-Nos abalanzamos sobre los goznes.
-Cuando se presentó la lluvia, sí. No fuéramos a calarnos acá mismo.
-Nos tomó la noche en aquel paraje.
-Los hay que aborrecen el exceso de agua.
-Otros inventaron aquella máquina para mover las nubes.
-Es el fenómeno de la escasez.
-Esos maniacos lo deshicieron todo.
-En alguna covacha del desierto de Nevada. Valientes hideputas.
-Nada malo pretendimos.
-Una escapada de fin de semana.
-Por tierras de Castilla, detrás de algo.
-O de nada.
-De nosotros.
-Buscábamos apenas un alivio para nuestras mentes.
-Si hubiéramos experimentado las complejidades de este mundo.
-Tal vez habríamos podido descubrir.
-Destruir, entonces.
-En cada gota.
-La insignificante existencia de Dios.
-Solos.
-Afirmados en el lodo de los ríos.
-Gozando de nuestros propios meandros, excesivos, bajo puentes.
-Bajo espejos y ruletas.
-Bajo relojes.
-No en ciudades, sobre irresolubles catres, batallando.
-De allá vinimos.
-Por los últimos bosques espléndidos, ahítos de tanta muchedumbre.
-Donde sólo las carreteras son secundarias.
-Propicios espacios de deterioro para automóviles ancestrales.
-Qué odisea del carajo, figúrense, comensal que viene a tavola sin anunciarse.
-Aquel clavo reventón en el neumático.
-Sin ser siquiera presentado.
-Qué coño pinta aquí esa especie de luthier que eres tú.
-Recreador de instrumentos obsoletos.
-Inventados.
-¡Che! Boludo. Estudiantillo de mierda. ¿Acaso te crees que lo tuyo es mejor?
-Investigo tradiciones.
-Olvidadas. Vaya piola de laburo. Ni siquiera sacás guita por ello.
-¿Y eso te importa?¿Por qué viniste entonces?
-Dejálo. La misma lluvia nos habría sorprendido en Madrid.
-Una losa de nimbos grises, algodonal pétreo que amenaza.
-Cortado por las alas del acero.
-Planeadoras.
-De algún bimotor afanoso.
-Serio simulacro de borrascas.
-Tejido licuefacto, vacío del exprimidor.
-Para un difícil caminar ajeno a las palabras.
-Este… dirás a los paraguas.
-Ante la fábrica anodina, su sello de abandono.
-Toda de muro blanco.
-Sin nombre.
-Lleváme a casa.
-Llamadme ninguno.
-En el cobertizo esférico se adivina.
-Ninguno es mi nombre.
-Sobre los boletos premiados, qué rico recostarse como lotófagos, y escuchar.
-El tableteo.
-Sobre el maderamen del sofito.
-Como ninguno me conocen mis padres, y también mis amigos.
-Una grúa coronando el granero.
-Un insecto.
-Visto a lo lejos, aquel engendro de tubos semejaba a una enorme mantis metálica que devorara, inexorable, el edificio.
-Oye…
-Dime…
-Estoy pensando…
-Ah, pero vos pensás…
-¿Y si la lluvia no mojara?
-No tenemos la respuesta.
-¿Ninguna?
-Ninguna.
-Aunque aquí nunca llueve.
-Siempre, según parece.
-Siempre, en la estación húmeda.
-Siempre, atolondradas carcasas permeables.
-Siempre seguimos rutas equivocadas.
-Inconexas. Andá, entremos.
-¿Qué buscamos?
-Ahora nada. Algo de cobijo.
-¿Te fijaste?
-Tal vez.
-El agua respiraba.
-Queremos decir…
-Que era como si aquel líquido hubiera aprendido a resbalar.
-Sin apenas rozarnos.
-Señal caliente.
-Densa.
-Rehilada.
-Rayos de lluvia se volcaban desde el cielo.
-Lo supimos ahora.
-Junto a la enorme puerta.
-De la estructura vieja y sin ventanas.
-Olvidados por los perros.
-De rabeles y músicas.
-De nuestros contornos encontrados.
-De sus fauces el vapor.
-Cortinaje efímero que manaba pálido.
-Esdrújulo.
-Térmico.
-Exhalando promesas de una falsa vida, casi pálpitos.
-Nosotros no parábamos de hablar.
-Tan callados.
-Y tanto.
-Cuatro pupilas en cruce.
-Nosotros no estábamos allá para hablar. Vos sabés…
-Cuatro entrecruzadas piernas.
-Dos raciones de láminas bocabajo.
-Escribir.
-Describirnos.
-Escribirlo es algo abrupto, experimental.
-Nada demoledor.
-La única lluvia que no moja está hecha de letras, de música.
-Dejáte de noemas. Acá se vino a vivir.
-Nos abalanzamos sobre los goznes.
-Cuando se exhibió la lluvia, sí. No fuéramos a calarnos acá mismo.
