pisar la Luna?". El que nunca podrá responder a esa pregunta es, desde luego, el tercer tripulante, Michael Collins, que tuvo que permanecer en órbita para asegurar el regreso. Creo que sin duda este es el papel que a nadie le hubiera gustado jugar.
Mi padre, como tantos otros, lo vio por la tele, aplastado contra la barra de un estrecho bar atestado de curiosos. También para él, como para casi todo el mundo, aquel momento, narrado para España por Jesús Hermida, fue de esos que te ponen la carne de gallina. Aquella generación tuvo esa suerte. La nuestra, casi con toda probabilidad, se perderá acontecimientos futuros, si es que llegan alguna vez. Se habla a la larga de viajar a Marte, pero la realidad es que, ganada la carrera a la URSS y después de unos cuantos regresos a la Luna, la NASA abandonó el proyecto para dedicarse a otras cosas. Por eso hay tantos que han visto en el viaje a la Luna un camelo, una conspiración o una mentira dirigida por el bueno de Stanley Kubrick. Hoy la NASA renquea entre recortes presupuestarios y empieza a sentir el aliento de potencias emergentes que pueden tomarle la delantera: India, Japón y, sobre todo, China, plantean sus propios viajes a la Luna con fines tan prosaicos y detestables como la defensa militar o la prospección mineral nuclear.
En fin, puede que la tranquilidad de ese Mar lunar en el que hace cuarenta años aterrizamos tenga los días contados.
De momento disfruto con las imágenes de aquellos primeros momentos.
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