-Que crujiera el aire en el interior.
-Nunca debió pasarle a dos extraños.
-¿Cómo dos extraños?
-¿Acaso conocés vos mismo quién sos?
-¿Cómo era aquella canción?
-Por las riberas de río limones coge la virgo.
-Hilo de oro mana la fontana, hilo de oro.
-Pajarito que vas a la fuente, bebe y vente.
-Y los dos amigos, idos se son, idos.
-¡Bah!, asocarronadas para terratenientes.
-Idos fuimos, tan cercano estaba nuestro abrigo.
-Y bien que nos holgamos, ja, cuidando de entretenernos.
-Faltó la bruja.
-¿Para qué? Nada hubiera conseguido desmoralizarnos.
-No podíamos salir.
-La riada nos bloqueó el paso.
-Pero ella si entraba.
-Alguien se dejó una rendija abierta.
-¿Qué esperábamos?
-Acá parados, rejodidos.
-Mientras subía el nivel del agua.
-Odié la natatoria desde chico.
-Nos agarramos a las balas de heno, flotantes.
-Nos llegaba la humedad al bocho.
-Como a Paul Newman en una película.
-Y como acabó el pez.
-Mejor que nosotros.
-Callá, pendejo.
-¿Y si la lluvia no mojara?
-¿Otra vez esa pelotudez?
-Si no mojara…
-Vos si que sos…
-Si la lluvia no mojara se zanjaron:
-El resfrío atávico, los descansos, las anginas.
-Ningún agua por extensión remojaría.
-Y todo baño quizá careciese, al fin y al cabo, de sentido.
-No más extensiones, decisiones, desbastes, canalizaciones.
-Pero la cuestión es que…
-Si a menudo sucedieran estas cosas.
-Si ese fulgor blando que remoja, labio líquido que alimenta una y otra vez.
-Un día se apagase.
-Qué sería de nosotros.
-Perdidos en un lugar del cuento.
-Sedientos. Desaparecidos. Sudando tinta.
-Ya no podríamos seguir queriéndonos.
-Callá, gallego barrila.
-Si ya la lluvia no mojara…
-Vos sabés que fue por eso.
-Cuando se marchó la lluvia, sí. No fuéramos a extinguirnos acá mismo.
-Nos abalanzamos sobre los goznes.
-Volaron las almas como Ícaros.
-Mientras nuestros cuerpos callaban.
-Como las de otros muertos, allá, en el lecho que dejó el río.
-Cuando se presentó la lluvia, sí. No fuéramos a calarnos acá mismo.
-Nos tomó la noche en aquel paraje.
-Los hay que aborrecen el exceso de agua.
-Otros inventaron aquella máquina para mover las nubes.
-Es el fenómeno de la escasez.
-Esos maniacos lo deshicieron todo.
-En alguna covacha del desierto de Nevada. Valientes hideputas.
-Nada malo pretendimos.
-Una escapada de fin de semana.
-Por tierras de Castilla, detrás de algo.
-O de nada.
-De nosotros.
-Buscábamos apenas un alivio para nuestras mentes.
-Si hubiéramos experimentado las complejidades de este mundo.
-Tal vez habríamos podido descubrir.
-Destruir, entonces.
-En cada gota.
-La insignificante existencia de Dios.
-Solos.
-Afirmados en el lodo de los ríos.
-Gozando de nuestros propios meandros, excesivos, bajo puentes.
-Bajo espejos y ruletas.
-Bajo relojes.
-No en ciudades, sobre irresolubles catres, batallando.
-De allá vinimos.
-Por los últimos bosques espléndidos, ahítos de tanta muchedumbre.
-Donde sólo las carreteras son secundarias.
-Propicios espacios de deterioro para automóviles ancestrales.
-Qué odisea del carajo, figúrense, comensal que viene a tavola sin anunciarse.
-Aquel clavo reventón en el neumático.
-Sin ser siquiera presentado.
-Qué coño pinta aquí esa especie de luthier que eres tú.
-Recreador de instrumentos obsoletos.
-Inventados.
-¡Che! Boludo. Estudiantillo de mierda. ¿Acaso te crees que lo tuyo es mejor?
-Investigo tradiciones.
-Olvidadas. Vaya piola de laburo. Ni siquiera sacás guita por ello.
-¿Y eso te importa?¿Por qué viniste entonces?
-Dejálo. La misma lluvia nos habría sorprendido en Madrid.
-Una losa de nimbos grises, algodonal pétreo que amenaza.
-Cortado por las alas del acero.
-Planeadoras.
-De algún bimotor afanoso.
-Serio simulacro de borrascas.
-Tejido licuefacto, vacío del exprimidor.
-Para un difícil caminar ajeno a las palabras.
-Este… dirás a los paraguas.
-Ante la fábrica anodina, su sello de abandono.
-Toda de muro blanco.
-Sin nombre.
-Lleváme a casa.
-Llamadme ninguno.
-En el cobertizo esférico se adivina.
-Ninguno es mi nombre.
-Sobre los boletos premiados, qué rico recostarse como lotófagos, y escuchar.
-El tableteo.
-Sobre el maderamen del sofito.
-Como ninguno me conocen mis padres, y también mis amigos.
-Una grúa coronando el granero.
-Un insecto.
-Visto a lo lejos, aquel engendro de tubos semejaba a una enorme mantis metálica que devorara, inexorable, el edificio.
-Oye…
-Dime…
-Estoy pensando…
-Ah, pero vos pensás…
-¿Y si la lluvia no mojara?
-No tenemos la respuesta.
-¿Ninguna?
-Ninguna.
-Aunque aquí nunca llueve.
-Siempre, según parece.
-Siempre, en la estación húmeda.
-Siempre, atolondradas carcasas permeables.
-Siempre seguimos rutas equivocadas.
-Inconexas. Andá, entremos.
-¿Qué buscamos?
-Ahora nada. Algo de cobijo.
-¿Te fijaste?
-Tal vez.
-El agua respiraba.
-Queremos decir…
-Que era como si aquel líquido hubiera aprendido a resbalar.
-Sin apenas rozarnos.
-Señal caliente.
-Densa.
-Rehilada.
-Rayos de lluvia se volcaban desde el cielo.
-Lo supimos ahora.
-Junto a la enorme puerta.
-De la estructura vieja y sin ventanas.
-Olvidados por los perros.
-De rabeles y músicas.
-De nuestros contornos encontrados.
-De sus fauces el vapor.
-Cortinaje efímero que manaba pálido.
-Esdrújulo.
-Térmico.
-Exhalando promesas de una falsa vida, casi pálpitos.
-Nosotros no parábamos de hablar.
-Tan callados.
-Y tanto.
-Cuatro pupilas en cruce.
-Nosotros no estábamos allá para hablar. Vos sabés…
-Cuatro entrecruzadas piernas.
-Dos raciones de láminas bocabajo.
-Escribir.
-Describirnos.
-Escribirlo es algo abrupto, experimental.
-Nada demoledor.
-La única lluvia que no moja está hecha de letras, de música.
-Dejáte de noemas. Acá se vino a vivir.
-Nos abalanzamos sobre los goznes.
-Cuando se exhibió la lluvia, sí. No fuéramos a calarnos acá mismo.
-Que crujiera el aire en el interior.
-Nunca debió pasarle a dos extraños.
-¿Cómo dos extraños?
-¿Acaso conocés vos mismo quién sos?
-¿Cómo era aquella canción?
-Por las riberas de río limones coge la virgo.
-Hilo de oro mana la fontana, hilo de oro.
-Pajarito que vas a la fuente, bebe y vente.
-Y los dos amigos, idos se son, idos.
-¡Bah!, asocarronadas para terratenientes.
-Idos fuimos, tan cercano estaba nuestro abrigo.
-Y bien que nos holgamos, ja, cuidando de entretenernos.
-Faltó la bruja.
-¿Para qué? Nada hubiera conseguido desmoralizarnos.
-No podíamos salir.
-La riada nos bloqueó el paso.
-Pero ella si entraba.
-Alguien se dejó una rendija abierta.
-¿Qué esperábamos?
-Acá parados, rejodidos.
-Mientras subía el nivel del agua.
-Odié la natatoria desde chico.
-Nos agarramos a las balas de heno, flotantes.
-Nos llegaba la humedad al bocho.
-Como a Paul Newman en una película.
-Y como acabó el pez.
-Mejor que nosotros.
-Callá, pendejo.
-¿Y si la lluvia no mojara?
-¿Otra vez esa pelotudez?
-Si no mojara…
-Vos si que sos…
-Si la lluvia no mojara se zanjaron:
-El resfrío atávico, los descansos, las anginas.
-Ningún agua por extensión remojaría.
-Y todo baño quizá careciese, al fin y al cabo, de sentido.
-No más extensiones, decisiones, desbastes, canalizaciones.
-Pero la cuestión es que…
-Si a menudo sucedieran estas cosas.
-Si ese fulgor blando que remoja, labio líquido que alimenta una y otra vez.
-Un día se apagase.
-Qué sería de nosotros.
-Perdidos en un lugar del cuento.
-Sedientos. Desaparecidos. Sudando tinta.
-Ya no podríamos seguir queriéndonos.
-Callá, gallego barrila.
-Si ya la lluvia no mojara…
-Vos sabés que fue por eso.
-Cuando se marchó la lluvia, sí. No fuéramos a extinguirnos acá mismo.
-Nos abalanzamos sobre los goznes.
-Volaron las almas como Ícaros.
-Mientras nuestros cuerpos callaban.
-Como las de otros muertos, allá, en el lecho que dejó el río.
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